Las flores del gañal en la trenza de la vida
Oreocallis grandiflora suena a un nombre lejano y enorme. Es el apelativo científico del gañal, una planta que se puede observar con facilidad desde la carretera del parque nacional Cajas o en la vía Cumbe-loja. Contribuyen a esta visibilidad su hábito de crecer en extensos manchones y sus llamativas inflorescencias blancas encumbradas en matorrales de hasta diez metros de altura. No es solo su vistosidad –por algo su nombre en griego quiere decir “belleza ( kallos) de la montaña ( oreo)”– la que llama la atención. Los pueblos de los Andes lo han utilizado por siglos para el mal de hígado, la inflamación del útero o como diurético. El gañal es uno de los muchos ingredientes de la deliciosa y reconfortante horchata de Loja, donde se lo llama “cucharillo”. La fama popular de sus bondades ha propiciado que investigadores de Ecuador y Perú, país por donde también se extiende su rango, investiguen con mayor detalle sus propiedades químicas y medicinales. En la actualidad, se auscultan sus aptitudes como antiinflamatorio, remedio para la úlcera y la diabetes, como antioxidante y como ingrediente de protectores contra la radiación solar.
Sin embargo, no son las cualidades aisladas del gañal las que han despertado el interés de los científicos de esta historia. Es, más bien, su lugar como hebra esencial de la trenza de la vida en los Andes. Biólogos de la universidad del Azuay se propusieron estudiar los polinizadores de esta planta para entender cómo la evolución ha tejido las relaciones entre los habitantes de los bosques andinos.
El gañal crece arriba de los 1800 metros sobre el nivel del mar, en los bordes de bosques montanos y en áreas de matorral. Aunque su floración puede ocurrir durante todo el año, es en octubre y noviembre cuando Santiago Cárdenas, quien ha investigado esta especie durante cuatro años, encuentra “copitos blancos por todo el paisaje”. Estos copitos –sus flores– se transformarán en frutos luego de entre siete y ocho meses. Cuando estos maduran, las vainas se abren y dejan que el viento disemine las semillas.
Antes, para que la flor se convierta en fruto y el fruto entregue sus semillas, tiene que ocurrir la polinización de la flor.
La flor es el aparato reproductor de las plantas, con partes masculinas (los estambres) y femeninas (el pistilo). La polinización es la travesía del polen, que contiene los gametos masculinos, desde los estambres hasta el estigma –la parte del pistilo donde se iniciará la fertilización. Como las plantas no tienen locomoción propia, muchas se valen de distintos animales para hacer llegar el polen hasta su destino. Los atraen con, por ejemplo, el néctar que producen con ese propósito, como en el caso del gañal. Al ir de una flor a otra en busca de esta golosina, los polinizadores se llevan
consigo, además, granos de polen pegados a sus cuerpos, que luego depositan en el estigma de la próxima flor que visiten.
La importancia de los polinizadores radica en que la evolución favorece la polinización entre flores de plantas diferentes (pues así las semillas tendrán más variabilidad genética, es decir, mayores opciones de adaptación). El gañal, como otras plantas, tiene un mecanismo fascinante para favorecer esta polinización cruzada. Las flores del gañal son hermafroditas secuenciales. Al florecer, la flor es solo macho. Es decir que solo podrá aportar su polen a otras flores. La flor se transforma en hembra cuando ya los polinizadores han limpiado el polen de sus estambres. El polen que reciba tendrá que ser de otras flores. Solo si no hubiera polinizadores se activa el plan B: el polen de los estambres no limpiados caerá sobre los estigmas cuando la flor se vuelva femenina. No tan bueno como la fecundación cruzada, pero mejor que nada.
Por esta y algunas otras peculiaridades (por ejemplo, la variación de polinizadores a lo largo de su extenso rango geográfico), el gañal es ideal para estudiar la evolución y ecología de la polinización. Esto es lo que se propusieron Boris Tinoco y su equipo del laboratorio de Ecología Funcional de la universidad del Azuay, al que también pertenece Santiago Cárdenas.
¿QUIÉN VISITA AL GAÑAL?
Lo primero que la investigación buscó establecer fue cuáles eran los polinizadores del gañal en El Gullán –la estación científica que la universidad tiene en el suburbio cuencano de La Paz–, a qué horas visitan sus flores y con qué frecuencia.
La zona es un diverso mosaico de vegetación que se va transformando con la altitud: en las zonas altas muy verde y frondosa; más seca conforme se desciende.
Como se esperaba por lo que se conocía de otras localidades, los primeros en llegar fueron los colibrís. Cada especie se relaciona con la planta de distinta forma. Por ejemplo, Aglaeactis cupripennis, conocido como rayito brillante por el arcoíris que lleva en su espalda, es un ave territorial: siempre se encuentra volando cerca de su árbol. Mientras mete su pico en la flor para obtener el néctar, su abdomen y garganta ciñen a la flor y se empapan con polen. Esta coincidencia de formas entre cuerpo y flor puede tratarse de una evolución conjunta, en que las formas se moldean mutuamente a lo largo de generaciones y generaciones por los beneficios que esto trae a uno y otro organismo. El rayito brillante expulsa a cualquier colibrí que intenta acercarse, pero otras especies también combaten por el gañal. Heliangelus viola, un
colibrí con un parche púrpura iridiscente en la garganta, en ocasiones logra ganar las batallas.
Metallura tyrianthina tiene otra estrategia: vuela muy bajo; así escapa de la vigilancia de los colibrís que están en la punta de la planta. El gañal también es visitado por colibrís ruteros, que recorren muchas plantas en un área extensa pero no defienden un territorio. Dentro de este grupo se encuentra Coeligena iris o frentiestrella arcoíris, un ave con vientre rojizo y cabeza iridiscente.
El néctar es un alimento muy calórico y una fuente de energía importante para las especies que lo consumen. La gran densidad de flores con abundante y continua producción de néctar, y una flor generalista (es decir, que no “calza” a la perfección con un solo polinizador sino que permite que muchos la frecuenten) hace que Oreocallis grandiflora pueda tener esta alta diversidad de polinizadores. Durante el día, más de diez especies de colibrís visitan esta planta en El Gullán. Esto era consistente con lo que se conocía y con lo que otros estudios habían encontrado en las poblaciones del Perú: los polinizadores del gañal eran varias especies de colibrís.
Así, colibrís es lo que buscaban Tinoco y su equipo. Sin embargo, a diferencia de las flores del Perú, que son fucsias, es decir, el tipo de flor que suele atraer a las aves, las de Ecuador son casi blancas. Las plantas utilizan flores blancas para atraer polinizadores nocturnos (pues los colores no son visibles con poca luz). Por curiosidad, instalaron cámaras de video infrarrojas para ver si algún murciélago visitaba las flores durante la noche. Y aparecieron: murciélagos sin cola lengüilargos ( Anoura geoffroyi), que en rápidas y precisas incursiones se llevaban consigo néctar y pólen. Se trata de un murciélago omnívoro, es decir, que el néctar constituye solo un complemento de una dieta más variada.
Lo que sí no esperaban es lo que les revelaría una de las cámaras. Una bolita nerviosa y peluda se encaramaba a la planta utilizando las duras hojas como escalera. Luego se abría paso entre las inflorescencias para meter el hocico en los
receptáculos de néctar, todo con tanta delicadeza, que uno o dos pétalos caídos eran su único rastro. Y claro, los estambres vacíos, pues sus meticulosas visitas y su esponjoso pelambre lo impregnaban del polen que le encomendaba la planta. Se trataba de un ratón: el sigiloso ratón arrocero de altura ( Microryzomys altissimus), común habitante de los páramos. Esta sí fue una sorpresa mayúscula (o minúscula, dado que no pasa de los diez centímetros). Hay pocos registros de ratones que se alimentan del néctar de flores. Instalaron más cámaras para cerciorarse de que no se trataba de una visita eventual, y aparecieron más ratones. Incluso, con el tiempo, se registró la visita de otra especie de ratón, algo más grande: el ratón campestre delicado ( Akodon mollis).
UNA ESPECIE GENERALISTA Y CLAVE
Como vemos, los visitantes del gañal son muchos y variados, diurnos y nocturnos, aéreos y terrícolas. Boris Tinoco comenta que los registros de nuevos visitantes siguen creciendo: se ha observado a loros endémicos y a gorriones que utilizan estas flores como un recurso suplementario cuando otros escasean. Todo esto hace al gañal una especie clave en el ecosistema (definida por los ecólogos como aquella que tiene una relevancia desproporcionada en relación con su abundancia). Su gran capacidad de captar energía del medio y convertirla en néctar abundante lo convierte en una fuente vital de recursos para las múltiples especies animales que lo visitan. Su conservación y propagación podría ser fundamental para el mantenimiento de esa biodiversidad.
Esto es justo lo que sugieren los últimos experimentos del laboratorio de Ecología Funcional, aún no publicados. Los científicos colocaron capuchones en las flores del gañal para eliminarlo artificialmente. La experiencia mostró que la desaparición del gañal significaría la carencia de recursos indispensables para los colibrís y otras especies, lo que podría causar extinciones locales y comprometer la estabilidad del ecosistema. Lo que aquí es un ejercicio académico, con frecuencia se vuelve dramática realidad. Santiago Cárdenas recuerda haber sido testigo de la destrucción de un bosque montano, hogar de su planta de investigación, para ampliar la frontera agrícola y el pastoreo, y el caso no es excepcional.
Por otro lado, la importancia que el gañal pueda tener para otras especies no contesta una pregunta clave que el equipo de ecólogos azuayos está intentando dilucidar: ¿por qué el gañal gasta tanta energía para producir esa cantidad de néctar para una legión de polinizadores? Una estrategia más habitual de las flores es especializarse en un solo tipo de polinizador. Los procesos de coevolución llegan a extremos tan asombrosos como el de las flores que se asemejan a la hembra de un insecto particular para que los machos vengan a “copular” con ellas (ver ETI 107), o el caso de flores tubulares que solo pueden ser polinizadas por enormes picos diseñados para ellas (¿o por ellas?), como el del colibrí pico de espada. Esta especialización les permi