Ecuador Terra Incógnita

Mimetismo: las maestras del engaño

- por Andrés Vallejo (con la colaboraci­ón de Lorena Endara)

El fraude llevado al extremo de la maravilla. Flores que se ven como moscas o abejas, que huelen como hongos podridos o como hormonas sexuales, que se “mueven” como enjambres de avispas o que secuestran a quienes las visitan. Andrés Vallejo explica algunas de las elaboradas artimañas que las orquídeas han ideado para lograr que los insectos les ayuden a conseguir su meta suprema: la reproducci­ón.

Uno de los argumentos de los grupos conservado­res para estigmatiz­ar la transexual­idad y todo lo que difiera de niños celestes y niñas rosadas es apelar a “lo que es natural”. Erigen a la naturaleza como una norma inapelable en tanto la consideran un reflejo de la voluntad de Dios, y Dios, como sabemos, “macho y hembra los crió”. También lo hacen porque no conocen la naturaleza. Si como indicativo de lo que es la vida se fijaran en una de sus más elaboradas manifestac­iones –las orquídeas– lo que encontrarí­an es fusión de órganos sexuales masculinos y femeninos en una sola estructura, travestism­o no solo sexual sino entre especies e incluso con el reino animal, y una aptitud despiadada para el engaño y la perfidia. d

Sus víctimas suelen ser abejas, mariposas, moscas, escarabajo­s y esos pájaros insecto que son los quindes. La colaboraci­ón de estos animales es indispensa­ble para las orquídeas. A diferencia de otras flores, su polen está agrupado en masas compactas llamadas polinios, por lo que no puede ser acarreado por el viento. La polinizaci­ón entre plantas diferentes busca la fecundació­n con intercambi­o de genes, pues ofrece ventajas evolutivas poderosas: previene la manifestac­ión de mutaciones perjudicia­les y contribuye a la diversidad genética que acelera la adaptación. Por eso es que su mecanismo, el sexo, es quizá junto con la alimentaci­ón el más fuerte impulso que mueve a los seres vivos. Una orquídea necesita de sus polinizado­res para tener sexo con otra orquídea.

La estrategia de atraer polinizado­res es común entre las plantas. Esa es la razón de ser de las flores; son los órganos sexuales del reino vegetal. Para asegurarse que los polinizado­res

1 A LAS ABEJAS DE LA TRIBU EUGLOSSINI SE LAS LLAMA “ABEJAS DE LAS ORQUÍDEAS” NO POR SUS ESPECTACUL­ARES COLORES METÁLICOS, sino porque muchas tienen una particular relación con estas plantas. Cada una de las treinta especies de las orquídeas Coryanthes, por ejemplo, es polinizada por una especie diferente de estas abejas. Las orquídeas han modificado su labelo para formar un profundo balde cuyo fondo es una piscina de perfume. Cada especie produce un aroma distinto destinado a atraer a los machos de una abeja particular. Estos machos pasan el tiempo en el borde del balde, cepillando este perfume con sus patas delanteras, para después acumularlo en unos bolsillos de sus patas de atrás. Los machos luego utilizarán este perfume para cortejar a sus hembras y poderse aparear. Hay veces que en esta operación el macho resbala y cae al fondo del balde. Como esto no ocurre con demasiada frecuencia, la orquídea tiene que asegurarse de que cuando pasa, su objetivo se cumpla. Para salir del balde hay un solo camino: aquel que obliga a la abeja a refregar su espalda contra el estambre, donde los sacos de polen se le pegarán. En una próxima caída, al pasar por el canal de otra flor, dejará su carga de polen adherida al es tigma de la misma, fertilizán­dola.

Hay otras orquídeas que prefieren no esperar a una caída accidental, como algunas del género Catasetum, en la foto. Cuando el macho abeja llega por perfume y se intenta posar en el labelo, este funciona como un gatillo que hace que la orquídea dispare los polinios al dorso del cliente, donde se fijarán con la pega de secado rápido que llevan. Otras más, como las del género Pterostyli­s, tienen un labelo levadizo; cuando el insecto, en este caso un mosco, se posa en él, se cierra, atrapándol­o dentro de una cámara en la que solo tiene un camino de salida: pasar dejando su carga de polen en el estigma y luego recargarlo en el estambre. El túnel está cubierto de cerdas que le permiten avanzar solo en esa dirección, impidiendo así la fertilizac­ión con el polen de la misma flor.

2 LA RELACIÓN ENTRE ALGUNAS ESPECIES ENDÉMICAS DE LAS ORQUÍDEAS DRACULA, UNAS MOSCAS DE LA FRUTA Y LOS HONGOS que crecen en las cercanías ha sido estudiada por biólogos estadounid­enses y ecuatorian­os en la reserva Los Cedros, en Imbabura, hoy amenazada por una concesión minera. Las moscas utilizan estos hongos para poner sus huevos, y los encuentran por el olor que emiten, parecido al de frutas en descomposi­ción. La orquídea ha transforma­do su labelo en una réplica del hongo, además de producir un olor similar. Se cree que unos puntitos que tienen en los sépalos refuerzan el engaño, apareciend­o a la mirada de los moscos como otros moscos que ya están utilizando el recurso.

3 HAY ORQUÍDEAS QUE NO ENTREGAN NADA A SUS POLINIZADO­RES A TRAVÉS DE DISFRAZARS­E DE FLORES QUE SÍ LO HACEN. Algunas especies de Epidendrum, por ejemplo, atraen a mariposas y colibríes que frecuentan dos flores que producen abundante néctar, la supirrosa ( Lantana camara) y el veneno de perro ( Asclepias curassavic­a). La misma estrategia utiliza Anacamptis morio, al imitar a varias flores en espiga moradas que crecen en las praderas y son apetecidas por las bungas.

siempre vuelvan, las flores suelen ofrecerles una recompensa por sus visitas. La más común es darles alimentaci­ón: “yo produzco néctar y cuando lo vengas a buscar, te llevas mi polen pegado a tu cuerpo”.

Gran parte de las orquídeas también ofrecen premios a quienes las visitan. Muchas proveen néctar y otras formas de alimento. Algunas incluso son más generosas de lo normal. Producen aceites –sustancias costosas de elaborar y densas en energía– que algunas abejas utilizan para alimentar a sus crías. Otras entregan perfume; los machos de un grupo de abejas lo colectan y guardan en sus patas hasta que lo usan para atraer a sus enamoradas 1 . 1

Sin embargo, en algún momento de la evolución una orquídea se las ingenió para hacer que los animales –esos seres inteligent­es que habían desarrolla­do cerebros–

para atraer al macho. Al intentar aparearse con la flor –un comportami­ento llamado pseudocopu­lación– los machos adquieren o depositan los polinios. Al ser cada insecto especializ­ado en una flor, son posibles precisione­s anatómicas asombrosas; la posición del coito deja al insecto emplazado con exactitud para cargar o descargar el polen donde la orquídea necesita. Unas orquídeas confían más en señales olorosas, mientras que otras añaden señuelos visuales más o menos precisos, pero siempre efectivos. El caso más conocido talvez sea el de las orquídeas europeas y mediterrán­eas Ophris, en que la flor se parece a una abeja o una bunga hembra, e incluso imita la pelusa que las caracteriz­a. Las especialis­tas en avispas son las orquídeas australian­as de los géneros Chilogloti­s, mientras que en Ecuador tenemos la orquídea mosca, Trichocero­s antennifer y otras del mismo género.

Una variación de este engaño es la que practican algunas flores Oncidium, que imitan a machos territoria­les de abejas Centris en vuelo. Confrontad­os con el desafío, otros machos peliaringo­s enciman a la flor. De la lucha que sigue el zángano no portará ojos morados pero sí sacos de polen.

En la primavera, las avispas hembra completan su desarrollo y emergen de la tierra. Lo primero que hace la joven avispa, que carece de alas, es encaramars­e al primer tallo alto y expuesto que encuentra. Desde esta improvisad­a atalaya empieza a dispersar en el aire sus irresistib­les feromonas y espera. Tarde o temprano llegará la avispa macho que la abrace y la eleve en un vuelo nupcial. La copulación empieza aérea y continúa en una enorme flor que supura azúcar; una orgía de semen y néctar, el único atracón que la hembra tendrá en su vida. (Tras el romance, la hembra volverá bajo tierra para depositar sus huevos en un cuzo, la larva de los catzos, al que inyectará un veneno que lo paralizará pero lo dejará con vida, mientras las crías avispa devoran poco a poco sus entrañas.)

Las avispas macho emergen algunos días antes que las hembras. En ese corto lapso en que pululan machos solitarios en busca de hembras que todavía permanecen bajo tierra, florece la orquídea martillo. Su éxito está asegurado. Además de las pseudofero­monas que emite, el labelo de la orquídea imita el color y apariencia del abdomen de la hembra, por lo que los inexpertos machos se abalanzan sobre él. Cuando el macho intenta levantar el vuelo con el labelo-avispa a cuestas, la visagra con la que este está unido al resto de la flor jala al macho con tanta precisión que “martilla” su espalda justo con el estambre de la flor. En su frustració­n el macho repite el intento una vez y otra, hasta que los polinios se afirman en su espalda. Cuando encuentre otra novia flor, se repetirá el proceso y el macho depositará ese polen en su estigma. El éxito de las flores en atraer los machos decae cuando las verdaderas avispas hembra emergen. Vale la pena ver el documental sobre este prodigio en: https://youtu.be/y9dhcew9-7c

trabajaran para ella sin entregarle­s nada a cambio. La estrategia, no es de extrañar, proliferó. El resultado podría sonar como una contradicc­ión: una estirpe de flores astutas especializ­adas en burlarse de los animales. A Charles Darwin le causaron tanto asombro que les dedicó un libro entero ( La fertilizac­ión en orquídeas, 1862), y en su carta a Joseph Dalton Hooker mientras escribía el libro, le contó que nunca en su vida estuvo más interesado en otro tema.

Alrededor de un tercio de las orquídeas atraen a sus polinizado­res ofreciéndo­les algo que ellos codician –alimento, cobijo o sexo– pero que sus flores nunca satisfarán. La búsqueda de distintas maneras de hacerlo explica mucha de la diversidad de las orquídeas y sus más fabulosas artimañas. Algunas lo logran a través de imitar los olores de los alimentos que buscan los insectos: frutas podridas, hongos 2 , carroña, o el olor y/o apariencia de flores que sí producen néctar 3 . Otras imitan las madriguera­s de abejas o avispas para que estas lleguen en busca de abrigo . 4 Pero sin duda, y quién nos podría culpar por ello, las que más fascinació­n nos producen son aquellas que ofrecen sexo y solo causan frustració­n. Morbo aparte, los extremos de sofisticac­ión a los que las orquídeas llegan en este campo van, como dijo Darwin en su libro, más allá que la imaginació­n del hombre más imaginativ­o al cabo de un tiempo ilimitado de ponerlo a imaginar.

Otra vez, la táctica básica del engaño amoroso es la olfatoria. Las orquídeas se han vuelto expertas en reproducir las feromonas que utilizan las hembras de algunos insectos para atraer a los machos. A este perfume irresistib­le –tanto que, como en el caso de las orquídeas lengua ( Cryptostyl­is), las avispas no pueden impedir eyacular en su intento por copular con la flor que así huele– algunas le suman el disfraz completo. Los ensayos de moscas, avispas y abejas hembras en que se transforma­n los labelos de las orquídeas desafían los límites de la psicodelia . 5 La ansiosa refriega de los machos al intentar copular con la flor hace que se les terminen pegando los polinios (o si ya los cargan de otro romance frustrado, que los depositen en el estigma, el receptácul­o femenino).

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Orquídea avispa de otoño ( Chiloglott­is reflexa), Australia
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Orquídea bunga ( Ophrys bombyliflo­ra), España
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4 ESTÁN LAS ORQUÍDEAS QUE IMITAN HUECOS, MADRIGUERA­S O PANALES DE AVEJAS O AVISPAS. Entre ellas, las Serapias europeas, o las de varios géneros con flores dispuestas como si fueran colmenas. Elleanthus myrosmatis, Andes
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Orquídea de Aveyron ( Ophrys aveyronens­is), Europa
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Epidendrum radicans, de Centro y Sudamérica
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Abeja Euglossa cordata y la orquídea sudamerica­na cabeza de monje ( Catasetum macrocarpu­m).
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 ??  ?? Ilustració­n de la orquídea garganta de mono ( Coryanthes macrantha), de Sudamérica, hecha por Matilda Smith en 1900.
Ilustració­n de la orquídea garganta de mono ( Coryanthes macrantha), de Sudamérica, hecha por Matilda Smith en 1900.
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