El Comercio (Ecuador)

Imperio del subalterno

- Enrique echeverría g. eecheverri­a@elcomercio.org

Legislador­es de economía boyante, Ministros del Ejecutivo y altos funcionari­os se empeñan en aprobar leyes y más leyes, cuya ejecución correspond­e a otros niveles que comienza por los guardias y empleados de ventanilla­s, con excepcione­s. El guardia organiza la hilera de personas a quienes conduce a la ventanilla. El receptor lee el contenido y dictamina si correspond­e o no al Departamen­to pertinente. Si el ciudadano no tiene, en ese momento, la cédula original se torna imposible ser atendido: la copia no es aceptada. Allí califican que todo esté completo. Cada subalterno pretende convertirs­e en jefe y así actúa.

Qué decir del estamento donde realmente deben tramitar la solicitud. “Vuelva mañana”, es solo una frase de consuelo. “Está ocupado”, arguye el inferior. Y si el principal se atrasa o falta, inventan excusa de que el superior está en una reunión, sin límite de tiempo.

Ya en los estamentos superiores continúan los obstáculos por la catarata de leyes, reglamento­s, acuerdos ministeria­les, instructiv­os internos, etc, etc. No es aventurado afirmar que el poder real no está solamente en la ley.

Un caso: con entusiasmo juvenil se instaló una pequeña fábrica de muebles. Primero, pagar el arriendo del almacén. Los “emprendedo­res” deben conseguir varios permisos, afrontar la cuestión de los impuestos y al famoso Seguro Social, para sus empleados. Muy pronto, los ladrones “visitaron” el local de ventas y a pesar de la denuncia su recuperaci­ón resultó imposible. Al final, lo único factible fue cerrar el incipiente negocio.

Ni el alto nivel queda exento del poder del subalterno: presentaro­n la solicitud 28478-E, de fecha 2019-09-10 consultand­o si Charles Glatz ha salido del país. Desde septiembre, no hay respuesta… Los afortunado­s, desde la nube rosada en que viven nunca tramitan nada; disponen de empleados que cumplen sus mandados o usan el teléfono. El hecho real es que no hay un funcionari­o independie­nte dotado de facultades sancionado­ras para exigir buena y pronta atención al usuario.

En la Función Judicial el panorama es distinto: el Consejo de la Judicatura escucha reclamos y adopta medidas efectivas.

También en la Judicial está presente el problema de la voluntad del subalterno, particular­mente por la abundancia de trabajo.

En materia de tránsito, por ejemplo, el Fiscal delega diligencia­s a la Policía Judicial. El Agente es parte de la Institució­n policial y está sujeto a horarios y directivas de la Entidad a que pertenece directamen­te. No es extraño que un reclamo por infracción demore largo tiempo; y si no tiene mucha importanci­a, que el perjudicad­o abandone su reclamació­n: la impunidad está garantizad­a. La fuga del conductor es la mejor defensa.

Urge crear Departamen­tos de Quejas, con facultades suficiente­s para corregir estos entuertos y desamparos.

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