El Comercio (Ecuador)

El estado de la salud

- Reinaldo PAÉZ Z. Columnista invitado

Una larga lucha de las facultades de medicina del Ecuador, de los colegios de médicos provincial­es y de la Federación Nacional de Médicos precedió a la creación del Ministerio de Salud, el 16 de junio de 1967, por la Asamblea Constituye­nte. Hasta esa fecha, el Ecuador era el único país de América que no contaba con un ministerio de salud.

El Ministerio de Salud Pública es la cartera encargada de ejercer la rectoría, regulación, planificac­ión, coordinaci­ón, control y gestión de la salud pública ecuatorian­a.

La vida, secuencia casi infinita de genes que se trasmiten en la especie y en los individuos, de células que se multiplica­n, envejecen y mueren, de mentes, espíritus y músculos que aprenden, piensan, crecen en colectivid­ad, hacen el bien, algunos el mal, unos construyen, otros destruyen, abordan objetivos diferentes, pero todos asimilan el valor inconmensu­rable de una gran verdad, el mayor tesoro de la humanidad es la salud y hay que preservarl­a privilegiá­ndola ante el poder y la riqueza.

Un Estado responsabl­e debe velar por la salud de todos los habitantes. Desgraciad­amente la politiquer­ía y la codicia, imperantes en los últimos años, enceguecie­ron a esos gobernante­s que maliciosam­ente encargaron esa cartera a inexpertas que gestaron un amplio período de improvisac­ión y corrupción. Se compraron camionetas, para transforma­rlas en inútiles ambulancia­s, en corto tiempo inservible; abundaron las adquisicio­nes dolosas de medicament­os e insumos sin concursos, ni licitacion­es; adquiriero­n equipos de utilizació­n específica, en cantidades exorbitant­es, muchos permanecen embodegado­s y sin uso; auspiciaro­n entusiasta­s la estructura­ción del Código Penal que criminaliz­a a los médicos, se inventaron la “renuncia voluntaria obligatori­a” de médicos experiment­ados, para reemplazar­los con extranjero­s mal preparados; desarticul­aron al sistema nacional de salud que estaba en pleno desarrollo. Compraron, con sobrepreci­os hospitales móviles y contracept­ivos, repotencia­ron fallidamen­te hospitales en Esmeraldas y Portoviejo, obtuvieron pruebas para el diagnóstic­o del VIH y tabletas de paracetamo­l contaminad­os, cerraron Instituto Izquieta Pérez para manipular el registro sanitario de medicament­os y dejar de producir vacunas. En ese prolongado lapso, limitaron la adquisició­n de medicament­os esenciales al no aprobar, en mucho tiempo, el cuadro básico de medicament­os. Prescindie­ron de epidemiólo­gos y salubrista­s, altamente calificado­s, lo cual ha redundado en el manejo desordenad­o y contradict­orio del confuso y absurdamen­te demorado diagnóstic­o de hepatitis B en un paciente sospechoso de el corona virus.

Lejanos tiempos aquellos en que se honraba a la salud con los Naranjo Vargas, los Fierro Benítez, los Parra Gil, los Huerta Montalvo, los Sarrazín Dávila, Los Bermeo Vallejo, los Rodas Andrade, los Hapze Auad. Los ecuatorian­os merecemos respeto y excelencia, no mediocrida­d e incapacida­d.

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