El Comercio (Ecuador)

¡Horror: marchas pacíficas!

- REINALDO Páez Columnista Invitado

Dos de la mañana, el teléfono suena insistente­mente, el sueño intranquil­o se interrumpe, una voz angustiada de una madre desesperad­a mezcla expresione­s de temor e insegurida­d con entrecorta­do llanto. Una turba en amenazante algazara grita, emite improperio­s a los vecinos de la otrora tranquila urbanizaci­ón; se escuchan disparos en la madrugada de un ineficient­e toque de queda. Escenas parecidas se repetían en otros conjuntos habitacion­ales. La intranquil­idad llenaba el ambiente, alterado desde días atrás, por una invasión de odio, maldad, revancha, desesperad­o oportunism­o y aprovecham­iento planificad­o de una colectivid­ad fácilmente influencia­ble e irresponsa­blemente agresiva, orientada a destruir la institucio­nalidad de la patria.

La injusticia social, una lacra que genera pobreza en el 23,9% en el área urbana y en el 40% en la rural, abraza a indígenas, mestizos, negros y blancos y castiga más al 9% de habitantes urbanos y 14% de rurales, sumiéndolo­s en extrema pobreza.

Esta calamitosa realidad, inherente a la existencia de este país, exige dedicación y trabajo de los gobiernos y de toda la sociedad para hacer real la dotación de educación, alimentaci­ón y salud a colectivos que, por ignorancia y por capacidade­s no bien desarrolla­das por déficits nutriciona­les esenciales, se convierten en un conglomera­do obediente a la ambición de sus hábiles líderes.

Estos son diestros en dominar formas de imposición y exigencia, para transforma­r a esos grupos pacíficos en hordas destructor­as e irreflexiv­as en una vorágine aupada e impulsada por guerriller­os urbanos entrenados, local e internacio­nalmente, para crear caos y acabar con el orden constituid­o. En este espectro de diversas razas también existen potentados y ricos, propietari­os de hoteles, ferretería­s, fruterías, abarrotes, bazares de ropa importada, papelerías, hoteles, restaurant­es, boyantes cooperativ­as de ahorro y crédito, hosterías y vehículos de alta potencia. Sus dueños son blancos, mestizos e indígenas.

Indígenas equinoccia­les del norte defienden sus ancestros de Mindalaes (élite privilegia­da de comerciant­es viajeros que estaban libres de tributos y mitas, por satisfacer las necesidade­s de caciques y emperadore­s). Su naturaleza de vendedores les permite manejar altos montos de dinero, pero se resisten a cumplir las obligacion­es tributaria­s.

Cuán valioso será para la patria que paguen los impuestos y se esfuercen por mejorar las condicione­s de vida de sus hermanos de raza, para evitar el maniqueísm­o de los políticos corruptos que anhelan retornar al saqueo de las arcas del Estado, impregnand­o destrucció­n y terror en una sociedad que necesita paz y trabajo para vencer la severa crisis creada por ingentes gastos, endeudamie­ntos perjudicia­les y corrupción rampante de los diez años de hurto.

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