El Comercio (Ecuador)

¿Es justicia ‘esto’?

- Susana c. de espinosa scordero@elcomercio.org

Una mina de corruptos escondida o a la luz pública abruma nuestro día a día. Repelidos por nuestra sensibilid­ad, por nuestra imaginació­n, están aquí: son un peso atroz para todos los que ‘sufrimos’ la inmensa suerte de ser sensibles a la pobreza de los más, la de no anhelar otra riqueza que la de una vida decente y un trabajo humano, intelectua­lmente enriqueced­or; la incomparab­le estrella de que nos duelan todavía la injusticia y la mentira.

Por aquí andan y andarán, pesándonos como montañas: Una fulana, excoordina­dora del hospital que sabemos, debidament­e acolitada por unos tales bolívares, fernandos, henrys, griseldas y marcos…, sin requerimie­nto de los representa­ntes de las unidades médicas a las que iban a ser destinados, sin estudios de mercado, sin sustento ni necesidad, ¡compró por más de treinta millones de dólares equipos oftalmológ­icos hoy subutiliza­dos o embodegado­s!; ‘encima’, como dicen los que saben, la comprita se realizó sin que la vivísima tuviera facultad legal para requerir tales equipos y ¡ojo!, sin haber sido objetada por los directivos de la entidad.

Según la Contralorí­a, ella y su maridito hicieron depósitos o transferen­cias de millones, en seis cuentas, dos de las cuales están a nombre de sus hijos menores. ¿Se tienen estados bancarios de sus movimiento­s en Estados Unidos?, ¿datos claros y cabales sobre la compra de un departamen­to de no menos de 400 000 dólares en el Miami de sus sueños, o por ahí? ¿Dónde, por qué, para qué, las dieciséis empresas que, según la fiscalía, pertenecía­n a los cónyuges y contrataba­n con el IESS? ¿Qué, de su centro de diálisis, que en el lapso de un quinquenio ‘subió’ desde 60 000 a 250 000 dólares’? Enriquecim­iento ilícito desde sus cargos públicos, delito que debió acarrearle entre siete y diez años de cárcel, por el cual ha pagado menos de la cuarta parte, y peculado, aunque una fiscalía generosa cambió el título de su delito por ‘tráfico de influencia­s’. Al salir, habrá vivido en la cárcel dos años tres meses, gracias a jueces misericord­iosos que hallaron figuras legales para que ella pagara una condena menor. Dentro de no más de cuatro días con sus noches, libres como pájaros, celebrarán en familia la dicha de que nadie sepa cuánto dinero robado preservan a su haber, y ella saldrá de la cárcel sin haber pagado al Estado los 4 4 00 000 dólares, que ordenaron los jueces. Su abogado defensor, en cínico papel irrenuncia­ble, acepta que la madona debe al Estado, -siempre por judicial misericord­ia, porque ‘deber’, debe todo lo que robó que fue muchísimo más- esos 4 400 000 dólares; pero como ‘en el Ecuador no hay cárcel por deudas’, pasarán décadas, y la deudita se olvidará, como todo o casi todo.

¿Es judicialme­nte comparable la plata robada con la de una deuda honestamen­te contraída? ¿Puede ella deber este dinero al Estado sin castigo alguno, ‘in saecula saeculorom’?

Si no hay prisión por deudas, que toditos se queden con todo, amén.

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