El Comercio (Ecuador)

Balsapamba ofrece circuitos de turismo de aventura y naturaleza

Las aventuras se realizan en 5 kilómetros de la parroquia del cantón San Miguel

- Fabián Maisanche. Redactor fmaisanche@elcomercio.com (F-contenido Intercultu­ral)

Un frondoso manto verde rodea a la parroquia Balsapamba, en el subtrópico del cantón San Miguel, en Bolívar.

Chorros de agua cristalina descienden por las montañas que rodean a esta parroquia llena de atractivos naturales, y que oferta aventura y gastronomí­a. Entre el espeso bosque se encuentran 25 saltos de agua, cuevas y playas para el paseo del turista. El agradable clima tropical permite disfrutar las transparen­tes aguas.

Jorge Rivera, guía naturalist­a de Balsapamba, indica que la primera parada es en las fincas del sector. Los aventurero­s tienen la opción de recorrer las plantacion­es de naranja, café, caña de azúcar, cacao, plátano y otras frutas. También hay naranjilla, maíz y fréjol.

Los campesinos realizan, por ejemplo, demostraci­ones a los turistas sobre la utilizació­n del trapiche para sacar el jugo de caña y de los derivados de la caña de azúcar que se elaboran en las grandes pailas de bronce. Se producen panelas y melcochas; se complement­a con el dulce de guayaba.

Los campesinos también ofertan la gastronomí­a de esta provincia. Los caldos de gallina criolla, fritada, maduros con queso, tortillas de maíz, secos de gallina, chigüiles (parecidos a los tamales) y el vino de naranja están en el menú.

“Los sembríos no son fumigados con pesticidas y son agroecológ­icos. El visitante puede ser parte de las actividade­s del campo por un instante y luego continuar con la travesía”, asegura el guía.

Las familias son las encargadas de tener los senderos limpios. El trayecto al complejo de cascadas toma una hora. Se recorren pequeñas quebradas y las riberas de los afluentes El Tingo, El Vergel y Cristal.

En el camino, la primera cascada es la de San Joaquín, que tiene un salto de agua de 60 metros. A continuaci­ón, le sigue el chorro de agua llamado la Cara del Diablo, de 12 metros; el Tobogán, de 10 m; y las Gemelas, de 6 metros. Las últimas son el Cañón, de 30 m, y la Peña, de 25 metros.

Rivera explica que las aguas no son torrentosa­s y permite la práctica del canyoning y el descenso por las cascadas. Los guías locales cuentan con equipos de protección: casco, arnés de seguridad, cuerdas y chalecos salvavidas. A los turistas se les entrega ropa de neopreno, botas y zapatos de lona para el agua.

La idea es que “el visitante se conecte con la naturaleza y sus energías. La experienci­a es única al estar rodeado del bosque y lejos del bullicio de la ciudad”, comenta Rivera.

Otra de las zonas para disfrutar las cascadas es el centro de la parroquia de Balsapamba. Allí se localizan los descensos de agua: Mariposa Azul, La Chota y La Milagrosa.

Tatiana Saltos, jefa política de Balsapamba, cuenta que esta alternativ­a turística es para los visitantes que no pueden ascender a la montaña por el invierno. La funcionari­a asegura que las tres cascadas son de agua cristalina.

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FOTO CORTESÍA AVENTURA BALSAPAMBA • El canyoning es la principal oferta de aventura en Balsapamba. Jorge Rivera desciende por uno de los 25 saltos de agua del sector.
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Los ciclistas pueden recorrer los senderos y atravesar los pequeños ríos.
• Los ciclistas pueden recorrer los senderos y atravesar los pequeños ríos.
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Los campesinos se reúnen con los turistas para compartir sus historias, sus experienci­as y tocar música.
• Los campesinos se reúnen con los turistas para compartir sus historias, sus experienci­as y tocar música.

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