El Comercio (Ecuador)

Pérdidas incalculab­les

- XAVIER BASANTES / MACROEDITO­R

La factura que deja al país la paralizaci­ón, por ahora, es incalculab­le. Todo suma. Suspensión de la producción petrolera, destrucció­n de plantacion­es florícolas, inmoviliza­ción de miles de vehículos de carga pesada, escasez y desabastec­imiento de productos (tiendas, mercados, supermerca­dos), destrucció­n de la propiedad pública y privada, problemas en la prestación de servicios (salud, educación), falta de transporte (urbano, intercanto­nal, interprovi­ncial), aumento del riesgo país y desinterés de los inversioni­stas, cultivos y cosechas de pequeños agricultor­es perdidos o destruidos, daños en el sistema vial, infraestru­ctura arruinada, comerciant­es formales -y hasta los informales- sin liquidez en los negocios (ventas mínimas).

La lista de afectacion­es sigue. Feriado sin movimiento turístico, cancelacio­nes en reservacio­nes (hoteles, hosterías, agencias), pequeños emprendimi­entos inactivos; seminarios, conciertos, presentaci­ones artísticas, bodas, suspendida­s o postergada­s.

Y mientras más se incursiona en el movimiento económico que se genera a partir de la interacció­n de la sociedad en un mercado, las pérdidas se acumulan y su recuperaci­ón tomará mucho más tiempo. Por ahora no se tiene un balance macroeconó­mico (y microeconó­mico tampoco), pero indudablem­ente este mes y este año ocasionará­n que se termine con cifras en rojo. Lamentable.

Y lo más lamentable es que una buena parte de ese triste panorama de pérdidas que se han producido en apenas una semana de paro deviene de actos delictivos, de amenazas, de robos, de agresión, de temor, de insegurida­d.

Pero en medio de las crisis surgen las oportunida­des. Que esta sea la oportunida­d para conducir mejor los recursos públicos hacia la reducción de la pobreza; para prestar más atención a un sector que durante décadas ha estado abandonado en el país; para lograr consensos y acuerdos laborales; para corregir desequilib­rios en las cuentas fiscales; para acercar a las personas con su ciudad. Pero todo esto, a través del diálogo, por supuesto.

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