el grito del aullador
La neblina es tan densa que apenas se ven las copas de los árboles. Las chachalacas cacarean de forma exasperante, lo que hace la búsqueda del mono aullador más difícil. La mejor forma de encontrarlo es, sin duda, oírlo cantar. Su canto es grave y pesado, con un desafortunado parecido al mugido de una vaca. Pero mientras las vacas mugen sin cesar aquí, en La Libertad, provincia de El Oro, hoy los aulladores permanecen mudos. No tenemos otra opción que sacar los binoculares y otear el horizonte en busca de manchas peludas acurrucadas en las ramas de los árboles. Manchas que, con esta neblina, podrían confundirse con musgos o bromelias, cualquier cosa excepto monos.
Después de más de una hora sin tener éxito, al fin nos sorprende un canto. El rugido ahogado rasga el horizonte como dando la bienvenida al sol. Quien canta es el macho, mientras las hembras de su tropa lo acompañan con ruidos más tímidos, casi ladridos. El aullido es tan intenso que parece que el macho está frente a nuestras narices, pero si tenemos en cuenta que es uno