7 LA ESTRELLA DE BELÉN U ORQUÍDEA DE DARWIN ( ANGRAECUM SESQUIPEDALE) ES UNA ORQUÍDEA DE MADAGASCAR QUE GUARDA SU NÉCTAR AL FONDO DE UN DELGADO TUBO DE TREINTA CENTÍMETROS DE LARGO.
Cuando Darwin la conoció, a la luz de la teoría de selección natural que acababa de plantear, pronosticó que en Madagascar debería existir una polilla con una lengua colosal que la polinice. Hoy, nuestros conocimientos tanto sobre la coevolución como sobre la fauna tropical podrían hacer aparecer esta predicción como banal, pero en su época la inferencia de un animal tan improbable a partir de la escasa evidencia que proveía una flor fue recibida con escepticismo. Solo veinte años después de la muerte de Darwin se encontró la lenguaraz mariposa, y recién en 1992 se recabó evidencia de que polinizaba esa flor. Este tipo de evolución en que dos organismos desarrollan características que excluyen de la relación a todos los demás los beneficia a ambos: en este caso, la orquídea se asegura que su polen irá solo a otras flores de su clase, y la polilla accede a una fuente de alimento en que no tiene competencia.
Con estos elaborados trucos para atraer al insecto recién empiezan las complicaciones. Una característica que diferencia a las orquídeas de las demás plantas con flor es la precisión que buscan en sus intentos de polinización. Una de las formas en que lo hacen es a través de la especialización: una especie de orquídea busca ser polinizada por un solo polinizador que, a su vez, solo polinizará esa especie de orquídea. La flor generalista que atrae “insectos”, así, en general, corre el riesgo de que su invitado, que tampoco discrimina, lleve su polen a una flor de otra especie en las cercanías, por lo que ese esfuerzo se desperdiciará. La orquídea no. Su polinizador exclusivo recorrerá largas distancias si es necesario para encontrar otra flor de esa especie, pues es la única que lo atrae. Aunque así es probable que reciba menos visitas, cada una de estas tiene mayor probabilidad de llevar su polen a un puerto feliz. La eficiencia que logran así es enorme; mientras que las flores polinizadas por el viento –progenitoras
de verdaderas wairapamushcas– producen un millón de células de polen por cada óvulo, en las orquídeas esa proporción es de uno a uno.
Una vez que la orquídea tiene un solo insecto como polinizador, la vía está abierta para que la evolución trabaje con paciencia sobre ambos –insecto y flor– adecuándolos cada vez más el uno al otro (o como especuló el filósofo posestructuralista Gilles Deleuze confrontado con la improbable orquídea martillo y su avispa 6 , deviniendo un poco el uno en el otro, pasando a formar parte de un solo organismo de identidad inestable). Este proceso se llama coevolución y sus resultados son prodigios de sofisticación que hasta la teoría plantead por Darwin 7 servían para argumentar la inevitabilidad de un dios inteligente. Estos ensambles orquídea-insecto son máquinas de precisión que buscan –y nuestros incrédulo ojos constatan que a menudo lo logran– la máxima efectividad en la atracción del polinizador, la segura carga de los sacos de polen en su cuerpo y la entrega de esos sacos con delicada puntería. Y que el ciclo se repita una y otra vez. En los recuadros se detallan algunos de los pocos ejemplos que se han estudiado entre una enorme diversidad.
Al parecer, la evolución considera a estos enredos pocos, pues también ha producido animales que imitan a las orquídeas para su propio beneficio 8 . Como verán, cancerberos de las buenas costumbres, nada menos que estas mezcolanzas y perversiones son las que invocan cuando invocan “lo natural”