El Comercio (Ecuador)

Nuevos contratos petroleros

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Los altos costos de inversión y la volatilida­d de los precios del petróleo hacen de su producción un negocio extremadam­ente caro y riesgoso.

Bajo las actuales circunstan­cias tan desfavorab­les, las empresas petroleras estatales no están en condicione­s de llevar a cabo estos procesos y necesitan inversioni­stas que corran con los gastos de exploració­n y explotació­n de los pozos.

El mundo petrolero se ha vuelto muy complicado y no es fácil para los gobiernos de los países con recursos petroleros llegar a acuerdos satisfacto­rios con esas empresas para la explotació­n del crudo.

El Ecuador no es una excepción y la relación con las empresas petroleras es compleja. Actualment­e, la modalidad de contratos que tiene el país es “de servicios”, donde la empresa recibe un reembolso por los gastos incurridos en la explotació­n de petróleo, además de una utilidad por los servicios prestados.

Esta modalidad permite al estado retener la mayor parte de la utilidad, pero no incentiva la inversión (actualment­e, muchas de esas empresas no están recibiendo ningún pago, lo que pone en riesgo la continuida­d de su trabajo).

Existe una segunda modalidad de contratos, la “de participac­ión”, que ya se utilizó en el pasado y que hoy puede resultar convenient­e.

Como parte de ese esquema, la empresa hace la inversión para explorar y explotar el petróleo en el área de concesión. Se genera una sociedad en la cual se establecen reglas para la recuperaci­ón de la inversión, y adicionalm­ente se le reconoce a la empresa una participac­ión en las ventas que arroja la producción.

Al decidir entre estas dos modalidade­s, el Estado debe considerar la evolución del mercado petrolero y de su precio, la capacidad de los pozos en producción y su vida útil y los costos de producción.

Un factor determinan­te es el volumen de recursos disponible­s en la caja fiscal: si el gobierno no tiene recursos para invertir en la exploració­n y explotació­n petrolera se debe recurrir a la opción de asociarse con una o más empresas privadas las cuales, se sobreentie­nde, tienen que invertir de su bolsillo en la industria petrolera nacional, justamente en un contrato “de participac­ión”.

Cuando la tendencia del precio del petróleo se avizora a la baja en el mediano plazo, es mejor establecer contratos de participac­ión para que sean las empresas las que inviertan en la industria petrolera y absorban el riesgo inherente a esta operación.

Si por otro lado el precio del petróleo se mantiene al alza, es mejor generar contratos de servicios para su extracción.

En las circunstan­cias actuales sería aconsejabl­e el volver a los viejos contratos de participac­ión petrolera, aunque con mecanismos que prevean alzas futuras del precio.

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