La anticorrupción, ¿un chiste?
S i el descubrimiento de la corrupción rampante que está destruyendo a nuestro país no fuera suficiente para hundirnosenprofundapreocupación, bien lo sería la renuncia presentada por el Presidente de la Comisión Cívica Anticorrupción, en cuyo texto se lee que la “cirugía mayor” anunciada por el Presidente Moreno no ha pasado de ser un “chiste de mal gusto”.
Con su autoridad ética, Jorge Rodríguez dice que, a pesar de que han pasado cuatro años desde cuando la Comisión presentara fundadas denuncias sobre “el festín contractualdelosúltimosdoceaños”,ningunahasobrepasado la “fase investigativa”; añade que son escasos los resultados de los procesos judiciales cuya lentitud parece propiciar su prescripción y estaría favoreciendo la impunidad para los presuntos culpables; se queja de la inoperancia de la justicia y concluye que el problema obedece a que, si bien han cambiado las cabezas de algunos órganos del poder, los niveles intermedios de autoridad siguen a cargo de los mismos obsecuentes correistas, coincidiendo en esto último con el criterio del ex Presidente Hurtado.
Hay que reconocer y aplaudir los cambios que Moreno ha introducido en el gobierno para restablecer la vigencia de los valores democráticos. Pero el cáncer no se cura extirpando la mitad del tumor maligno. Las medidas tibias y el ritmo lento con que las ha tomado, en lugar de resolver los problemas,estánmermandolaconfianzayelapoyo popular. Un porcentaje creciente cuestiona la labor presidencial y muchos más ya han perdido su confianza en la Asamblea y la Justicia. El país considera que a Moreno le ha faltado decisión para sanear la administración. Despierta sospechas y le perjudica mantener en ella a muchos que fueron parte de la corrupción correísta y usufructuaron de sus generosas dádivas, a quienes una justiciaimparcialyeficazyahabríasentenciado. Más aún: es evidente que algunos jueces, en recientes decisiones, no tuvieron la mirada puesta en la ley, sino en los intereses de Correaysusocialismo,deshonrandosufunción y volviendo imperiosa y urgente la más estricta evaluación de su conducta.
Bien se sabe que quien gobierna debe medir la oportunidad y las consecuencias de sus decisiones, pero cuando anuncia una cirugía mayor no cabe que la reemplace con unas cuantas aspirinas. El país está sospechando que esto último ocurre y, además de preocupado, empieza a caer en el escepticismo.
La grotesca aventura política protagonizada por el cura Tuárez -quien ahora pretende hablar directamente con Dios y ser su portavoz político- es un argumento incontrastable para eliminar el Cpccs, malévola institución fraguada por Correa, congruente con su declarada y dictatorial pretensión de ser, sin límite de tiempo, el presidente de todos los poderes.