El Comercio (Ecuador)

Academia diplomátic­a

- Sebastián mantilla b. smantilla @elcomercio.org

La Academia Diplomátic­a, en un acto sobrio, solemne y cargado de simbolismo, acaba de reabrir sus puertas. Fundada en 1944 por Camilo Ponce Enríquez cuando fue canciller del presidente José María Velasco Ibarra, funcionó varios años como centro de capacitaci­ón de la diplomacia ecuatorian­a. Es en 1987 cuando el canciller Rafael García Velasco firma el decreto que la institucio­naliza como Academia Diplomátic­a.

Durante su vida institucio­nal, hasta el cierre en 2009 por orden del expresiden­te Rafael Correa y ex canciller Ricardo Patiño, se formaron distinguid­os embajadore­s, ministros y funcionari­os de carrera. La calidad de la formación impartida, basada en la cuidadosa selección de asignatura­s y docentes, le dio prestigio a nivel regional.

Los diez años de correísmo no solo fueron devastador­es para el país en términos de mal manejo de la economía, abuso, autoritari­smo, vulneració­n de derechos, corrupción… El servicio exterior también fue víctima de ello. No solo porque dejamos de tener política exterior (al entregar nuestras decisiones de política al eje La Habana-caracas) sino que buena parte de los funcionari­os que se formaron bajo un esquema labrado cuidadosam­ente a lo largo de los años fueron vapuleados, denigrados y hostigados por quienes se autoprocla­maron como dueños de la verdad. La política exterior al servicio de la ideología. De slogans populistas y posturas “socialista­s” que incluso estuvieron en contra de los altos intereses nacionales.

Tal fue el grado de decadencia en el que caímos que incluso llegamos a tener al mando de la cancillerí­a a extranjero­s sin la debida formación, experienci­a y respetabil­idad. Por ello, a medida que escuchaba las palabras del actual director de la Academia Diplomátic­a, Alejandro Suárez, y del canciller José Valencia, se apreciaba la emoción y el simbolismo que contenía cada palabra.

Ahora que la Academia Diplomátic­a ha sido reabierta, el desafío es grande. En primer lugar, retomar la formación de funcionari­os del servicio exterior de acuerdo a los más altos estándares internacio­nales, recuperand­o lo positivo del pasado pero enfocando la enseñanza a las prioridade­s que deberíamos tener como país. Nuestras delegacion­es diplomátic­as tienen el alto encargo de representa­rnos como país en el exterior pero deberían también tener un papel mucho más activo en el campo de la promoción de las exportacio­nes y del turismo, la realizació­n de actividade­s culturales, el impulso de proyectos de cooperació­n, entre otros.

En segundo lugar, el Ecuador, en un escenario tan desafiante y cambiante a nivel internacio­nal, debería cumplir algún papel. Su diplomacia podría ser parte de esas capacidade­s del Estado para contribuir a la solución de los problemas regionales y globales, sin dejar de lado la concreción de sus propios intereses nacionales. Eso está claro para los directivos de la Academia. Les deseo suerte y muchos éxitos.

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