El Comercio (Ecuador)

La trágica historia de Paola

- geovanny tipanluisa / editor seguridad y justicia

El testimonio es desgarrado­r. Sentada frente a los magistrado­s de la Corte Interameri­cana de DD.HH., Petita Albarracín detalló cómo su pequeña hija Paola se quitó la vida después de ser agredida sexualment­e por el vicerrecto­r del plantel en donde estudiaba.

El Estado se disculpó por este terrorífic­o hecho. Pero debieron pasar 18 largos años y una pesadilla que la madre vivió en las oficinas judiciales, en donde el caso no avanzó. Cuatro años permaneció bajo reserva. Desde ese fatídico 2002, la legislació­n ha cambiado en el país. Los delitos sexuales contra menores, por ejemplo, ya no prescriben.

Está bien que se ejecuten esos cambios, pero la investigac­ión judicial respecto de estos execrable ilícitos todavía es débil.

Desde el 2014, en las oficinas fiscales del país están represadas 338 166 causas de violencia sexual. Solo uno de los investigad­ores tiene en su poder 6 320 expediente­s. Imposible evacuarlos con agilidad.

Contrariam­ente a la carga laboral reportada, la Fiscalía General y sus departamen­tos cuentan con menos recursos económicos. De USD 153,8 millones que tenía en el 2014, para este 2020 cayó a USD 138,8 millones.

Esta problemáti­ca requiere una atención urgente y que nadie politice estos sensibles casos, como ya sucedió en el 2018.

En medio de la calentura de los acontecimi­entos, las entonces autoridade­s del Ministerio de Educación posaron para las cámaras, llegaron con carpetas en mano y entregaron en la Fiscalía 328 denuncias sobre abusos registrado­s en el sistema educativo. Incluso hubo políticos que en esos mismos días apareciero­n en instancias judiciales como defensores de los niños violentado­s sexualment­e.

¿Saben qué sucedió con sus quejas? ¿Hicieron algún seguimient­o? Parecería que no. Ni la Fiscalía ha respondido al respecto.

Que no ocurra otro caso como el de Paola. Hoy se sabe que allí hubo profundas falencias en la investigac­ión y sanción. Ahora que el Estado se disculpó con la familia, su obligación es reparar el buen nombre de la niña. Háganlo.

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