El Comercio (Ecuador)

África es el gran destino de las inversione­s de China

En ninguna otra región del mundo se siente la presencia de la hegemonía de Pekín como en el continente africano

- Pedro Alonso.

En ningún lugar del mundo, el ascenso de China como potencia global se palpa más que en África, que se destaca como primer socio comercial y acreedor. Pero esa pujanza causa recelos y los más suspicaces denuncian ya un nuevo imperialis­mo.

Desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo, pasando por Lagos o Na ir obi,lapr esencia del gigante asiático en el continente resulta abrumadora: aeropuerto­s, carreteras, puentes, ferrocarri­l es, plantas hidroeléct­ricas, estadios, faraónicos edificios oficiales y-cómo no-teléfonosm­óviles llevan a menudo la marca de China.

Quizás la obra más simbólica de la estrecha relación entre África y chinase ala propia sede de la Unión Africana( U A) en Adís Abeba, un suntuoso y moderno complejo de veinte pisos de altura que costó USD 200 millones y fue un “regalo” del Gobierno de Pekín.

Más allá de esa generosida­d retórica, China ha convertido el continente en un tablero esencial para exhibir su modelo de liderazgo en la carrera por la hegemonía mundial. Si bien los contactos chino-africanos se remontan a la Ruta de la Seda, la red de rutas comerciale­s establecid­a desde el siglo I a.c., el actual despliegue de la potencia asiática germinó hace casi tres décadas.

Fue a comienzos de los años noventa cuando china decidió que sus compañías no solo debían salir al exterior sino “hacer de África una prioridad”, y “apostó a largo plazo” por esa región, según el profesor estadounid­ense Howard French.

“Nadie miraba a África, no pasaba nada en África en términos de desarrollo. África era vista como un problema por otros países, sin esperanza”, afirmó French, autor de libros sobre las relaciones chino-africanas, en una reciente conferenci­a en Nairobi.

El Gobierno chino, agregó,

vislumbró entonces que “algo increíble iba a ocurrir en África”en cuanto a“urbanizaci­ón y despegue demográfic­o”, en un entorno sin las infraestru­cturas necesarias para potenciar una economía competitiv­a.

Desde entonces, China ha desbancado a EE.UU. como primer socio comercial del continente. según cifras oficiales, el volumen del comercio chino-africano se cifró en USD 170 000 millones, en el 2017.

A diferencia de la ayuda al desarrollo en Occidente, atada con frecuencia a condiciona­ntes políticos, China fomenta inversione­s y préstamos basadosen la idea del beneficio mutuo sin intromisio­nes en asuntos internos, una opción muy atractiva para los gobiernos.

Tras años de cooperació­n enfocada en la explotació­n de recursos naturales para alimentar su crecimient­o económico, China centra hoy su estrategia africana en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (conocida como Nueva Ruta de la Seda).

Se trata de un titánico proyecto de infraestru­cturas lanzado en el 2013 por el presidente chino, Xi Jinping, que busca tejer una red comercial internacio­nal y conseguir que, mediante el ejercicio del “poder blando”, los países graviten alrededor de sus intereses.

En el marco de ese proyecto, el Xi Jinping anunció en septiembre, en el Foro de Cooperació­n China-áfrica, (Focac) un fondo de USD 60 000 millones para el desarrollo.

“El océano es vasto porque no rechaza ningún río”, expresó Xi ante casi 50 presidente­s africanos, haciendo uso de un proverbio chino para subrayar que su país será la punta de lanza de las economías abiertas que promueven la prosperida­d de sus pueblos.

“Los 1 300 millones de habitantes de China y los 1 200 millones de África quieren un futuro compartido”, proclamó, al prometer una colaboraci­ón basada en “sinceridad y resultados reales” y aseguró que ningún obstáculo frenará esa “marcha conjunta”.

Xi, que ha visitado cuatro veces África como gobernante desde el 2013, lo dijo en una coyuntura muy propicia para China, dado el actual desapego del presidente de EE.UU., Donald Trump, hacia el continente y la creciente pérdida de influencia de Europa.

Y recibió, claro, el aplauso de los mandatario­s africanos. “Con los valores que promueve, su forma de operar y su impacto en los países africanos, Focac refuta la idea de que un nuevo colonialis­mo está arraigando en África, como nuestros detractore­s quieren que creamos”, espetó el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa.

¿Es, pues, la Nueva Ruta de la Seda un acicate para el desarrollo de África o también el rostro de un nuevo imperialis­mo/colonialis­mo? Las críticas a ese expansioni­smo parten de argumentos como los que emplea el asesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton. “China usa sobornos, acuerdos opacos (sin procesos de licitación abiertos) y el uso estratégic­o de deuda para hacer a los países de África cautivos de los deseos y demandas de Pekín”, sostiene. Son “prácticas depredador­as”, dice.

El gigante asiático, principal fuente de créditos bilaterale­s en África, prestó al continente USD 95 500 millones entre 2000 y 2015, según un estudio de la Universida­d John Hopkins (EE.UU.).

El empresario nigeriano Benedict Peters, consejero delegado del grupo energético Aiteo, alertó en Fox News la llamada “diplomacia de la deudatramp­a”, es decir, cuando los países caen en una obligación de pago tan insoportab­le, que China ofrece una renegociac­ión de la deuda a cambio de activos estratégic­os o un trato preferenci­al.

El miedo a la “deuda-trampa” se dejó sentir a finales del 2018 en Kenia, cuando se filtró a la prensa un documento oficial que admitía que China podía hacerse con el control del puerto de la ciudad costera de Mombasa, uno de los más importante­s de África del Este, si el país africano incurría en suspensión­depagosdeu­nadeuda.

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AFP • La sede de la Unión Africana en Adís Abeba (Etiopía) costó USD 200 millones y fue una donación de Pekín.

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