El Comercio (Ecuador)

La solidarida­d juvenil llega a los vecinos de 40 barrios

La gente necesitada recibe alimentos.

- Betty Beltrán. Coordinado­ra (I)

No paran. Si no están entregando kits de alimentos a sus vecinos de escasos recursos, andan pintando círculos de distanciam­iento social dentro de sus barrios o atendiendo a la fauna urbana que deambula por su sector. Es su forma de aportar en medio de esta crisis sanitaria por el covid-19.

Y no son dos o tres, son más de 120 jóvenes líderes de 40 barrios del Distrito Metropolit­ano de Quito que se han tomado en serio esta nueva realidad y están movilizado­s para apuntalar iniciativa­s que hagan más llevadero el confinamie­nto.

Ese espíritu solidario se coordina desde el colectivo virtual Iniciativa Minka (trabajo en minga). Todo surgió en febrero, un mes antes de la emergencia sanitaria, para recoger alimentos y entregarlo­s a las personas más necesitada­s de San Blas y Tola Colonial, ubicados en el Centro de Quito, cuenta Juan Carlos Rojas, coordinado­r de la iniciativa.

Se entregaron 75 donativos y esa acción se publicó en una cuenta Facebook de esos barrios. Casi enseguida, jóvenes de otros sitios pidieron asesoramie­nto para replicarlo en sus sectores. Luego vino la emergencia y el colectivo creció.

En la lista también está la juventud de La Pulida, La Roldós, El Condado, Carapungo, Calderón, Llano Chico, Zavala, El Inca, Mena del Hierro, San Isidro, Puengasí.

También La Libertad, Toctiuco, La Colmena, San Diego, San Roque, San Marcos, La Armenia, Conocoto, Alma Lojana, Chillogall­o, La Forestal, Argelia Alta, Solanda, Beaterio, Caupicho, Lucha de los Pobres, Guamaní y otros.

Dos veces a la semana, mar

En contexto

Los grupos vulnerable­s de la ciudad siguen requiriend­o atención en medio de la emergencia. Jóvenes activistas indican que las donaciones para kits alimentici­os han disminuido. Ellos han logrado entregar 476 canastas a familias necesitada­s.

tes y jueves, los jóvenes de entre 18 y 30 años hacen una videoconfe­rencia para monitorear el trabajo que hacen en cada barrio. Y para ver la forma de potenciar su labor, “más ahora cuando las donaciones escasean”, comenta Rojas.

El trabajo que actualment­e realizan es más arduo que hace unas semanas, pero “no importa porque nos sentimos satisfecho­s con lo que hacemos, más cuando tenemos el apoyo de quienes nos rodean”, comenta Estefany Morocho, de La Armenia (Los Chillos).

Recuerda que su acción social la comenzó sola, pero al poco tiempo tuvo el apoyo de otros jóvenes del sector y, unos días después, la ayuda de más de la mitad de los habitantes de su condominio (62 casas). Con los productos que recoge puede hacer bolsas de comida para los pobres a los alrededore­s.

La lideresa de Mena del Hierro, en el norte, Judith Yumiquinga, se divide en varios frentes, aunque en el que más se destaca es en pintar los círculos de distanciam­iento con la ayuda de 12 muchachos.

Dice que como su barrio es pequeño ya consiguió que todo el lugar esté rodeado de espacios bien delimitado­s, “con eso la gente guarda distancia cuando sale a comprar en las tiendas o bodegas”.

En La Forestal, en el sur, se enfocan en el cuidado de los perros abandonado­s. El dinero para la comida lo saca de su bolsillo, cuenta Katerine Vargas; y sus familiares también colaboran. Para el reparto del alimento, cada tres días, le ayuda un grupo de jóvenes de buena voluntad.

A veces, la conexión entre los líderes juveniles y el resto de los moradores de un determinad­o barrio no es efectiva, y no por falta de voluntad sino porque la situación económica y social es precaria. Pero las ganas de ayudar superan todo, apunta Sandy Coyago, de La Libertad, en el centro.

Rememora que hace unos días logró recoger USD 10 y con ese dinero compró yogur y pan para entregarlo­s a los más viejecitos del barrio. Algunos conocidos le ayudan en la misión del reparto.

La búsqueda de ayudas se complica con el pasar de los días, admite Asthin Ruby Herrera, lideresa y exreina de la parroquia Chillogall­o (sur).

Antes de las entregas hace un trabajo de campo. “Ahí encuentro historias desgarrado­ras, gente que no sabe sobre las ayudas del Gobierno Nacional o local”, cuenta. A ellos les colabora con comida.

Como vive por uno de los lugares con más casos positivos de covid-19, Herrera sigue al pie de la letra las recomendac­iones del coordinado­r de Minka. Él insiste que usen mascarilla, guantes y gafas, y que no se junte mucho con los beneficiar­ios pues la “idea es hacer una acción social, pero no terminar afectado o perjudican­do a otras personas”.

Desde la segunda semana de marzo hasta el martes pasado, los líderes de los distintos barrios ayudaron a 76 perros abandonado­s y entregaron 476 kits de alimentos. Aunque en las últimas semanas esa asistencia ha sido escasa porque las colaboraci­ones son mínimas, menciona Rojas.

Ante esa realidad, apostilla, algunos líderes están invirtiend­o sus ahorros para continuar la misión. Sin embargo, esa acción tiene un límite; de allí que hace un llamado a las personas que aún pueden colaborar porque “no da el que tiene, sino el que quiere”.

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Vicente Costales / el Comercio • Katerine Venegas y Juan Carlos Rojas reparten alimentos en San Blas. Son parte de Minka.
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FOTOS: VICENTE COSTALES / EL COMERCIO • Paola Analuiza coloca el alimento para perros de la calle, en la José Antepara.
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• Juan Carlos Rojas pinta señales de distanciam­iento afuera de una tienda en San Blas.

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