No hay cielo como el de Quito
Por
años, los habitantes de Quito presumieron de su límpido cielo, como si el cielo no fuese el mismo para todos. La tradición oral y la música repitieron hasta la saciedad que no había cielo como el de Quito. Es cierto, “los cielos” en el enclave andino donde está la ciudad, al igual que a todo lo largo de los Andes, son especialmente lindos. En verano el azul refulge. En invierno, los anocheceres después de una lluvia sorprenden con sus matices. Sobre todo, solo desde la línea equinoccial, donde se asienta la ciudad, se pueden observar todas las constelaciones, tanto las del cielo del hemisferio norte como las del sur. Sin embargo, el cielo de Quito ya no es lo que fue. En las noches apenas se vislumbran unas pocas estrellas, las más luminosas, y, si está, desde luego la luna. Eso es a simple vista, pero a ojo de astrónomo la cosa es distinta. El Observatorio Astronómico de Quito ofrece una oportunidad soñada para muchos: mirar el cielo que nuestros ojos, por sí solos, no consiguen ver: estrellas, nebulosas, constelaciones, la accidentada geografía de la luna... Ahora, luego de una larga y forzada pausa por la crisis sanitaria, el Observatorio abrió nuevamente sus puertas desde fines de noviembre. Aún será posible realizar visitas virtuales, como se ha venido haciendo, pero las visitas presenciales, sea individuales o grupales, ahora son factibles. La entrada para grupos de más de diez personas requiere reservación previa.
Lunes a sábado, 9h00-13h00 y 14h00-17h00; en verano hay observaciones nocturnas.
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