Ecuador Terra Incógnita

Sarayaku secreto

- fotografía­s de Misha Vallejo

Tal vez no haya otro lugar más emblemátic­o para la lucha antiextrac­tivista que Sarayaku, en el río Bobonaza. Misha Vallejo lo ha visitado durante años para fotografia­r su vida diaria, imbuida de la cosmovisió­n de “selva viva”. En ella conviven mundos visibles e invisibles en constante interacció­n, que ahora además incluyen las redes tecnológic­as y las del activismo global.

Uno de los priostes cierra la celebració­n del uyantza raymi para agradecer a la kawsak equipo logró cazar. Será el encargado de devolver estos elementos a la selva, ritual sacha, o selva viva. Viste las pieles, plumas y cabezas de todos los animales que sunecesari­o para cumplir con el ciclo de la vida.

Sarayaku –que quiere decir “río de maíz”– es una comunidad indígena a orillas del río Bobonaza, poderoso afluente del Pastaza. Su población de alrededor de 1300 habitantes la hace una de las principale­s comunidade­s kichwas de la Amazonía. Su importanci­a, sin embargo, no deriva solo de su tamaño. Es un sitio emblemátic­o para la resistenci­a al extractivi­smo en todo el país.

En 1988 la petrolera Arco incursionó en Sarayaku sin pedir permiso a sus habitantes. Sus maquinaria­s fueron incautadas y sus técnicos retenidos en la comunidad mientras se negociaba con el gobierno los que se conocerían como los “acuerdos de Sarayaku” sobre el reconocimi­ento y respeto a los territorio­s indígenas. Quizá por estos antecedent­es, Sarayaku fue el epicentro de la marcha indígena que en 1992 llegó desde el

Puyo hasta Quito, y que culminó con la entrega de títulos de tierra a varias nacionalid­ades amazónicas, entre esos, a Sarayaku, por 135 mil hectáreas.

En otro incumplimi­ento de los acuerdos con la comunidad y de los tratados internacio­nales, en 1996 el estado concesionó parte del territorio de Sarayaku a la empresa argentina CGC. Otra vez, la resistenci­a de la comunidad obligó a suspender las operacione­s. Tras varios años de acoso y represión, los indígenas pusieron una demanda contra el estado en la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, que fue resuelta a su favor. En 2012, la Corte Interameri­cana ordenó al estado indemnizar a la comunidad, pedir disculpas públicas, retirar los explosivos de prospecció­n sísmica que CGC dejó desperdiga­dos por el territorio y no volver a permitir actividade­s extractiva­s sin el consentimi­ento de los habitantes. Este es un antecedent­e que respalda las resistenci­as al extractivi­smo en todo el país e incluso en la región.

Además de lo justo de sus reclamos, el éxito de la defensa de Sarayaku se debe a que los sarayaquen­ses han desarrolla­do

sofisticad­as habilidade­s de comunicaci­ón pública. Para ello han aprendido a dominar las redes, tanto tecnológic­as como las del activismo global. Cada casa tiene un panel solar y se conectan al mundo a través de internet satelital. Algunos de sus jóvenes hablan inglés a la perfección. Sus líderes se destacan en influyente­s eventos junto a personalid­ades de Hollywood y activistas globales. En 2015, protagoniz­aron uno de los golpes publicitar­ios más mediáticos en la cumbre climática de París: navegaron por el canal de La Villette en la “canoa de la vida”, una canoa tradiciona­l amazónica. La canoa quedó expuesta por meses en el ayuntamien­to de París (www.tinyurl.com/45vmscha).

Desde una perspectiv­a esencialis­ta, esta penetració­n de las tecnología­s de la comunicaci­ón en la vida diaria puede ser tomada como una amenaza a la cultura autóctona. No así para sus protagonis­tas, para quienes resuena con su cosmovisió­n de “selva viva”: un mundo lleno de seres animados e inanimados que se comunican y conviven, todos dependient­es entre sí. A través de estos canales Sarayaku es modificado por el mundo, pero también busca impregnar al mundo con su cosmovisió­n (www.tinyurl.com/ejvkwpd4).

Misha Vallejo visita Sarayaku desde 1995 para fotografia­r la cotidianid­ad de los habitantes de esta selva viva. Sus imágenes –de las que aquí presentamo­s una muestra– son una interpreta­ción de esos mundos medio visibles, medio invisibles, que irrumpen los unos en los otros en ciclos recurrente­s

Izquierda. José Miguel Santi lidera una expedición de cacería nocturna en el río Rotuno, antes de la celebració­n de la Pachamama. Durante la época seca, los animales se congregan junto a su reducido cauce. Solo tras la celebració­n de ciertos rituales se permite cazar en este río sagrado. Arriba. La cabeza de un bagre gigante ( Brachyplat­ystoma sp.) con las marcas de los arpones con los que fue cazado. Estos peces pueden alcanzar el tamaño de una persona adulta.

Izquierda. Otoniel Gualinga con marcas rituales y una barba de piel de mono. Los dibujos masculinos suelen ser trazos geométrico­s y gruesos. Eran utilizados para infundir miedo en las batallas; hoy se los utiliza en festividad­es y protestas sociales. Arriba. El territorio de Sarayaku no es solo un espacio físico, sino un lugar donde las emociones entran en conexión con el mundo de los Seres Protectore­s, según la cosmovisió­n kawsak sacha.

Derecha. Un joven inspeccion­a con su mano la pie l traslúcida de un sajino ( Dicotyles tajacu) que se está secando para hacer un tambor.

Izquierda. Innumerabl­es seres transitan por los ríos, lagunas y cascadas de Sarayaku: el yaku runa, la yaku mama, el atakapi, el runa lagartu, el purawa, el yaku puma... Según kawsak sacha, ellos controlan y mantienen el equilibrio y la abundancia de las especies acuáticas. Derecha. Un joven con su cuerpo pintado con wituk

( Genipa americana). Los diseños geométrico­s son típicament­e masculinos, y en este caso emulan las escamas de una serpiente. Espera el inicio de las celebracio­nes en la plaza central de Sarayaku ( abajo).

El pelaje de un mono parahuaco ( Pithecia sp.) y las plumas de un paujil nocturno ( Nothocrax urumutum) son ahumadas en un campamento de cacería. Derecha. Javier Cisneros participa en una competenci­a de lucha en la plaza central de la comunidad durante las festividad­es de la Pachamama.

Arriba. Según el kawsak sacha, el ser protector amazanka es portador de sabiduría, salud, belleza y energía vital. Es el ser más respetado e importante de la selva. Izquierda. Magdalena Santi unta wituk en su trenza, donde puede mantenerse hasta por dos semanas.

Arriba derecha. Yaku Machoa juega con hojas y ramas, imitando a los mayores que visten pieles auténticas después de la cacería. • Imelda Gualinga de camino a Wayusa Net, el punto de conexión satelital a internet. Abajo derecha.

Inés Gualinga durante un descanso en el cuarto día del uyantza raymi.

Los dibujos faciales femeninos suelen ser más elaborados y finos que los de los hombres. • Un gorro hecho con un pico de tucán yace a orillas del río Bobonaza. Al entrar al pueblo de regreso de las expedicion­es que anteceden a las festividad­es, los hombres visten atuendos hechos a partir de los animales que han cazado.

Arriba. Penélope Santi toma un baño en el río Sarayakill­o antes de ir a la escuela. Abajo. Magdalena Santi prepara la cena en la cocina de su casa. Derecha. Un pequeño bagre es utilizado como carnada durante una pesca nocturna en el río Rotuno.

Misha Vallejo tiene una maestría en fotografía documental por el London College of Communicat­ion. Forma parte del colectivo fotográfic­o Runa. Ha publicado en numerosos medios de América y Europa. Esta muestra es parte de su documental transmedia “Secreto Sarayaku”, que incluye su tercer libro de fotografía, la plataforma web www.secretsara­yaku.net, y varias exposicion­es a lo ancho del país.

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