la relación entre ciertas comunidades y la policía quedó lesionada desde el paro de octubre”.
editorial de el comercio
“la carencia de información sobre el virus abre las puertas a los rumores”. diego araujo s. //columnista
Una de las más duras secuelas que dejó el paro de octubre pasado -más allá de la destrucción, las millonarias pérdidas económicas y la polarización en el país- se advierte en algunos poblados campesinos.
La relación de algunos habitantes con la autoridad policial todavía se muestra hostil. La represión causó sus secuelas, pero muchos de quienes se sienten agraviados no toman en cuenta el grado de violencia que desataron entre los indígenas y la comunidad blanco-mestiza.
Para aplicar la justicia indígena no se debe olvidar que el marco regulatorio tiene unas leyes de obligatorio cumplimiento para todos los ecuatorianos y para quienes habitan en cualquier parte de su territorio.
La invocación de una cultura ancestral -no suficientemente demostrada en la delicada materia de derechos- para intentar aplicar justicia indígena por sobre las normas de convivencia, no es aceptable.
Una reportería de este Diario muestra las hostilidades en dos provincias. Hay lugares donde los pobladores no dejan entrar a los policías. Alguno de ellos tuvo que abandonar la Unidad de Policía Comunitaria, que cumple una función social y de mantenimiento del orden, ante amenazas que tampoco se deben tolerar.
Además, un policía del lugar y que se identifica con su origen étnico fue visto con sospecha y rechazo.
Los ataques a las edificaciones asignadas para la Policía son una muestra evidente de intolerancia que el país debe rechazar. Los dirigentes indígenas debieran orientar a los seguidores para superar esas divisiones negativas y los ataques a quienes deben protegerles de ladrones, cuatreros y de otras acciones violentas.
El país es uno solo, las leyes son para todos. No hay ni debe haber privilegios. Los desmanes al margen de la ley deben ser desterrados.
Nuestra cultura indígena merece respeto, pero a partir de extremismos no se debe ni se puede alimentar odios ni divisiones.
Ya pagamos las consecuencias de un paro violento y para curar esas heridas hace falta generosidad y cumplimiento de las leyes.