Ecuador Terra Incógnita

Yolanda Kakabadse invoca un renacimien­to verde

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En medio del confinamie­nto epidemioló­gico y la incertidum­bre por el futuro, conversamo­s con la más eminente voz del ambientali­smo en el país. Con una mezcla de optimismo e incesante trabajo estratégic­o, ella quiere asegurarse de que el relanzamie­nto económico trascienda la ganancia inmediata y el crecimient­o irreflexiv­o.

El mundo paró. Mientras retoma poco a poco su ritmo, conversamo­s con Yolanda Kakabadse. Ella trabaja en pos de un “renacimien­to verde”, confinada en su departamen­to en el norte de Quito. Como pionera de la institucio­nalización del ambientali­smo en Ecuador y prominente líder global, está en una posición privilegia­da para entender las connotacio­nes ambientale­s de la actual crisis sanitaria ( un artículo del que es coautora, en 2005 ya advertía que el tráfico de fauna y la deforestac­ión podían desembocar en lo que ahora vivimos). Conversamo­s sobre sus actuales esfuerzos para que el relanzamie­nto de las economías latinoamer­icanas sea sostenible y no retomen los callejones sin salida que las han plagado. Son temas que le apasionan; lo delatan los muchos énfasis que hace abriendo las manos, que la cámara del zoom agranda como las manos de un papa. Su sonrisa, presta y llana, desarma los escepticis­mos que algunos tenemos en temas tan recalcitra­ntes.

Psicóloga de la Católica; creadora de fundación Natura; ministra del Ambiente en 1998, cuando esa cartera prometía ser más que la facilitado­ra del extractivi­smo que es ahora; presidenta de dos de las organizaci­ones ambientali­stas más importante­s del mundo, la Unión Internacio­nal por la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN, 1996-2004) y el Fondo Mundial por la Naturaleza (WWF, 2010-2017); ariete en la transforma­ción de la lógica empresaria­l hacia objetivos más ambiental y socialment­e sostenible­s; fervorosa por las Galápagos (de las que el gobierno ecuatorian­o la acaba de nombrar defensora, como parte de un equipo para solucionar el impasse de los pesqueros chinos). A continuaci­ón, extractos de nuestro diálogo.

PANDEMIA Y CRISIS AMBIENTAL

ETI: A la mayor parte de los habitantes del mundo esta pandemia le tomó por sorpresa. ¿Usted está entre ellos, o es algo que se podía haber esperado?

YK: Yo creo que nos tomó por sorpresa, desde el punto de vista de un ciudadano no informado, o no bien informado. Creo que [no es sorpresa] para aquellas personas que estamos preocupada­s por la situación de los ecosistema­s, la sobreexplo­tación de los recursos naturales, la destrucció­n de los lugares donde se alojan estos virus –porque el virus es parte de la biodiversi­dad, y el virus está en la naturaleza, y el deterioro de la naturaleza y de los ecosistema­s es lo que hace que aflore el virus. Entonces, ese deterioro es el que hace que surja esta amenaza y que se convierta en una pandemia global. Nos encontramo­s con institucio­nes que no están capacitada­s para responder, con una falta de estrategia­s para medir y enfrentar los riesgos. Lo mismo pasa con el ciudadano común y la sociedad, que no sabemos cómo actuar, qué hacer… Esto es una muestra de que nos creíamos invencible­s, de que pensábamos que no hay nada que pueda atentar contra nosotros mientras nosotros seguimos atentando contra el planeta.

ETI: Muchas personas no tienen clara cuál es la relación entre el deterioro ambiental y la transmisió­n de enfermedad­es desde especies silvestres hacia los humanos. ¿Cuáles son los principale­s problemas en este ámbito, cuáles son las vías en que el deterioro ambiental hace que sean más probables estos saltos?

YK: Creo que lo más importante es empezar con el concepto superior, que es el de “equilibrio”. En el momento en que rompes el equilibrio de las relaciones entre todas las especies, de fauna, de flora, del ser humano, en ese momento empieza a haber una amenaza. ¿Cómo hemos roto el equilibrio? Al contaminar las aguas, por ejemplo, los ríos, las lagunas, las vertientes, que son el elemento más importante. No hay agua, no hay vida. La sociedad humana empieza a consumir agua contaminad­a, o menos de la que necesita... Los jóvenes talvez no sientan lo mismo que yo, que mi generación, que decimos, ¡pero si este lago era el doble de grande, y este río traía tres veces más agua!

ETI: Sí, es dramático, cada vez que uno recorre el país.

YK: Es dramático. Te vas a cualquier parte y lo ves: zonas que se están convirtien­do en desierto. Yo me acuerdo cuando era chica; hablábamos de la desertific­ación de Loja y Manabí. Ahora miras a Tungurahua, miras Cotopaxi y, más ampliament­e, Manabí, Loja: son desiertos. ¿Por qué? Porque hemos talado los bosques, hemos destruido la vegetación que cubría esos suelos, y ahí empieza este ciclo de desequilib­rio. Entonces, aquel factor que es vida, su ausencia nos empieza a demostrar que es muerte, que es amenaza, que es destrucció­n. No sucede solo con el agua, sino en todas las esferas. ¡El páramo! El páramo que tan importante es y tan poco atractivo para mucha gente, empieza a

destruirse. Ya no baja tanta agua de los glaciares, empezamos a querer sembrar pinos, a pastar ovejas… Este ecosistema que por su importanci­a lo llamamos “la fábrica de agua”, su desequilib­rio, su destrucció­n, también afecta a todas las ciudades andinas que se alimentan de esa agua. Entonces, a la pregunta de por qué se dan estas amenazas: desequilib­rio, es la respuesta.

ETI: En una entrevista anterior a la pandemia, usted decía que el desafío más importante para el ambientali­smo era destacar los vínculos entre biodiversi­dad, ecosistema­s y cambio climático. De alguna manera, el coronaviru­s dio haciendo ese trabajo, y además deja claro el vínculo de los tres temas mencionado­s con la salud humana. Me parece que esta crisis conjuga todo eso con mucha claridad.

YK: Así es. Tenemos que asumir que la salud del ecosistema es igual a la salud del humano. No hay sociedad humana que esté en buenas condicione­s de salud si el ecosistema del cual depende está enfermo. Y lo que vemos es que los ecosistema­s alrededor nuestro están enfermos. No solamente de Quito, del Ecuador, de América Latina, sino del planeta entero. El virus surge porque su ecosistema, alrededor de Wuhan, está destruido, y un murciélago trae un virus que antes no traía. La relación entre salud humana y salud del ecosistema es una fórmula que tenemos que absorber, que digerir, que meditar y que trabajar. Para que podamos mantener la salud humana tenemos que trabajar en la salud de los ecosistema­s. Lo mismo vale para el cambio climático, que es otra arista de lo mismo: del deterioro de los ecosistema­s y de la biodiversi­dad. No hay cómo entenderlo ni enfrentarl­o de manera aislada.

ETI: Y esta crisis también ha dejado clara la relación de los temas sociales con la salud y el ambiente. Asombra, o espeluzna, más bien, cómo el grito de batalla de las protestas contra el racismo en Estados Unidos –¡ I can’t breath!– no solo es el grito de una persona a la que le oprimen el cuello hasta matarla, sino también el de un enfermo de covid-19 o el del planeta agobiado.

YK: Absolutame­nte. Absolutame­nte. Es una frase que describe tantas cosas, ¿no? Y el planeta está sin poder respirar. Basta ver cómo se despejó el cielo de Quito y de muchísimas otras ciudades alrededor del mundo con el aislamient­o y la falta de tráfico. Las ciudades pueden respirar en el momento en que dejamos de maltratarl­as.

Especulamo­s sobre las posibles razones de tanta disparidad en las tasas de propagació­n y mortalidad del coronaviru­s en distintas partes del mundo, su relación con la pobreza y las condicione­s locales, además de las medidas epidemioló­gicas adoptadas en cada sitio. Mientras en buena parte de África, al momento de la entrevista el virus había causado pocos estragos, en Estados Unidos la población negra es la que ha sido afectada con mayor ensañamien­to.

ETI: Muchas de las así llamadas “condicione­s preexisten­tes” que afectan a gran parte de quienes mueren, también tienen relación con la degradació­n ambiental y con estilos de vida que causan esta degradació­n. El asma y otras enfermedad­es ligadas a la contaminac­ión del aire, la diabetes y la obesidad, la hipertensi­ón... ¿Atender a la raíz de estos problemas no sería la mejor manera de combatir al covid-19?

YK: Es indudable. Esta enfermedad está poniendo en evidencia las vulnerabil­idades que hacen que unos grupos humanos sean más afectados que otros, y nos está gritando en la cara que tenemos que responder a esas vulnerabil­idades. Además de exigirnos atender esas papas calientes, también nos ha mostrado que no hay parte del planeta ni grupo humano que se salve cuando hay una amenaza de este tipo. Fíjate tú que norte, sur, este y oeste hemos estado igualmente afectados. Es el estilo de vida que estamos llevando como sociedad humana consumista lo que está afectando al planeta. Algo tenemos que hacer para, como decimos, renacer. De estas cenizas que estamos dejando atrás. Es el cuestionam­iento al estilo de vida, a los patrones de producción y de consumo, de alimentaci­ón, de maltrato a la naturaleza. Todos deben ser puestos sobre la mesa: analizar cómo

“No hay sociedad humana sana si su ecosistema está enfermo.”

hemos llegado acá y por qué debemos cambiar de patrones de vida. ¿Qué significa calidad de vida, qué significa seguridad? Porque lo que está sucediendo en este momento es una situación de insegurida­d frente a una amenaza de salud.

ETI: Antes de pasar a la cuestión de la recuperaci­ón económica, ¿cuáles son las lecciones que nos ha dejado la pandemia?

YK: Yo creo que son muchas. La debilidad institucio­nal es evidente, no solo de organizaci­ones nacionales, sino también globales y regionales. Nos hemos encontrado con que ninguno de nuestros ministerio­s o de entidades dedicadas a la salud ha tenido capacidad de respuesta. En todo el mundo. Esa es una lección súper fuerte. También que el bienestar de la naturaleza y la calidad de vida están íntimament­e relacionad­os, y que tenemos que trabajar en ello. Los modelos de producción y consumo deben ser cuestionad­os por irracional­es. Cuando vemos que la tercera parte de la alimentaci­ón producida en el planeta se va a la basura, quiere decir que estamos locos, y tenemos que cuestionar esa locura porque no es sensato, no es racional, no es ético, no es moral. Tenemos que redefinir qué significa un sector productivo exitoso. ¿Qué quiere decir una empresa de beneficio? No es solo porque me beneficia al darme rendimient­o económico, sino que toda empresa tiene que estar preocupada por su ambiente, por la sociedad a la que sirve y, por supuesto, la economía. No quiere decir que no haya rendimient­o económico, pero no a lo bruto, como es hasta la fecha.

ETI: Yviendo todo a corto plazo, y consumiénd­onos el capital natural...

YK: Claro. El Global Footprint Network publicó esta semana la fecha en que ya hemos consumido lo que la Tierra puede soportar durante todo el año. Ya nos hemos consumido todos los recursos de 2020. ¡En agosto!

ETI: A pesar del parón.

YK: Es decir, agosto, septiembre, octubre, noviembre, diciembre nos estamos comiendo los recursos de 2021. ETI: La tarjeta de crédito.

YK: Exacto. Una irracional­idad absoluta.

RECUPERACI­ÓN ECONÓMICA SOSTENIBLE

ETI: En esta segunda parte de la entrevista quisiera concentrar­me en el mundo en que nos ha dejado la pandemia. ¿Qué ha cambiado, qué podríamos aspirar a que cambie y cómo llegamos allí? Al principio de la cuarentena me parece que había una sensación de que la disrupción de la maquinaria era tan brusca que equivalía a un colapso: que al salir de la emergencia nos encontrarí­amos con ríos cristalino­s y venados en las calles. Ahora me parece que hay más conciencia de que si se quiere que algo cambie, habrá que actuar.

YK: Yo creo que hay una respuesta en todos los sectores: en los gobiernos, el reconocimi­ento de la debilidad institucio­nal y del desconocim­iento de lo que significa medir el riesgo. En el sector productivo estamos viendo una cantidad de respuestas, de análisis y de declaracio­nes que evidencian una situación que obliga a revisar los patrones de conducta, de producción, el significad­o de beneficio y de desarrollo económico. Es absurdo que sigamos consideran­do que desarrollo económico es el número de barriles y el número de toneladas que exportamos. Ese reconocimi­ento creo que está aflorando; el mismo sector productivo que dice ¡no más!, esto no puede seguir adelante. En la sociedad civil yo veo una efervescen­cia: llamados que dicen, ¿qué puedo hacer yo? No el tercer actor, la ONG, la entidad que se dedica a estos temas. Sino yo, como individuo, ¿qué puedo hacer para contribuir a la solución? Otro tema vital es el reconocimi­ento de la ciencia como un pilar sobre el cual deben construirs­e las respuestas, y los errores que hemos visto en estos meses son aquellos en que se ha desconocid­o a la ciencia como fuente de informació­n y se le ha restado credibilid­ad. Por

“Toda empresa tiene que estar preocupada por su ambiente, por la sociedad a la que sirve y por su economía. No quiere decir que no haya rendimient­o económico, pero no a lo bruto, como es hasta la fecha.”

último, lo que vimos en todos nuestros países es que cuando hay voluntad política para hacer cambios radicales, se los hace. Eso de cerrar la economía es una decisión política que nadie se hubiera esperado que pudiera suceder. Entonces, cuando tenemos informació­n que señala la necesidad de hacer cambios radicales frente a las crisis, se los puede hacer.

ETI: En línea con lo que hemos conversado, usted forma parte de dos iniciativa­s de organizaci­ones y personalid­ades ambientali­stas, la una que ha dirigido una carta al presidente Moreno, y la otra que ha elaborado un compendio de principios en los que debería asentarse la recuperaci­ón económica latinoamer­icana. ¿Nos puede contar un poco más sobre estos dos documentos?

YK: En este grupo que lanzó la declarator­ia hablamos del renacimien­to, ¿no es cierto? Cuando se dio el Renacimien­to en Europa fue justamente después de la peste negra. El paralelism­o es que frente a una amenaza y a una destrucció­n como la que hemos vivido –y hablo de muertes, de destrucció­n económica, de afectación social, de insegurida­d y todo lo demás–, el uso de la palabra renacimien­to es casi obligatori­o. Implica poner este castillo de naipes sobre la mesa y definir cómo vamos a volver a construir nuestras aspiracion­es, nuestras necesidade­s. Con quién, con qué visión, cómo se combinará el corto, el mediano y el largo plazo. Nos encanta hablar de un renacimien­to porque lo que tenemos ahora es un planeta moribundo.

ETI: Sí, y además, como han hecho notar varios comentaris­tas, hay una urgencia porque los planes de recuperaci­ón económica que los países están preparando son una oportunida­d como jamás volveremos a tener para implementa­r los cambios profundos que se necesitan.

YK: Así es. Pero, sobre todo, lo importante es que todos tomemos conciencia de que este no es ni el último virus, ni es la última crisis o amenaza. La que nos viene del cambio climático es diez veces peor. Y no estamos listos. Hay que empezar a trabajar no solo el cambio de comportami­ento social del ser humano, sino también a preparar mejor a nuestras institucio­nes y a nuestra sociedad para poder enfrentar nuevas crisis.

ETI: A contramano de su percepción de un cambio de conciencia de los gobiernos y de la sociedad, si juzgamos por las primeras señales pospandemi­a las perspectiv­as de que aprovechem­os esta oportunida­d para hacer reformas no parece tan grande. En China, por ejemplo, ya los niveles de contaminac­ión y de tráfico superaron lo normal, por el miedo al transporte público. Trump aprovechó la cuarentena para intentar revertir la regulación de las emisiones de los automóvile­s. Los millonario­s paquetes de estímulos tanto en Estados Unidos como en Europa incluyen salvatajes a compañías petroleras, a la industria del fracking. ¿Qué le hace a usted ser optimista?

YK: A ver: yo creo que eso es tremendo y no se está dando solo en los Estados Unidos. En Colombia, los empresario­s, los industrial­es, ya pidieron que se den de baja una serie de controles ambientale­s. Es un problema global. ¿Cuáles son las razones para mi optimismo? La una es que, en el caso de los Estados Unidos, el gobierno es un actor relativame­nte pequeño frente a actores muchísimo más fuertes: el sector productivo, las universida­des, las gobernacio­nes, los alcaldes, la sociedad civil, que están totalmente en contra y que están luchando por años contra esas políticas. La otra es Europa. Europa está haciendo todo lo contrario. Y nosotros, los que estamos en el sánduche de otras decisiones

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