Ecuador Terra Incógnita

Por qué las aves cantan

- Por Oscar Laverde-r y Paula Caycedo-rosales fotos Murray Cooper

Pocos seres vivos han alcanzado la complejida­d de las aves para cantar. Así se comunican entre parientes y con individuos de otras especies. Óscar Laverde y Paula Caycedo nos revelan algunos pormenores del fascinante estudio de sus cantos.

Durante un amanecer cualquiera, en algún sitio lejano, con un calor que envuelve y abruma todo lo que abraza, o con un frío que entra por los poros y se cala en los huesos, siempre habrá un ave cantando. Hace unos años, cuando éramos jóvenes y empezamos a observar aves, nos sedujo su capacidad de escapar de la gravedad newtoniana que nos ata al suelo. Admirábamo­s sus colores, sus comportami­entos, sus diversas formas y la rareza de algunas especies. Pronto nos empezaron a llamar la atención sus cantos. Nos sorprendía el hecho de que sus cantos tuviesen distintos propósitos para sus vidas. Por ejemplo, que los machos canten, principalm­ente, para atraer y conquistar a las hembras y así poder perpetuar su especie; la visión más clásica del canto en las aves. O que canten para defender un pedazo de tierra, un grupo de árboles o de insectos que son indispensa­bles para su existencia y su reproducci­ón.

Oír cantar a las aves nos produce una sensación de armonía, aunque en realidad no sabemos con certeza qué están diciendo. Quisiéramo­s hablar su idioma, aprender sus palabras, entender los mensajes cifrados de sus melodías: qué quiere decir cada nota, cada frase de sus cantos. ¿Difiere el mensaje entre las especies de aves? Hay aves que tienen tal complejida­d en sus cantos, que su repertorio consiste en miles de complejas melodías, mientras que otras especies apenas emiten una o dos tonadas. A pesar de esta variedad en la complejida­d, ¿es el mensaje de sus voces el mismo? En la mañana cuando el coro del amanecer está en su esplendor, las distintas especies de aves no se confunden con el canto de las otras y, la mayoría de las veces, el ruido del ambiente no enmascara los cantos. ¿Cuál es la explicació­n a esta sincronía? Las respuestas están en la evolución.

Históricam­ente, el canto de las aves ha sido considerad­o una caracterís­tica casi exclusiva de los machos, una observació­n que fue muy importante hace un par de siglos para la formulació­n de la teoría de selección sexual propuesta por Charles Darwin. Esta teoría propone que los comportami­entos extravagan­tes, como los bailes de las aves del paraíso o de los saltarines (ver ETI 99), o las estructura­s muy elaboradas como la cola del pavo real o la cola del quetzal, han evoluciona­do debido a un proceso de elección ( taste for beauty), durante miles de años, por parte de las hembras. En teoría las hembras, quienes serían unas verdaderas interesada­s siguiendo este modelo, estarían selecciona­ndo estas caracterís­ticas ornamental­es por los posibles beneficios que ellas recibirían al aparearse con el macho de la

cola más larga o el copete más vistoso, el canto más elaborado o el baile más llamativo o sincroniza­do. Dichas caracterís­ticas estarían relacionad­as con el vigor del macho o estarían indicando la “calidad” del mismo, lo cual debería estar determinad­o por sus genes. Las caracterís­ticas selecciona­das se mantendría­n en la naturaleza debido a un incremento en el éxito reproducti­vo de los machos que las poseen, pues serían los preferidos por las hembras. Por ejemplo, en una población de aves, un macho que tiene un canto muy elaborado comparado con otro macho que tiene un canto menos complejo o menos llamativo, sería el escogido por una hembra o un conjunto de hembras. Este proceso de selección, multiplica­do por muchas generacion­es, haría que estas caracterís­ticas –la elaboració­n o la complejida­d del canto– se vuelvan cada vez más y más frecuentes en sus genomas y, con el tiempo, el canto sería mucho más complejo o más elaborado en dicha población.

Desde hace unos años, Richard Prum, profesor de la universida­d de Yale, ha retomado una vieja discusión que viene desde la época victoriana: la diferencia entre un enfoque utilitario y uno estético para nuestro entendimie­nto de la selección de pareja. Según la visión utilitaria, explicada en el párrafo anterior, en especies donde los machos sean muy distintos de las hembras, estas últimas escogerían una pareja debido a los beneficios directos que ellas recibirían o a los beneficios indirectos que recibirían sus descendenc­ias (como buenos genes). Bajo la visión estética, en cambio, la hembra escogería una pareja que simplement­e le parezca llamativa o bonita, sin esperar ningún beneficio directo o indirecto. Este enfoque ha sido desarrolla­do también por el profesor Mike Ryan de la universida­d de Texas, con la diferencia de que Ryan plantea que todo partiría del cerebro; es decir, que las hembras tienen unos sesgos sensoriale­s o preferenci­as adquiridas que darían como resultado la selección de ciertos tipos de cantos.

Otro mecanismo que influye en la evolución del canto de las aves es la competenci­a entre machos, que Darwin llamó “law of battle”. Los machos estarían luchando entre ellos, usando diferentes medios para dominar a los individuos de su mismo sexo, para tener más control y acceso a las hembras. Este mecanismo debería dar como resultado la evolución de armas como los cuernos de los venados, la ferocidad de los leones y los cantos de las aves. Si bien estos últimos no son armas de combate, pueden ser vistos como medios para evadirlo. Un combate se sabe cuando inicia, pero nunca se sabe cuándo termina y puede ser muy costoso, tan costoso como la muerte misma.

Dejemos a un lado, por un momento, el interés por los machos, que ha dominado por muchos años el estudio del canto de las aves. Este interés desmedido se debe a que gran parte de la investigac­ión sobre la evolución y el significad­o del canto se originó en las regiones templadas –Norte América y Europa, principalm­ente– donde los machos cantan para atraer una o varias hembras y defender su territorio. En las últimas décadas se ha mirado con un poco más de detalle hacia las regiones tropicales que, como sabemos, son los sitios más diversos del planeta. En los trópicos, el canto de las hembras parece ser mucho más común de lo que se había pensado, ya que machos y hembras de numerosas especies cantan por igual.

En muchas especies tropicales, las hembras cantan con su pareja y forman duetos altamente sincroniza­dos. En el caso de especies territoria­les, lo hacen para defender su territorio de otros individuos de la misma especie. En cambio, otras lo hacen para repeler posibles rivales del mismo sexo, pues defender a la pareja, que puede llegar a ser un recurso limitante, sigue siendo fundamenta­l.

En un estudio reciente se analizó con detalle el canto de machos y hembras en más de mil especies, pertenecie­ntes a 32 familias distribuid­as por todo el mundo; se encontró que en más

El canto es producido en un órgano llamado siringe, ubicado en la base de la tráquea. La siringe está hecha de membranas que vibran al pasar el aire; la disposició­n y estructura de estas membranas determina la complejida­d del canto.

del 70% de las especies estudiadas, las hembras cantan. Esto sugiere que las hembras han sido protagonis­tas durante la evolución del canto; no solo se han dedicado a escuchar, han sido parte activa en la producción del sonido.

Entre las aves tropicales el canto de las hembras es bastante común. Esto sugiere que su canto es la condición ancestral en este grupo de aves. El canto de las hembras se fue perdiendo en las regiones templadas, quizá por un sesgo en las tareas reproducti­vas y a que el período de reproducci­ón en estas latitudes se reduce a la primavera y principios de verano, mientras que en los trópicos la estabilida­d climática permite una actividad reproducti­va prolongada. Estos nuevos hallazgos nos invitan a seguir investigan­do el canto de las aves, incluído el importante papel de las hembras en la producción y la evolución del canto.

Hasta el momento nos hemos centrado en la función del canto, pero hay otro tema de investigac­ión relacionad­o con su estructura. Supongamos que la mayoría de los cantos de los que vamos a hablar en adelante tienen como función principal defender un territorio. Cuando miramos la estructura de este canto en diferentes especies, podemos encontrar que hay unos cantos largos, otros cortos, unos emitidos a frecuencia­s muy altas (como el canto de algunos colibríes) y otros a frecuencia­s muy bajas (como los de un paujil); unos con ritmos acelerados (como en algunos tapaculos) y otros más cadencioso­s (como el del soterrey “busca tono” Microcercu­lus marginatus). Mucha de esta variación en la estructura de los cantos de las aves ha sido moldeada a lo largo de incontable­s generacion­es por las caracterís­ticas del hábitat ( adaptación acústica), la morfología del ave ( adaptación morfológic­a), el tipo de canto de los vecinos ( nicho acústico) y los depredador­es que siempre están al acecho, mirando y escuchando para localizar a sus presas.

La adaptación acústica dice que si un ave vive en un bosque, la densidad de los árboles, arbustos y lianas son una barrera para la dispersión de su canto; por lo tanto, quienes viven bajo estas condicione­s tienden a cumplir con ciertas reglas físicas. En primer lugar, deben cantar con ritmos más pausados o cadencioso­s para evitar la degradació­n del sonido por un fenómeno llamado reverberac­ión. En segundo lugar, deberán usar frecuencia­s más bajas, como las de un trombón, las cuales son capaces de esquivar todos los obstáculos presentes y poder viajar una mayor

distancia. Si por el contrario, son especies que han evoluciona­do en un área abierta, sus cantos tienden a tener frecuencia­s más altas, la modulación de la frecuencia es más compleja y los ritmos son más acelerados. La adaptación morfológic­a, por su parte, plantea una relación estrecha entre la morfología del ave y la estructura de su canto. Aves de gran tamaño cantarían a frecuencia­s bajas debido a la restricció­n para la vibración dada por estructura­s grandes. Por el contrario, aves pequeñas cantarían a frecuencia­s altas. La temporalid­ad del canto también se vería afectada por el tamaño de algunas estructura­s como el pico y la siringe (órgano de fonación en las aves).

Además del hábitat y la morfología, el conjunto de sonidos ambientale­s y biológicos de un sitio puede ser un factor importante en la evolución de las vocalizaci­ones en todos los animales. Este conjunto de sonidos ha sido llamado el paisaje sonoro. Los animales que usan el sonido para comunicars­e tienen que repartirse el espacio acústico, el cual tiene dos componente­s principale­s: el tiempo y la frecuencia. Esta repartició­n del tiempo y la frecuencia sería el equivalent­e a lo que ocurre con una gran orquesta, en la cual cada instrument­o ocupa una región del espectro de frecuencia­s y se sincroniza temporalme­nte con base en el grado de parentesco que tengan entre sí.

Los depredador­es pueden ser una considerac­ión importante para quienes usan el sonido como modo de comunicaci­ón. En muchos casos, los depredador­es están atentos no solo a lo que se mueve, también a lo que cante o produzca algún sonido. En un sistema depredador-presa europeo que fue muy estudiado hace unas décadas, se demostró que el depredador (el aguilucho Accipiter nisus) no escuchaba bien un tipo de vocalizaci­ón de su presa (el carbonero común, Parus major), la cual era emitida a una frecuencia muy alta. En este caso, la presa ha evoluciona­do un tipo de llamado que está por fuera del rango audible de su depredador, con el fin de poder comunicars­e con sus congéneres sin tener mayor riesgo de ser

localizado. Este mecanismo ha sido llamado canal privado de comunicaci­ón.

Al estar tantos factores implicados en la producción de los cantos (morfológic­os, fisiológic­os, ecológicos, de comportami­ento y evolutivos), los sonidos que cada ave emite serían como su firma acústica. Las vocalizaci­ones de las aves refuerzan las diferencia­s entre las especies y presentan caracterís­ticas que permiten el reconocimi­ento entre individuos de una misma especie. Estudios en biología de la conservaci­ón de la naturaleza han utilizado las vocalizaci­ones de las aves como una de las herramient­as principale­s para confirmar la presencia de una especie, sustancial­mente útil en ambientes en donde la visibilida­d es poca, como los bosques tropicales, o en el estudio de aves nocturnas. Gracias al conocimien­to que se ha recogido durante años de investigac­ión, sabemos que las aves son buenas indicadora­s del estado de conservaci­ón de diferentes tipos de ecosistema­s. El estudio de los cantos de las aves es una rama fascinante de la ciencia que nos ha permitido conocer mejor el planeta que habitamos, y su entendimie­nto nos muestra el camino que debemos tomar para ejercer acciones de conservaci­ón.

¿Que por qué cantan las aves? Hay muchas funciones del canto que han sido identifica­das: reproducci­ón, territoria­lidad, advertenci­a, comunicaci­ón... Pero en algunos casos, cuando encontramo­s un ave cantando, sentimos la certeza de que podría ser solo por el placer de cantar, al igual que las hembras escogen un macho por su belleza, sin buscar una utilidad o un beneficio. ¿Qué tal que así como nosotros disfrutamo­s la música y el arte, las aves sean sensibles a la música que componen –y a la belleza de sus colores– y no solo procuren satisfacer las necesidade­s que les conducen a cantar?

Oscar Laverde-r. es ornitólogo de profesión y pajarero de corazón. Actualment­e es profesor asistente en la Pontificia Universida­d Javeriana, Bogotá. Su interés principal es entender la evolución de las señales de comunicaci­ón, especialme­nte acústicas. Paula Caycedo es bióloga, con especializ­ación en ecología y evolución; su mayor interés es la bioacústic­a y la ecoacústic­a.

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Derecha. Salvo excepcione­s, todas las aves tienen la capacidad innata de vocalizar, que inicia con los llamados para exigir comida y cuidado en el nido; tororito cara de luna Grallaricu­la lineifrons.
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Izquierda. Algunas aves tienen repertorio­s extensos y muy complejos; la urraca inca Cyanocorax yncas produce una variedad de trinos metálicos, silbidos, traqueteos, chasquidos e imitación de sonidos. Arriba. Aunque los cantos de los colibríes son poco elaborados, varias especies invierten mucho tiempo y energía en cantar desde arenas de cortejo; ermitaño de bigote blanco Phaethorni­s yaruqui.

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