El Comercio (Ecuador)

‘Crédito social’: ¿quién es bueno o malo en China?

Una política de seguridad se basa en nuevas tecnología­s para calificar a los ciudadanos. Lo aterrador es que no se necesita el permiso de las personas.

- Pedro Maldonado. Editor (I)

China, el gigante asiático que se alista para convertirs­e en la primera economía del planeta en la siguiente década, está usando tecnología­s como el big data o el reconocimi­ento facial para calificar a sus 1 300 millones de habitantes.

Hasta mayo pasado, 23 millones de chinos ya integraban una lista de ‘malos ciudadanos’, llamados deshonesto­s e indignos por sus propios compatriot­as.

Esta evaluación lleva el nombre de crédito social. Se trata de un sistema que califica toda actividad y comportami­ento de los habitantes de China. Se examina todo: la situación financiera de la persona, los hábitos de consumo, la profesión,el comportami­ento en redes sociales, etc.

Por ejemplo, si un chino compra cerveza o cigarrillo­s su puntuación baja, pero si halaga al Partido Comunista en redes sociales o dona sangre, su puntaje de crédito social mejora. “Respeto las normas de tránsito, si no lo hiciera perdería puntos” dice -en

un reportaje de France24xi­ao Wen Wang, una madre, esposa y trabajador­a china, consciente de que es vigilada permanente­mente.

El crédito social tiene la venia de las máximas autoridade­s del país. Con este modelo, los ‘buenos’ ciudadanos acceden a descuentos en servicios, como el transporte público o acceso a museos y biblioteca­s. Pero las personas con un bajo puntaje sufren una suerte de discrimina­ción: no pueden obtener un crédito bancario ni montar una empresa; tampoco se les permite inscribir a sus hijos en una escuela privada.

La máxima calificaci­ón es 950 puntos y las voces a favor de esta política aseguran que es por el bien del país. “Utilizando el big data, este sistema jugará un papel importante en la reconstruc­ción moral de la sociedad”, dice -a la misma cadena francesa- Lin Junyue, diseñador y defensor del modelo de crédito social.

En la recolecció­n de datos para elaborar los perfiles de ‘buenos o malos’ ciudadanos no solo interviene el Estado. Los bancos y las empresas privadas también colaboran con informació­n, que puede ser considerad­a privada, pero que de todas maneras se utiliza. Correos electrónic­os, interaccio­nes en redes sociales, uso de servicios financiero­s, entre otros, son los espacios en donde se obtiene la data que sirve para evaluar a la gente.

El reconocimi­ento facial es uno de los puntos medulares en este sistema de medición social que levanta polémica a escala global. Esta tecnología, que supera toda ciencia ficción (de hecho hay quienes la califican como ‘orwelliana’ por su similitud con ciertos pasajes de la novela distópica ‘1984’) permite identifica­r a las personas por su rostro. Es básicament­e un escaneo constante de las caras de cientos de miles de personas, mientras están en la calle o cuando realizan algún trámite en una ventanilla pública o privada.

Este sistema ya se utiliza en la actualidad para des bloquear teléfonos celulares, retirar dinero en cajeros de bancos, pagar en diferentes establecim­ientos, realizar controles en aeropuerto so identifica­r a sospechoso­s en eventos multitudin­arioscomo conciertos o encuentros deportivos.

En Singapur, por ejemplo, el servicio de transporte público quiere implantar el pago con reconocimi­ento facial para evitar el uso de tarjetas o billetes de metro. El sistema identifica­rá a 60 personas por minuto, frente a las 40 personas por minuto que permite el tradiciona­l pago con tarjeta. Esto, sin duda, aceleraría el tránsito de pasajeros. Pero también se convertirí­a en un sistema de búsqueda de ciudadanos.

Para que el reconocimi­ento facial sea posible se requiere de todo un entramado tecnológic­o que incluye tecnología 3D. Pero más allá de la parte ‘tech’, lo que preocupa es el alcance de estos avances en nombre de la seguridad.

Lo aterrador del sistema, aseguran los expertos, es que no requiere permiso ni cooperació­n del individuo al que se ha aplicado. Allí entran todos los ciudadanos que pasan frente a una cámara en la calle, en un banco o en un estadio.

Está claro que los gobiernos y las empresas tienen nuestrosda­tos personales, conocen nuestros hábitos de consumo y nuestros contactos. Guardan nuestras huellas dactilares y ahora nuestros rostros están en sus manos. ¿Queda algo que no sepan?

La pregunta nos la hacemos a diario y en todo el mundo. San Francisco, tierra de libertades civiles, se convirtió en mayo pasado en la primera ciudad en Estados Unidos en prohibir el uso de la tecnología de reconocimi­ento facial. Otras ciudades, como OaklandyBe­rke ley, en el estado de california, y Somerville, en Massachuse­tts, también consideran permitir o no la vigilancia facial por parte de las autoridade­s.

“La tecnología de reconocimi­ento facial no es ni buena ni mala, es una herramient­a. La cuestión está en el uso que hagas de esa herramient­a ”, subrayaen el país de españa luis Baumela, profesor del departamen­to de inteligenc­ia artificial de la Universida­d Politécnic­a de Madrid.

Mientras los debates continúan en distintas esferas y con diferentes actores, los negocios a partir de la tecnología de reconocimi­ento facial avanzan con cifras elevadas. Mientras que en el 2017 este mercado alcanzó los USD 1 400 millones, se espera que este año la cifra ascienda a 1 900 millones, según el sitio de estadístic­as Statista. Además se calcula un crecimient­o sostenido hasta llegar a los USD 3 100 millones en el 2022.

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AFP • El reconocimi­ento facial mediante cámaras desplegada­s en espacios públicos es parte del sistema que evalúa a los ciudadanos chinos. Se aplica desde mayo del 2018.

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