América Latina luce débil en la cumbre del cambio climático
Brasil se negó a organizarla y Chile ejerce la Presidencia de la COP25 en España
La Cumbre del Clima, la COP25 que tocaba por turno a América Latina, ha estado marcada por el infortunio desde el primer momento: Brasil renunció a organizarla con la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro al poder y, tras ese revés, Chile asumió dicha función, aunque a menos de dos meses de la celebración, las protestas sociales le hicieron renunciar.
A riesgo de que la reunión se cancelara y se pospusiera la negociación hasta el 2020, España se ofreció en el último minuto a acogerla, bajo la Presidencia de Chile, que durante toda la cita mantuvo la premisa de que lo hacía “en representación de
América Latina y el Caribe”.
Es un mantra que la presidenta de la cumbre, la ministra chilena de Medioambiente, Carolina Schmidt, ha ido repitiendo durante casi las dos semanas de celebración que están cerca de cumplirse, pero donde América Latina ha tenido una imagen desdibujada y donde también ha chocado con la gestión de Chile.
Entre tecnicismos, terminología y puntos delicados, en una cumbre de la que no saldrá ningún acuerdo relevante, el hermetismo en las negociaciones se ha convertido en uno de los protagonistas de la cita.
La poca información por parte de las fuentes oficiales discrepa con las ganas de los observadores de informar a los periodistas sobre el estado de las negociaciones, que podrían alargarse al fin de semana.
En medio de ellas, América Latina habría perdido una batalla; mínima, pero batalla al fin y al cabo, ya que África consiguió meter su situación de vulnerabilidad dentro de uno de los puntos de la agenda, algo que le daría cierta ventaja a la hora de recibir financiación.
Según fuentes observadoras consultadas por EFE, Chile aceptó esta propuesta, con el consiguiente reproche de varios países de la región que controlaron su veto al no querer llevar la contraria a la Presidencia latinoamericana y reflejar una ruptura. Es un aspecto pequeño, reconocen dichas fuentes, pero significativo para la región.
Enrique Maurtua, asesor de Política Climática, explicó al respecto a EFE que todo gira sobre el reparto de unos fondos sobre los que aún no hay mucha información.
“Si el dinero estuviera, no sucederían estas discusiones”, considera el argentino Maurtua, quien lamenta también que los países desarrollados pidan que los fondos que han aportado hasta el momento se usen para diversos destinos. “Hay muchos fondos por ahí, pero con muy poca plata, de los USD 100 000 millones que tienen que llegar al Fondo Verde ni se ha hablado en estos días”.
Para Fabiana Alves, coordinadora de proyectos de Clima de Greenpeace Brasil, la financiación sí ha estado en la negociaciones, pero acompañada de una cuestión de “confianza” entre los países desarrollados, que ponen los fondos, y los que están en vía de desarrollo, que los reciben. “Se está hablando mucho de financiamiento y de acuerdos para después del 2020; aún se está negociando, pero fue siempre un asunto difícil porque tiene esa duda de si realmente han funcionado hasta ahora”, matiza.