Las huellas fósiles de la basura
Para plantear la reflexión basta una caminata por una playa turística antes de que el mar lave la arena. Junto a las huellas que deja el paso de humanos, aves, perros, tortugas, caracoles… están botellas de vidrio, fundas de plástico, tapas de metal, papel higiénico… Y es que, a largo plazo, la principal diferencia en el impacto que tenemos los hombres respecto a los animales que habitan (o habitaron) el planeta, puede que justo sea la basura que generamos.
Un cambio de época geológica suele estar marcado por hechos como la transformación de la topografía (macizos que se unen, se separan, se hunden o emergen) y la vida (especies que aparecen, se diversifican, se extinguen o evolucionan). La basura ya ha provocado cambios de estas magnitudes. Es por eso que se lo toma como uno de los elementos que sostienen la hipótesis de que la Tierra entró en el Antropoceno. OTRO PAISAJE, OTRO SUBSUELO ¿Sabías que el complejo de islas más grande de Venecia (Italia) no es natural y que sus más de once kilómetros cuadrados se construyeron con cerca de 20 millones de metros cúbicos de escombros extraídos para abrir un canal en el siglo XX? ¿Y que la montaña plana que se ve desde el aeropuerto de Tel Aviv (Israel) es el resultado de la acumulación de 25 millones de toneladas de basura?
Cuando el hombre prehistórico decidió extraer piedras para hacer utensilios en lugar de tomar las que hallaba sueltas, la humanidad empezó a modificar el paisaje de la Tierra. Las modificaciones continuaron cuando decidió sembrar su alimento en lugar de recolectarlo y edificar una vivienda para dejar atrás una vida nómada. Con la aparición de la minería, la industria y la construcción de megaobras, estas alteraciones se extendieron de la superficie a las primeras capas del suelo. En concordancia, un artículo publicado por The Royal Society en 2011 señala que los seres humanos somos “uno de los factores más importantes en la evolución del paisaje de la Tierra”. Para sus autores, el registro de estos cambios “proporciona un marcador para caracterizar el Antropoceno”.
Se estima que el desplazamiento intencional de sedimentos bordea las 57 mil millones de toneladas anuales en todo el mundo, casi tres veces lo que movilizan todos los fenómenos naturales combinados. Como los ciclos de explotación, construcción, demolición y depósito de tierra crean suelo artificial compuesto por escombros, fosos, sótanos o desagües (cuyo espesor bordea los diez metros en algunos lugares con más de 2 mil años de ocupación) no es descabellado pensar que algunos humanos ya vivimos sobre una capa de desechos.
Esto se evidencia cuando, al hacer un tajo en la tierra, además de las capas de colores que reflejan los distintos componentes minerales del suelo, aparecen pedazos de plástico y concreto. La integración del suelo con
estos nuevos materiales llega al punto de que se ha reportado el hallazgo en algunas playas de plastiglomerados: rocas formadas por una mezcla de plástico, arena, conchas y coral.
Con islas fabricadas, montañas construidas y quebradas rellenadas, es innegable que los seres humanos hemos creado (o acelerado la formación) accidentes geográficos con la basura. Y así como la topografía cambia con la modificación de la distribución de los elementos de la Tierra, también lo hacen los seres que habitan esos paisajes y subsuelos. INCLUSO DENTRO DEL CUERPO El mar puede lavar la arena de la playa, pero esa basura no desaparece. Desde hace tres décadas se habla de
una gran isla de basura en el océano Pacífico, compuesta por desechos que flotan atrapados por las corrientes en un remolino. En 2009, la revista Semana estimó que su tamaño superaba en dos veces al estado de Texas, en Estados Unidos. En esta zona, la concentración de plástico puede ser tan alta que se habla de la plastisfera para referirse a los ecosistemas que alberga.
Y es que la basura altera el ritmo de los procesos naturales. Por ejemplo, un arrecife de coral tarda miles de años en formar esas “selvas de mar” que son tan atractivas para el buceo y para la vida marina, pero en la isla de Aruba han logrado ecosistemas similares hundiendo naves que en pocos años se llenan de peces, moluscos y crustáceos.
El plástico es clave al analizar el impacto de la basura. Recientemente, The Guardian estimó que cada año los seres humanos introducimos 300 millones de toneladas métricas de este material en el ambiente. Se calcula que si el plástico producido en las últimas décadas se convirtiera en una lámina, esta alcanzaría para empaquetar la Tierra. Como se estima que tardará siglos o milenios en degradarse, el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno de la Comisión Internacional de Estratigrafía considera al plástico “un indicador geológico clave del Antropoceno”.