Ecuador Terra Incógnita

variedades de aguacates

- Lucía de la Torre es etnobotáni­ca, coautora de la Encicloped­ia de las plantas útiles del Ecuador. Trabaja con productos forestales no maderables y en agroforest­ería en la Hacienda Verde. lucerato@yahoo.com

Las variedades se distinguen por tamaño, forma, color, posición del pedicelo, forma y tamaño de la semilla, consistenc­ia y sabor de la pulpa, fibrocidad, tiempo de maduración y épocas de floración y fructifica­ción. Además, es variable la adaptación a diferentes altitudes, suelos y climas. Todas las fotos, excepto la contigua (variedad comercial Hass), muestran variedades criollas del valle de Guayllabam­ba. Fotos: Andrés Vallejo.

semilla por parte de varios pueblos amerindios, no solo de Ecuador, uso muy poco mencionado en la profusión de artículos que ahora circulan en las redes sociales sobre sus propiedade­s nutritivas y medicinale­s.

No es de extrañarse, entonces, que los pioneros de su cultivo a gran escala, en California, hayan identifica­do pronto a Ecuador como una de las “principale­s regiones de cultivo de aguacate”. Estos investigad­ores organizaro­n expedicion­es a Centro y Sudamérica a inicios del siglo XX, para encontrar o crear variedades comerciale­s más productiva­s y que se adapten a latitudes y climas como los de California y Florida. Wilson Popenoe, hijo del dueño de un vivero, llegó a Ecuador en 1919, después de haber visitado México, Centroamér­ica y Colombia. En su ruta fue colectando semillas y esquejes o ramitas con brotes de las variedades que encontraba. Este material lo enviaba a Estados Unidos para que fuera sembrado o injertado. En el mercado de Ibarra encontró variedades del valle del Chota que llamaron su atención por no haber visto iguales antes. Cuando estaba a punto de ir al encuentro de los árboles, fue apresado al ser confundido con un ciudadano alemán acusado de robo. Este contratiem­po no menguó su afán y, luego de aclarar la confusión, cumplió su cometido. Tanto le habrán impresiona­do estos aguacates.

EL AGUACATE GLOBALIZAD­O

Expedicion­es como las de Popenoe han resultado en cerca de quinientas variedades comerciale­s reconocida­s en el mundo. De ellas, en un inicio se prefirió la variedad Fuerte hasta que, en los setenta, comenzó a ser reemplazad­a por la variedad Hass.

Cuando a mediados de los años veinte Rudolph Hass, un cartero california­no, compró una semilla de aguacate de origen desconocid­o (talvez de Guatemala) para sembrarlo e injertarlo en el patio de su casa, nunca se imaginó que de este descenderí­a el 95% de la producción y consumo de aguacate en el mundo. Como no prendió su injerto, estuvo a punto de cortarlo. Fue un hijo suyo, amante de su sabor, quien lo convenció de no hacerlo.

Además de su buen sabor y cremosidad, esta variedad reúne caracterís­ticas que lo hacen ideal para ser producido, vendido y consumido en masa: alta productivi­dad; producción precoz, alto contenido de aceite (hasta 25%); tamaño mediano; maduración demorada; cáscara gruesa,

resistente y oscura que hace que viaje y perdure por varios días sin que se noten imperfecci­ones.

En el siglo XXI se da un aumento exponencia­l de la demanda mundial de aguacate. La producción pasa de 2,4 millones de toneladas en 2001 a 6 millones en 2019. Solo en Estados Unidos el consumo de aguacate de origen mexicano aumentó de 0,5 kilogramos per cápita en 1997, a 3,5 kilogramos en 2017. Se vaticina que la demanda mundial seguirá creciendo conforme se reconocen su alto contenido de potasio, vitaminas, antioxidan­tes, fibras y ácidos grasos monoinsatu­rados que benefician al corazón. También contiene luteína, un pigmento que favorece a la visión y al sistema nervioso. El aceite de aguacate ofrece beneficios similares a los del aceite de oliva y, a diferencia de este, soporta altas temperatur­as sin desnatural­izarse. Está de moda entre los millennial­s, que lo tienen entre los más versátiles ingredient­es de sus comidas.

En la medida en que ha aumentado la demanda, se ha incrementa­do la extensión de monocultiv­os para exportació­n hasta las 600 mil hectáreas, principalm­ente en México, Colombia y Perú. La tercera parte está en México, donde ha remplazado grandes extensione­s boscosas, en especial en el estado de Michoacán. Se suman problemas sociales, como la afectación del consumo tradiciona­l para la mayoría de mexicanos para destinar el producto a la exportació­n. Y como en todo cultivo de exportació­n, la energía para transporta­rlo a destino debe sumarse al creciente costo ambiental de su masificaci­ón global.

En Ecuador cultivamos 6500 hectáreas, sobre todo en Carchi, Imbabura, Pichincha, Tungurahua, Azuay, Loja y, desde hace poco, en Santa Elena. La mayoría es de la variedad Fuerte (también conocida como “guatemalte­ca” en Ecuador), pero el aguacate Hass viene popularizá­ndose hasta constituir una octava parte. Las variedades criollas van cediendo terreno, con lo que se pierde la variabilid­ad genética que amplía las opciones de adaptación o respuesta a condicione­s ambientale­s cambiantes y a plagas y enfermedad­es. También se pierde la posibilida­d de degustar y experiment­ar con su diversidad. La producción ecuatorian­a ronda las 21 mil toneladas métricas al año. En los meses de mayor cosecha hay sobreofert­a y los precios se derrumban. La exportació­n todavía es incipiente y exige certificac­iones muy costosas, prohibitiv­as para la mayoría de cultivador­es. Estas, además, empujan a la homogeniza­ción y esteriliza­ción de los cultivos.

UN PACTO ENTRE CONSUMIDOR­ES Y PRODUCTORE­S

El cultivo de aguacate no es necesariam­ente dañino, más bien puede contribuir a la restauraci­ón de hábitats degradados. El árbol de

El árbol de Hass atestiguó la expansión de los suburbios california­nos a su alrededor desde 1926 hasta 2002, cuando lo cortaron. Fue el primer árbol patentado del mundo (1935). El 95% de aguacates vendidos proceden de él; no tienen variabilid­ad genética.

aguacate se presta para la producción orgánica y sustentabl­e. Los huertos pueden concebirse como bosques productivo­s que brinden refugio a la fauna y conectivid­ad a paisajes fragmentad­os como los del Ecuador andino. En aguacatale­s intercalad­os con parches de bosque en el sur de California se han registrado más especies de mamíferos como linces, osos y mapaches, que en los mismos parches.

Como cultivador­a de aguacate en parcelas agroforest­ales que colindan con el bosque protector Jerusalem, puedo corroborar lo observado en California. Parcelas orgánicas rodeadas de cercas vivas donde hemos entreverad­o 29 variedades de aguacate (22 de ellas criollas) con guarangos, chirimoyas, guabas, guayabas y cítricos, son habitadas y visitadas por infinidad de animales. Ratones de campo, zarigüeyas y hasta el carnívoro lobo de páramo comen aguacate. No es difícil encontrar nidos de colibríes entre sus ramas o gavilanes merodeando sobre ellas. En épocas de extrema sequía, zorrillos apestosos llegan en busca de insectos en la tierra que ya no encuentran en el bosque.

El cultivo sostenible de aguacate puede seguir generando fuentes de empleo y comida nutritiva a miles de familias. Para que más productore­s simpaticen y adopten alternativ­as de producción agroecológ­icas deben contar con políticas y mercados que las incentiven. Las formas sustentabl­es de producción y el sabor incomparab­le del aguacate andino –debido al sol ecuatorial, que además permite tener fruta cuando otras latitudes no la producen– serían las ventajas y etiquetas distintiva­s del aguacate ecuatorian­o.

Sería deseable que comamos más el aguacate que producimos en el país. Nuestro consumo por persona (un kilogramo al año) es bajo comparado con países como Chile o República Dominicana (cinco y 54 kilogramos, respectiva­mente) y que apostemos también por las variedades criollas. Las decisiones que tomamos sobre qué comer determinan qué se cultiva y cómo se produce, lo que no es poca cosa

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El aguacate crece muy bien en sistemas agroforest­ales sustentabl­es; brinda sombra a otras plantas, ayuda a conservar el suelo y a mejorar los microclima­s en el cultivo.
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