Al fin, ¿qué pasó con los pingüinos de Galápagos?
En nuestra edición 98 especulamos sobre el posible impacto que el fortísimo fenómeno de El Niño que se presagiaba a mediados de 2015 tendría en las poblaciones de pingüinos y cormoranes de Galápagos. Las inusuales temperaturas altas del mar tenían en vilo a los sectores agropecuarios, industriales, pesqueros, turísticos y ambientales. Entre estos últimos, los biólogos de la estación Charles Darwin temían que se repliquen los efectos de anteriores El Niño en las poblaciones de pingüinos y cormoranes no voladores. Estas dos especies se alimentan de peces del mar, cuya productividad se desploma cuando el agua se calienta tanto. Al ser estas aves tan pocas y de distribución tan restringida, las hambrunas que suele traer El Niño significan el colapso de la población. Así, luego de los fenómenos de 1982 y 1997 las poblaciones de pingüinos disminuyeron en 77 y 65%, respectivamente.
La preocupación que manifestaba el artículo es que el impacto de un El Niño tan fuerte como el vaticinado sobre poblaciones que todavía no lograban su completa recuperación de eventos pasados, pudiera diezmarlas al punto de producir su desaparición. Porque si bien en los hechos los temporales que El Niño suele causar no se hicieron presentes, las temperaturas del mar permanecieron altas por algún tiempo. ¿Cómo, en los hechos, afectaron a los pingüinos?
Los resultados iniciales de los conteos que realiza la Charles Darwin alarmaron a los científicos. Los 1100 individuos avistados en noviembre de 2016 eran bastante menos que los contados en años anteriores. Quizá los pingüinos respondieron al calentamiento marino trasladándose a zonas más frías para alimentarse, pues no se encontró la abundancia de pingüinos muertos de fenómenos El Niño anteriores. Subsecuentes monitoreos, ya con el agua a temperatura normal, evidenciaron una gran cantidad de cortejos y nidos, así como de animales juveniles (20% de la población, cuando lo usual es 10%). Al parecer, los pingüinos respondieron bien a este escollo climático y, si logran sobrevivir hasta reproducirse, estos nuevos jóvenes contribuirán a mantener la población en el nuevo contexto de inestabilidad climática.