El Yasuní de Guayaquil
La gastronomía o el ancho río Guayas son patrimonios irrepetibles de Guayaquil. También debería serlo el bosque seco que flanquea la ciudad, hogar de una importante diversidad de especies exclusivas de estos bosques. Es el caso del fantástico bosque protector Cerro Blanco, 6 mil hectáreas de la cordillera Chongón-colonche en las que destacan por estatura y belleza los ceibos y pigíos. Cerro Blanco es visita obligada para los guayaquileños amantes de la naturaleza, más ahora que se necesita salir del encierro urbano. En sus cuatro senderos es factible encontrar a la ardilla de Guayaquil, al hormiguero de chaleco, al trogón ecuatoriano o al gavilán dorsigrís. Otras especies más emblemáticas como el jaguar o el guacamayo de Guayaquil demandan dosis excepcionales de esfuerzo y buena suerte. El amor de los guayaquileños por Cerro Blanco se manifestó recién cuando se anunció que la autopista para el futuro aeropuerto atravesaría parte del bosque protector. Las autoridades avizoran la construcción de dos túneles de casi cuatro kilómetros en un extremo de Cerro Blanco, e incluso se han hecho trabajos para evaluar la factibilidad de excavar esos túneles sin contar con la licencia ambiental. La ciudadanía guayaquileña está alerta frente a los planes que se ciernen sobre su bosque protector. Mientras la viabilidad de esta obra se decide, la mejor forma de defender esta reserva es visitándola. En la actualidad, las visitas se hacen bajo reserva y con aforo limitado, entre 8h00 y 16h00. Para más información: 098 622 5077; fundacionprobosque@ymail.com