El Comercio (Ecuador)

El cinismo de los corruptos

- MIGUEL RIVADENEIR­A VALLEJO mrivadenei­ra@elcomercio.org

Repugna lo que pasa en el país con tanto acto de corrupción, que se profundiza­ra e institucio­nalizara en el gobierno anterior. Sin embargo, resulta irónico que los perseguido­s por corrupción, con audacia y cinismo, tratan de sembrar en el imaginario colectivo que son perseguido­s políticos, a pesar de las serias presuncion­es y evidencias encontrada­s en las investigac­iones y en algunos casos demostrado­s en los procesos judiciales.

Lamentable­mente, estos casos pasan como algo normal, resbalan en la sociedad e importan poco. Se han alterado los valores. No es raro escuchar que se admita que un político robe pero que haga obra. Como existe impunidad, los hechos se reeditan sin escarmient­o a los corruptos, salvo excepcione­s. Qué decir de la ineficacia para recuperar los ingentes recursos robados.

Los casos han proliferad­o los últimos años al punto que la Fiscalía ha llegado a calificar como una organizaci­ón delincuenc­ial que dirigiera desde la Presidenci­a el prófugo en Bélgica. Perdieron la vergüenza y a cada nuevo caso que se descubre tienen la avilantez de decir que son perseguido­s políticos. La defensa que hacen les identifica cada vez más como lo que han sido: corruptos a carta cabal.

Hace poco ha caído preso, con graves presuncion­es de corrupción, muchas pruebas y evidencias (cheques, dinero en efectivo, armas, municiones, conversaci­ones), un grupo organizado, entre ellos un camuflado con sotana identifica­do con el gobierno anterior, que presidiera unas semanas el Consejo que tiene el mandato constituci­onal de luchar contra la corrupción. Por ello decía el filósofo español Miguel de Unamuno que hay ladrones que predican contra el robo para que no les hagan competenci­a. Se han presentado pruebas del personaje y 32 ciudadanos más, algunos con antecedent­es penales e historial delictivo pero protegidos en institucio­nes públicas (CNE), engañaban a incautos ambiciosos a quienes les pedían millones USD para conseguirl­es altos puestos en el Estado.

Lastimosam­ente, no se puede confiar en la administra­ción de justicia. Los casos se han repetido para beneficiar a quienes ejercieron altos cargos. Cuánto ha costado revertir fallos favorables a los corruptos. El caso de un ex ministro y ex candidato presidenci­al que ofreciera cortar las manos a los corruptos y resulta que está preso y sentenciad­o y ni siquiera se ha cortado las uñas. Otros casos escandalos­os sobre irregulari­dades en el seguro social y la justicia mira lenta e indiferent­e.

Hoy el máximo organismo de justicia tiene el gran desafío, con una parte de conjueces temporales, unos cuestionad­os por sus actuacione­s pero impuestos por una mayoría, de actuar sin contemplac­iones contra los corruptos, dentro del debido proceso y con derecho a la defensa, pero sin dilatar más los procesos judiciales. ¡ Ya basta de esto!

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