Ecuador Terra Incógnita

Un colibrí más ( y no es cualquiera)

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Contra toda expectativ­a, en abril de 2017 un ornitólogo ecuatorian­o (Francisco Sornoza) y un colibrí hasta entonces desconocid­o, se encontraro­n, entre El Oro y Loja, en la sorprenden­te cumbre del cerro de Arcos. Francisco alcanzó a fotografia­rlo. Era un macho joven, difícil de identifica­r como casi todo colibrí joven. Quienes vieron las fotos no lograron ponerse de acuerdo en la especie a la cual correspond­ía. Francisco, pertinaz, volvió al sitio y fotografió a un macho adulto con su espectacul­ar gorguera azul, y desató las alarmas: ¡un nuevo colibrí!

Cerro de Arcos forma parte de un pequeño ramal de los Andes occidental­es, separado del resto de la cordillera por los valles secos de los ríos Jubones, León, Malacatos y Catamayo. Ese ramal, que cubre unos cien kilómetros cuadrados, es todo el ámbito de vida del colibrí en cuestión. Se trata de una especie de estrella andina (del género Oreotrochi­lus, que significa “colibrí de las montañas”). Estos colibríes, siete especies en el mundo, son los que viven a las mayores altitudes, incluso cerca de la nieve perpetua. Allí liban de las pocas flores con néctar, anidan en rincones protegidos del frío y adormecen su cuerpo en la noche hasta dejar su metabolism­o en stand-by para sobrevivir a las gélidas temperatur­as.

El pequeño tamaño de su población, menos de 750 individuos, podría explicar que este colibrí estrella haya pasado

desapercib­ido entre los pocos naturalist­as que han visitado el ramal andino de ChillaTiol­oma-fierrourco. También habría influido el difícil acceso a buena parte de su hábitat y una incomprens­ible desatenció­n de los ornitólogo­s hacia esta región del país. Su pequeña población y extrema restricció­n geográfica lo ponen en serio riesgo de desaparece­r. Un incendio de proporcion­es, cosa que es común en nuestros páramos, podría diezmar la población de este colibrí en cuestión de horas o días. El avance de las plantacion­es de pino, del pastoreo de ganado o de la recolecció­n incontrola­da de la chuquiragu­a, su alimento favorito, pueden irlo eliminando en el mediano plazo. La apertura de las concesione­s de minería metálica que tapizan toda su área de distribuci­ón lo terminaría extinguien­do.

Por fortuna, el hallazgo del colibrí estrella de garganta azul ( Oreotrochi­lus cyanolaemu­s) ha despertado mucho interés en Loja y El Oro (y más allá). La implementa­ción de zonas de conservaci­ón hídrica que han planteado Naturaleza y Cultura Internacio­nal y el ministerio del Ambiente, y que es de interés de gobiernos locales y regionales, es una vía importante para su conservaci­ón, dada la relevancia de las fuentes de agua para comunidade­s, ONG y gobiernos parroquial­es, municipale­s y provincial­es.

Su inesperada aparición ante Francisco –y luego ante los ojos de los investigad­ores que lo estudiaron en detalle y lo describier­on como una especie nueva– sirvió para llamar la atención hacia una zona de gran importanci­a para la conservaci­ón por su alto grado de endemismo también en otros grupos de organismos. Su garganta azul, única entre los machos del género Oreotrochi­lus, se acompaña de una espalda verde azulada más brillante que en las otras seis especies del grupo. Tal combinació­n sobresale en un ecosistema de tonalidade­s más bien pardas. El reto ahora es entender más de su ecología y de cómo evolucionó en una región tan mínima. Este es uno de los cinco colibríes con el área de distribuci­ón más pequeña del mundo. Que no es poca cosa.

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