El espejo de la Tricolor Sub 20
La campaña exitosa de la Selección Sub 20 en el Mundial de Polonia dejó un precedente que es incomparable y que obliga a los entes que administran el fútbol a replantearse en su totalidad.
Es inevitable desconocer que el futuro siempre ha estado en las categorías infanto-juveniles. Es allí donde los equipos profesionales tienen que reestructurarse y sostenerse hasta consolidarse como instituciones. Es hora de incluir recursos fijos en el negocio, que no sean aleatorios, para impulsar a esos miles de niños que aspiran a convertirse en futbolistas.
Uno de los equipos que lleva una ventaja, con un proyecto integral y sólido en el país, es Independiente del Valle, que también ha ido aprendiendo en el camino por ser un club joven.
El tercer lugar de la Sub 20 obliga a dirigentes y entrenadores de los clubes a tomar en cuenta a esos futbolistas que ganaron la medalla de bronce. Es necesario darles la continuidad que necesitan para que se fortalezcan profesionalmente y después sostengan a sus equipos en los torneos que jueguen.
Célico, antes de elegir a los 23 que jugaron el Mundial, hurgó por rincones de Esmeraldas, Guayas, Pichincha, Imbabura, Los Ríos, Sucumbíos... yendo él o enviando a sus colaboradores, para observar potenciales perfiles de seleccionados. Una muestra es que 300 jugadores fueron parte de este proceso.
La generación dorada, además, debe ser el sostén de la Selección mayor para los próximos años. No hay que obviar esa realidad, hacerlo sería dirigirse a la mediocridad.
Es válido reconocer el trabajo de Célico y sus colaboradores. Tiene la capacidad para identificar las aptitudes del futbolista, tanto estratégicas como tácticas, que se requieren en la modernidad. Conoce el fútbol del país, su idiosincrasia. Trabajó sin complejos, con humildad y sin soberbia, cualidades contrarias a las de otros entrenadores, incluido el de la Selección de mayores.
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