Ecuador Terra Incógnita

Gallinas de Pinllo

- Por Julio Pazos Barrera

San Bartolomé de Pinllo es una parroquia de Ambato y tiene una iglesia con fachada y torres del estilo modernista de los primeros años del siglo XX, es decir, con el columnario y el frontón de gusto barroco que alterna con unas cúpulas encebollad­as y una cenefa neoclásica. Era toda blanca, pero alguien la cubrió con horribles baldosines azules; menos mal que la restauraci­ón la dejó como antes. La iglesia es una joya de esta parroquia urbana.

La fama del lugar le viene de dos experienci­as culinarias: el pan de Pinllo que hasta tiene una canción –“A los tiempos pan de Pinllo/ este pan es para mí/ el recuerdo tan querido/ de la tierra donde nací”– y las gallinas de Pinllo.

Se dice que las gallinas llegaron al actual Ecuador con fray Jodoco Ricque. Pronto se aclimataro­n y no solo fueron las españolas, sino que más tarde llegaron las guineas. Durante algunos siglos, las gallinas y sus pollos y gallos gozaron de los campos hasta cuando sus dueños decidían ponerlos en sus mesas. Estas aves fueron alimentada­s con maíz y ellas por su cuenta completaba­n su menú con indefensos gusanillos. Sus fachas atrajeron la atención de famosos artistas tales como Manuel Samaniego y Joaquín Pinto. Todos saben que las auténticas gallinas de campo tienen la carne dura; para remediar este inconvenie­nte, cocineras y cocineros las cocían a fuego fuerte durante horas. El sabor del caldo resultaba incomparab­le y muy nutritivo. Mucho festejaron el caldo de la gallina vieja. Tal fue la frecuencia del caldo de gallina con presa que unos viajeros franceses del siglo XIX mucho criticaron. A su pesar, se debe decir que olvidaron el deleite que causa el caldo, acompañado con papas enteras cocinadas aparte y el picadillo de cebolla y perejil.

Mucha tela tiene el capítulo de las gallinas en la cocina del Ecuador y no abundaré; como antes dije, las gallinas de Pinllo son célebres porque luego de blanquearl­as – c o mo d i c e n l o s chefs– las despresan y sazonan con “secretos”. Luego las asan a la brasa; para ir a la mesa acompañan las presas con papas y suave salsa de cebollas, leche y maní. El comensal puede solicitar arroz, ensalada y salsa de ají, a su gusto. Olvidé que antes de iniciar la comilona, pasan el consomé que salió del blanqueo.

Las deliciosas gallinas de Pinllo esperan al viajero que sueña con una cocina tradiciona­l sin melindres, es decir, sin esas substancia­s que ocultan los sabores y desprestig­ian el paisaje singular que nos tocó en suerte.

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