Militares y diplomáticos
Debió ocurrírsele a Mahuad luego de una de sus depresiones: mantener la memoria de los soldaditos ecuatorianos que cayeron defendiendo heroicamente un territorio que no nos pertenecía: un kilómetro cuadrado de selva, sin entrada soberana, en territorio peruano, luego de Tiwintza. Qué equivocado estuvo Durán Ballén cuando ordenó el famoso “Ni un paso atrás”; retrocedimos cientos de kilómetros. Como teníamos sangre en el ojo, nuestras Fuerzas Armadas se habían preparado y nos impusimos en la Batalla del Cenepa. El presidente samurai, Fujimori, desesperado fue al teatro de operaciones para darles ánimo a los combatientes peruanos. ¿Alguna reivindicación territorial? Una vez más nos vimos obligados a retroceder. En conversación que mantuve con el General Gallardo, Ministro de Defensa cuando lo del Cenepa, fue de la opinión que, si nos hubiéramos empeñado en recuperar algo de lo perdido en el Protocolo de Río de Janeiro, se hubiera producido “la guerra total”: el Perú nos hubiera invadido por la provincia de El Oro, como en el 41. Al respecto, hay elementos de juicio que sostienen que el gobernante chileno General Pinochet había ordenado a sus tropas del Norte que se movilizaran hacia la frontera con el Perú. De haberse iniciado aquella “guerra total”, los efectivos chilenos hubieran penetrado en territorio peruano. El “coloso del Norte” como nos llaman los militares del vecino del Sur, ya no hubiera estado íngrimo como ocurrió en el 41.
En los conflictos internacionales hay dos frentes, el militar y el diplomático. Cuando los Garantes, en Río de Janeiro, regla en mano trazaban la línea de frontera entre Ecuador y Perú, se dio un hecho inexplicable, insostenible: aquella línea divisoria cruzaba los ríos orientales cuando estos ya no son navegables. El caso más patético y asombroso: quedó en territorio peruano nuestro Puerto Rocafuerte, a orillas del Napo cuando este es navegable todo el año. Los colonos ecuatorianos tuvieron que desplazarse cientos de kilómetros, hacia lo que hoy es Nuevo Rocafuerte. Conservo una fotografía tomada por mi padre cuando estuvo en Puerto Rocafuerte como médico del Batallón Vencedores: al fondo, el Napo, en la plaza los niños de la escuela uniformados, a tiempo que ese 24 de mayo de 1936 se izaba nuestra bandera y la banda del batallón tocaba nuestro himno. Nos quedamos sin salida soberana al Amazonas.
Tal parece que a quienes nos representaban en el campo diplomático, lo único que les interesaba era la paz, a cualquier precio. Federico Chiriboga en su artículo “Dos libros” (EL COMERCIO, enero 2020), recuerda que el diplomático Carlos Tobar Zaldumbide denunció que las actas de la Delegación de Ecuador, cuando el Protocolo de Río de Janeiro, habían desaparecido de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores (¡!).