Los primeros mapas del país
EL ECUADOR EN LOS MAPAS COLONIALES
El territorio de una nación no es una realidad objetiva que precede a la existencia de esa nación. Al contrario, tiene que ser producido día a día a través de los siglos, mediante acciones de gobierno. Primordiales entre estas estrategias son los mapas. Un texto clásico de Octavio Latorre pasa revista a los primeros mapas que delinearon los perfiles de nuestro territorio.
¿Cuáles el valor de la cartografía histórica? acostumbrados a ver un mapa hasta en la pasta de los cuadernos, hemos perdido el aprecio de lo que significa aquel dibujo aparentemente mal hecho en siglos pasados. Sin embargo, aquellas cartas geográficas deformadas, aunque en constante perfeccionamiento, fueron el resultado de esfuerzos centenarios y de una colaboración armoniosa entre las más diversas ciencias: de la matemática con la astronomía; de la filosofía con la física y la geometría.
El hábil piloto o el viajero perspicaz solo podrá producir un bosquejo aproximado de las costas y tierras lejanas por ellos visitadas si no tiene la ayuda de instrumentos y el conocimiento de los métodos científicos para representar la Tierra, y aquellos métodos han sido el resultado no solo de laboriosos experimentos sino sobre todo de profundas elucubraciones y teorías filosóficas de muchos sabios, desde la antigüedad a los tiempos modernos.
Las teorías griegas del heliocentrismo, del movimiento de rotación de la Tierra, etcétera, ayudaron a encontrar la solución de muchos problemas. Se pudo determinar la ubicación de cualquier lugar de la Tierra al relacionarlo con los astros, el sol, la luna o las estrellas. Por lo tanto, la ayuda de la astronomía se volvió invalorable y esta ayuda continúa todavía en nuestros días.
La física pudo diseñar los instrumentos básicos para la orientación y la proyección hacia las estrellas. La brújula y el astrolabio, en sus diversas formas, permitieron ubicar el norte y la relación con los astros, y su perfeccionamiento, ligado a la mejora de los cálculos matemáticos, mejoraron también las representaciones de la superficie del globo.
Las cartas geográficas resultado de tales observaciones se convirtieron, a su vez, en tesoros invalorables en todas las épocas, pero muy especialmente en la de los descubrimientos geográficos, entre los siglos XV y XVIII. Una carta, por imperfecta que fuera, significaba el éxito o el fracaso de una expedición. Además y sobre todo, otorgaba derechos sobre territorios, mares y continentes. No es extraño, pues, que tales cartas se guardaran como secretos de estado y que se castigara su sustracción o develamiento hasta con la pena de muerte.
En el siglo XVIII la exactitud de los mapas aumentó de manera notable gracias, en parte, a que al fin se resolvió el problema, sin solución sencilla desde los tiempos antiguos, del cálculo de la longitud terrestre. La invención de relojes confiables, la aplicación de la trigonometría a las mediciones terrestres e instrumentos cada vez más precisos permitieron conocer la forma de la Tierra y llegar a un refinamiento
acelerado de las verdaderas distancias de los continentes. En la actualidad, el límite de error para las mediciones de continentes enteros apenas llega a unos pocos centímetros.
La historia de los mapas es, por lo mismo, la historia de un increíble esfuerzo humano en que han participado innumerables sabios y múltiples disciplinas científicas, a lo largo de casi tres mil años.
LOS PRIMEROS MAPAS DEL ECUADOR
Losprimeros mapas en que aparece el que sería territorio ecuatoriano fueron hechos por los navegantes portugueses, italianos y españoles (Bartolomé Ruiz, Diego Ribeiro, Sebastián Caboto, Giovanni Battista...) y luego por los cartógrafos holandeses, franceses e ingleses.
Los primeros intentos de confeccionar mapas del territorio siguen el estilo primitivo con diseños ingenuos que quieren dibujar la realidad en perspectiva. Una ilustración típica son los “mapas” de las regiones de la quina en Loja o los abundantes diseños que acompañan los litigios de tierras, reclamos legales y los derroteros de la costa hechos por los pilotos que navegaban entre Panamá y Guayaquil.
El primer mapa parcial de la Audiencia de Quito de que se tiene noticia fue hecho por el misionero de los cofanes, Rafael Ferrer, a finales del siglo XVI. Acompañaba a un informe para el virrey de Lima. Lastimosamente se ha perdido.
Los informes de las expediciones de “redescubrimiento” del Amazonas (16361640) citan algunos mapas del Gran Río, de los cuales ha sobrevivido uno solo, atribuido al padre Alonso de Rojas, y en el que aparece el curso vertical del Amazonas desde Quito hasta su desembocadura en el Atlántico.
El primer mapa elaborado según los preceptos de la ilustración fue hecho por el padre Samuel Fritz, alemán de nacimiento y misionero en Mainas. Fue realizado en 1691 para ilustrar su informe al virrey del Perú sobre el verdadero curso del Gran Río y sobre el alcance de los derechos de la corona de España, amenazados por los avances de los portugueses establecidos en Pará.
Es sorprendente que Fritz haya podido confeccionar un mapa en medio de sus incesantes actividades misioneras con la sola ayuda de dos primitivos instrumentos: la brújula y el astrolabio. Con razón pudo decir Teodoro Wolf, “es admirable cómo este
ilustrado Misionero pudo hacer lo que hizo con los insignificantes e imperfectos instrumentos que tenía a su disposición”. Marcos Jiménez de la Espada se expresa en similares términos:
Es el primero científicamente trazado con las observaciones astronómicas y llevando por miras principales la más exacta descripción hidrográfica de aquel vastísimo territorio, y la situación relativa de las principales reducciones o centros de reducción evangélica en él fundadas.
El original manuscrito mide 126 x 46,2 centímetros. El autor quiso grabarlo en Lima, pero ante el poco apoyo del virrey, pasó a Quito donde fue grabado por otro misionero, el padre Juan de Narváez, en 1707. De las pocas copias que se sacaron, una fue enviada al rey Felipe V, a quien estaba dedicado el mapa, y dos copias fueron donadas junto con el original manuscrito de 1691 a Carlos María de La Condamine, quien quedó sorprendido de la relativa perfección de la obra de Fritz. El original y las copias reposan en la Biblioteca Nacional de París.
El mapa del padre Fritz, pese a su exactitud, no tuvo la repercusión que se podía suponer, y muchos cartógrafos europeos siguieron el diseño de los mapas franceses antiguos. Los hombres que descubrieron el gran valor del mapa fueron el padre Juan Magnin, misionero en Mainas, y, sobre todo, Carlos María de La Condamine.
El mapa del padre Magnin (1740) es el segundo de la Audiencia y del Marañón quiteño. Juan Magnin era también misionero, suizo de nacimiento e íntimo amigo de Pedro Vicente Maldonado y de los académicos franceses. Es un mapa valioso con observaciones propias, aunque está incompleto en algunas secciones. La Condamine se sirvió de él para trazar su mapa del Amazonas durante su regreso a Europa. El original manuscrito del padre Magnin pertenece a la mapoteca de don Carlos Manuel Larrea, aunque se sospecha que debe haber otro en París, donado por el autor a La Condamine y Maldonado. La única publicación del mapa fue hecha en 1986 en el Instituto Geográfico Militar de Quito.
INFLUENCIA DE LOS ACADÉMICOS FRANCESES
Lallegada de los sabios franceses a Quito para medir el arco del meridiano produjo un gran entusiasmo por los estudios geográficos, especialmente alrededor de la universidad de San Gregorio. Allí fueron acumulándose muchos datos y observaciones astronómicas para utilización posterior. Ese libro de datos se conservaba en la Biblioteca Nacional hasta el siglo pasado, mas ahora ha desaparecido.
Como fruto del entusiasmo por la geografía, astronomía y cartografía, se hicieron varios mapas, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros, como los de los padres Carlos Brentán y Nicolás de la Torre (1751), el de Geandomenico Coleti (1771), el del padre Francisco J. Weigel (1769) y el del padre Juan de Velasco (1789). Otros muchos de los que se tiene noticia han desaparecido.
Forman grupo aparte los autores citados, La Condamine y Maldonado. Maldonado era íntimo amigo del padre Juan Magnin y colaborador de La Condamine durante las mediciones de Quito. Rara vez se ha dado el caso de tres científicos que colaboraran tan desinteresadamente como el de La Condamine, Magnin y Maldonado. Magnin ayudó a La Condamine en el trazado del Amazonas y este último trabajó con Maldonado para perfeccionar su mapa, el de Maldonado, en Quito y en París. La Condamine no solo ayudó a la perfección del mapa de Maldonado, sino que se encargó de publicarlo luego de la súbita muerte del ecuatoriano en Londres.
El sabio francés publicó en París dos mapas propios: el del curso del Amazonas para ilustrar el relato de su viaje por el Gran Río (1745) y el mapa de la provincia de Quito (1751), grabado por De La Haye y editado por D’anville. La semejanza de los mapas de Maldonado y La Condamine llevó a Teodoro Wolf a creer que eran casi duplicación de una sola carta. Los borradores que se han encontrado en la Biblioteca Nacional de París desmienten tal afirmación. Las planchas
de bronce del mapa original de Maldonado reposan en el municipio de Riobamba.
Un estudio cartográfico profundo del mapa de Maldonado está por hacerse. La expulsión de los jesuitas de América en 1767 cortó por su base la corriente científica iniciada por los académicos franceses. La última carta del padre Juan de Velasco fue el final de la época brillante. Fuera de algunos mapas regionales como el de la gobernación de Guayaquil de 1804, apenas hay algo digno de tomarse en cuenta, por lo que en ese entonces volvemos a depender de los mapas europeos y, posteriormente, colombianos (Restrepo, Mosquera y Codazzi).
Estos son los antecedentes del primer esfuerzo cartográfico del Ecuador independiente realizado por Manuel Villavicencio en 1858 para ilustrar su obra Geografia de la república del Ecuador. La carta de Villavicencio tendrá el mérito del esfuerzo personal en una época de decadencia científica, pero como obra cartográfica deja mucho que desear, pues no supone mayor avance con respecto a la carta de Maldonado. Teodoro Wolf, que lo juzga muy duramente, cree que en realidad es un retroceso (ver ETI 73).
Nuestra cartografía científica cumplió tres siglos, es decir, desde la elaboración del primer mapa del padre Fritz en 1691 hasta nuestros días. Ha sido una larga trayectoria de éxitos e interrupciones, pero sus aportes fueron cada vez más decisivos, pues fueron reflejando el mayor conocimiento de nuestro territorio y contribuyeron a la posibilidad del uso de los recursos para el desarrollo
Octavio Latorre, quien falleció el año pasado, fue historiador y autor sobre cartografía, náutica y las Galápagos. Su más célebre libro es La maldición de la tortuga, con anécdotas siniestras de las islas encantadas. El presente texto es una adaptación del original (1990) y publicado en el catálogo de las exhibiciones cartográficas que están en curso en la iglesia de la Compañía, el Palacio de Carondelet y el Museo de la Ciudad, editado por Alfonso Ortiz y Matthias Abraham.