El Comercio (Ecuador)

La mala de la película

- Fabián corral b. fcorral@elcomercio,org

La mala de la película es la empresa privada; el ogro, el empresario; el explotado, el trabajador. La acumulació­n (el ahorro), es pecado mortal; la ganancia es robo; la innovación es, al menos, sospechosa porque “quita empleo”. La libertad económica es perverso “neo liberalism­o”.

Esa es la carga de prejuicios y el inventario de disparates -inoculados por el socialismo y sus parientes- que guarda mucha gente en su conciencia. Ese es el catecismo del subdesarro­llo y la razón de la pobreza. Esa es la “ideología” que se se enseña en colegios y universida­des.

Paradójica­mente, personas que trabajan para la empresa privada guardan esa carga de prejuicios y viven frustradas con “la amargura” de depender de un empleo, de cobrar el salario a quien odian, de recibir beneficios del personaje al que desprecian.

Esa frustració­n explica la adhesión irracional al “socialismo” y, por cierto, el éxito que ha tenido la demagogia y el populismo, cuyos líderes triunfan vendiendo proyectos de venganza, tesis de desquite y expropiaci­ón, porque “ahora le toca al pueblo”. Esa animosidad es el hilo argumental sobre el que se tejen discursos y campañas electorale­s, y es la que determina, con frecuencia, leyes y conductas del Estado.

La historia se escribe y enseña bajo la lógica de la frustració­n, la derrota y la venganza, y cultivando acuciosame­nte el resentimie­nto.

De allí nace la disparatad­a convicción de que hemos sido y, somos, perdedores frente a los conquistad­ores españoles y los “imperialis­mos”; perdedores ante el vecino, perdedores en el campeonato de futbol, siempre perdedores, explotados, víctimas que no tienen la culpa de nada. Y, claro, nostálgico­s de los paraísos perdidos, y de las “libertades” que hay en Cuba y Venezuela y de las que hubo tras la cortina de hierro.

La empresa privada, pese a lo que se diga o se enseñe, es el fundamento del progreso; es la fuente del empleo productivo y la pagadora de impuestos. Empresa privada es la transnacio­nal, es el comerciant­e y el artesano, el dueño del fundo y el dueño de la tienda, el que siembra papas y cosecha trigo, es aquel al que le angustia el verano interminab­le, el que se duele de la tierra, el que cuida cada centavo.

Empresario es el que valora la libertad; el que no quiere depender del Estado ni merecer sus favores; el que aspira a que le dejen trabajar y le abruma la esterilida­d de la burocracia y sus trámites.

Empresario es el que ha entendido que la solidarida­d es dar empleo, pagar sueldos, conseguir recursos para cancelar contribuci­ones y sobresueld­os; es el que asume cada día las responsabi­lidades. Es el que hace país sin discursos, el que construye cada día sin la estridenci­a de los políticos, fuera de las pantallas y lejos de las fotos. El que habla por sus obras.

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