Código Hammurabi de la Democracia
Voto por voto, diente por diente.
Subió a la Sierra el matemático Illingworth y dijo no al método D’ Hondt. Vino Mr. Webster.
Comodemostró el inefable Juan Pablo, hoy acomodado en altas cumbres de la asesoría continental, no hay como un buen apagón. Para no quedarse atrás los Tibisays de Evo hicieron uno y mega; se produjo cortocircuito.
No hay suma y resta que no se pueda acomodar con una coma y en el lugar exacto. Preguntar a los miles de ceros a la izquierda bien colocados.
Para que no participen tantos candidatos en el Código de la Democracia debiera excluir a todos los aspirantes que no hayan pagado impuestos. Así reduciríamos los 80 000 de la última elección a un máximo de 8. De los 274 partidos debieran suprimir a todos los que han ganado elecciones y que no han cumplido sus ofertas de campaña. Y a los que hayan robado se les quitará la cédula. Con una papeleta limpia llegaríamos a una elección facilita. Si después de filtro tan minucioso algún audaz queda vivo, se le premiaría con la reelección indefinida, hasta la muerte de su titular.
Para evitar el gasto electoral en tiempos de salvaje crisis, solo estarían habilitados para votar los miembros del gabinete en primer grado de afinidad y total consanguinidad.
Y si así quedaren aspirantes para segunda vuelta pediríamos el margen de error al Ratón Pérez y que asegure, como a Evo, 10 puntos sobre Don Nadie, que sería el contendor.