El Comercio (Ecuador)

Phoenix y la cigarra

- Fernando tinajero ftinajero@elcomercio.org

Circula en las redes sociales un video que muestra a Joaquín Phoenix en el momento de recibir un Oscar por su actuación en “Jocker”. Aunque la publicidad sobre ese filme ha sido casi atosigante, nunca se me ocurrió ir a verlo: supuse que está fuera del círculo de mis intereses. No obstante, el conmovido discurso no ha dejado de llamarme la atención.

Fue un discurso que parecía tener muy poca relación (si es que tenía alguna) con el acto que se estaba celebrando: ante una sala llena de actores, actrices, directores, camarógraf­os, guionistas y demás (una sala, digámoslo con franqueza, repleta de recelos, envidias, rivalidade­s y chismes maliciosos), Phoenix habló sobre los temas fundamenta­les que atañen a la especie humana, y lo hizo en forma lacónica pero extremadam­ente expresiva, haciéndome recordar (misterios de la memoria) los versos finales de un poema que hace muchos años escribió Carrera Andrade acerca de los animales mínimos: dirigiéndo­se a la cigarra, le dijo el poeta: “ambos formamos, compañera, / la extrema izquierda de este mundo”.

¿Pero qué tienen que ver Carrera Andrade y la cigarra con el premio a un actor en un filme nacido de un cómic fantasioso? Puesto que en materia de poesía las palabras no acaban de decir por sí mismas lo que significan, y es el receptor el que completa su sentido, encuentro que el verso de Carrera Andrade atribuye a la cigarra el carácter de un militante de la izquierda porque la cigarra no deja dormir con el zumbido de sus alas: así la izquierda, la auténtica y única izquierda de este mundo, no es la que sueña en llegar al poder de cualquier modo, sino la que, como si fuera un zumbido permanente, ejerce la crítica del estado y de las institucio­nes humanas: o sea, aquella que no nos deja dormir.

El portorriqu­eño Phoenix ha llegado ahora para hacer ante el mundo entero el papel de la cigarra. No solo ante la sala llena de glamour y de murmuracio­nes, sino ante todos los habitantes del planeta, ha dirigido un perentorio requerimie­nto para abandonar la estólida creencia en la superiorid­ad de nuestra especie, así como la insensata pretensión de ciertas sociedades que se han atribuido a sí mismas el derecho de dominar a las demás, y de paso dominar a la misma naturaleza, cuyos recursos han explotado hasta lo imposible.

Descreo de las imaginaria­s “izquierdas” que pretenden encaramars­e en el poder mediante halagos y promesas. Pero no dudo en adherirme a esa izquierda que, como la cigarra y la conciencia, no dejará dormir en paz a una humanidad deslumbrad­a por la técnica que promete felicidad, dominio, poder… y destrucció­n. Phoenix ha venido a levantar esa misma bandera; hay que escucharle y meditar en sus palabras: en ellas hay un requerimie­nto a la solidarida­d y al amor, y una declaració­n de identidad con todos los que buscan la verdadera paz sobre la tierra.

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