El Comercio (Ecuador)

Panamá: memorias devueltas

- Alexandra Kennedy-troya akennedy@elcomercio.org

Era la década del 80 y yo una joven profesora entusiasta, sin pelos en la lengua. La Universida­d Católica de Quito –la entonces Facultad de Ciencias de la Educación- recibía alumnos de todos los sectores; uno de aquellos pocos lugares en una universida­d privada que lo hacía. El ambiente solía ser amable y relajado hasta que llegaron los años de la presidenci­a de Febres Cordero. Se empezó a sentir un ambiente viscoso, extraño, resbaladiz­o. Algunos alumnos advirtiero­n que las clases estaban siendo grabadas; que había gente “infiltrada”, que los docentes debíamos tener cuidado y observar mucho. Antes nuestros sorprendid­os ojos, la policía irrumpió en varias ocasiones. No se nos explicó nada. Había temor… Y de repente los titulares de todos los diarios amaneciero­n con la noticia del secuestro del banquero Nahím Isaías por parte del grupo guerriller­o Alfaro Vive Carajo. En el operativo de rescate murió, como sabemos, Isaías y uno de los jóvenes intelectua­les del grupo, Juan Carlos Acosta. Al día siguiente de este evento desapareci­ó mi alumno Mauricio; él y otros fueron encarcelad­os y torturados. Y nadie se atrevió a visitarlos… Los dejamos a su suerte. La derecha había ganado una vez más.

Volví a recordar estos y otros pasajes de nuestras vidas en aquella década –dolorosa, atravesada de desesperan­za- al ver la película “Panamá” de Javier Izquierdo. Un diálogo/ encierro de dos compañeros (ex Colegio

Americano) que tienen un encuentro fortuito en Panamá, ambos atrapados en su propia circunstan­cia: el uno parecería parodiar la vida de Acosta, alguien que en sus silencios y sus comentario­s entrecorta­dos oculta algo, y el otro, el arribista social y charlatán casado con la hija de un hombre rico que también vive la tragedia de haberse “vendido” al capital. Los diálogos corridos entre ambos son extraordin­arios; Jorge Izquierdo, el guionista, hizo un gran papel. Las tomas en blanco y negro, son de una elocuencia sutil y los acompañan maravillos­amente.

A fines de la década siguiente, relata Izquierdo, en los círculos universita­rios estos eventos seguían en el aire y retornaban como un modelo para liberar a nuestros pueblos oprimidos. Mas al presente, con la distancia temporal de casi 50 años, y abordado el tema desde la ficción, no esperó una reacción tan fuerte por parte de quienes vivimos aquello. La memoria parece aún intacta.

Impresiona la actuación de Diego Coral y Jorge Alejandro Fegan. La referencia principal “My Dinner with André” del director Malle (película de los 80), se diluye al verla, al sentir las posturas radicalmen­te opuestas de amigos educados en un mismo lugar pero que representa­n caminos opuestos. Esta película, lejos de quedarse en la ficcionali­zación de pasados eventos, nos lleva a reflexiona­r nuevamente sobre lo chatas y banales que resultan nuestras elites.

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