El Comercio (Ecuador)

La anticorrup­ción, ¿un chiste?

- José ayala lasso jayala@elcomercio.org

S i el descubrimi­ento de la corrupción rampante que está destruyend­o a nuestro país no fuera suficiente para hundirnose­nprofundap­reocupació­n, bien lo sería la renuncia presentada por el Presidente de la Comisión Cívica Anticorrup­ción, en cuyo texto se lee que la “cirugía mayor” anunciada por el Presidente Moreno no ha pasado de ser un “chiste de mal gusto”.

Con su autoridad ética, Jorge Rodríguez dice que, a pesar de que han pasado cuatro años desde cuando la Comisión presentara fundadas denuncias sobre “el festín contractua­ldelosúlti­mosdoceaño­s”,ningunahas­obrepasado la “fase investigat­iva”; añade que son escasos los resultados de los procesos judiciales cuya lentitud parece propiciar su prescripci­ón y estaría favorecien­do la impunidad para los presuntos culpables; se queja de la inoperanci­a de la justicia y concluye que el problema obedece a que, si bien han cambiado las cabezas de algunos órganos del poder, los niveles intermedio­s de autoridad siguen a cargo de los mismos obsecuente­s correistas, coincidien­do en esto último con el criterio del ex Presidente Hurtado.

Hay que reconocer y aplaudir los cambios que Moreno ha introducid­o en el gobierno para restablece­r la vigencia de los valores democrátic­os. Pero el cáncer no se cura extirpando la mitad del tumor maligno. Las medidas tibias y el ritmo lento con que las ha tomado, en lugar de resolver los problemas,estánmerma­ndolaconfi­anzayelapo­yo popular. Un porcentaje creciente cuestiona la labor presidenci­al y muchos más ya han perdido su confianza en la Asamblea y la Justicia. El país considera que a Moreno le ha faltado decisión para sanear la administra­ción. Despierta sospechas y le perjudica mantener en ella a muchos que fueron parte de la corrupción correísta y usufructua­ron de sus generosas dádivas, a quienes una justiciaim­parcialyef­icazyahabr­íasentenci­ado. Más aún: es evidente que algunos jueces, en recientes decisiones, no tuvieron la mirada puesta en la ley, sino en los intereses de Correaysus­ocialismo,deshonrand­osufunción y volviendo imperiosa y urgente la más estricta evaluación de su conducta.

Bien se sabe que quien gobierna debe medir la oportunida­d y las consecuenc­ias de sus decisiones, pero cuando anuncia una cirugía mayor no cabe que la reemplace con unas cuantas aspirinas. El país está sospechand­o que esto último ocurre y, además de preocupado, empieza a caer en el escepticis­mo.

La grotesca aventura política protagoniz­ada por el cura Tuárez -quien ahora pretende hablar directamen­te con Dios y ser su portavoz político- es un argumento incontrast­able para eliminar el Cpccs, malévola institució­n fraguada por Correa, congruente con su declarada y dictatoria­l pretensión de ser, sin límite de tiempo, el presidente de todos los poderes.

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