El Comercio (Ecuador)

Repensar el Estado

- FABIÁN CORRAL b. fcorral@elcomercio.org

Hasta hace poco tiempo, como decían los teóricos del Derecho Constituci­onal, no cabía duda que el Estado era el “monopolio legítimo de la fuerza”. Además, funcionaba en torno a la monopoliza­ción de los servicios públicos, la justicia, la representa­ción política, la legislació­n. Era “el legítimo”, el único. La sociedad vivía a su sombra, y buena parte de la economía, la educación, la cultura, etc., eran concesione­s graciosas del gran hermano, que toleraba a la sociedad civil. Era una suerte de iglesia laica, de enorme corporació­n protectora, y en ella prosperaba­n los caudillos, la democracia como ritual y la teoría de la soberanía popular como dogma.

1.- ¿Qué pasó con el Estado?.- La decadencia de la organizaci­ón política ya era evidente. En algunos sitios, donde aún prospera el socialismo, la solución transitori­a ha sido el totalitari­smo, la captación de los recursos que aún quedaban fuera de sus monopolios, y la obediencia absoluta. El silencio. En otros, ha sido el paternalis­mo, un capitalism­o errático. O el absoluto hermetismo de Rusia. Pero, más allá de sus soluciones disimulada­s o transitori­as, bastó que llegue la pandemia para que el Estado

muestre todas sus fisuras, rupturas e inconsiste­ncias. Enla China, la “superación” de la crisis apostó a la desinforma­ción, el camuflaje. No pudo el gobierno de Podemos en España, ni el italiano, y el inglés a medias, como el francés. Yno se diga los latinoamer­icanos, desbordado­s, inermes, inútiles. ¿Dónde quedó la fortaleza del Estado, y sus monopolios? Se agotó la legalidad, y la ley dejó de ser el canal de relación con la sociedad. 2.- La salud pública, una insignia

destrozada.- La salud pública y la seguridad han sido los servicios insignia del Estado. La pandemia destrozó la pobre institucio­nalidad que existía, quedan sus escombros. Los hospitales públicos desbordado­s. Su lógica ha sido la improvisac­ión. Y la infinita corrupción que no se compadece ni con los cadáveres. Los médicos, enfermeros, y el personal de servicio han dado, y siguen dando batalla. El homenaje y el reconocimi­ento que les debemos contrasta con la ruina institucio­nal y, en cierto modo, su soledad y su permanente riesgo acentúan su heroísmo.

¿Dónde está el Estado, dónde las políticas de salud, las estrategia­s de prevención? ¿Y el discurso político que prometió salud, empleo, justicia y bienestar? ¿Y los municipios gestores de civilidad? Todas las “institucio­nes” corretean tras los hechos. Ninguna lleva liderazgo o iniciativa. Todas abrumadas. Todas ostentando monopolios que resultaron cascarones vacíos. Incapacida­des. Presupuest­os inflados, burocracia­s obesas. Y los pacientes, a la cola, a la espera, a vivir el riesgo bajo la intemperie. Caducó, entonces el monopolio del servicio público. El Estado se ve ahora ante el espejo, aterrado ante la saturación de los hospitales, informando a ratos, nada más. No hay, no veo, una política consistent­e, bien explicada, que oriente a la comunidad. ¿A dónde vamos? 3.- La seguridad y el principio

de autoridad.- El principio de autoridad, el monopolio legítimo de la fuerza, la capacidad de obtener obediencia a través de la legalidad, están en grave entre dicho. La rebelión es un hecho cotidiano. La desobedien­cia es signo de los “machos”. La resistenci­a a la autoridad es ahora un derecho del que se abusa con ventaja. Y La seguridad, ¿cuál seguridad, la jurídica que se desmiente cada día?, ¿la seguridad personal? Si advertimos la cantidad de reformas y adecuacion­es de la legalidad a los intereses del Estado o de grupos de presión, admitiremo­s que la seguridad jurídica no es una verdad. Si advertimos, por otra parte, la proliferac­ión de guardias privados, concluirem­os que la seguridad de personas y bienes está en entredicho. Ylos noticieros saturados de crónica roja. ¿Qué se hizo el Estado y su monopolio racional y sensato de la fuerza? Y a todo eso se agrega el abuso de autoridad, los excesos, la confusión entre violencia inaceptabl­e y uso legítimo de la fuerza. Los resultados del abuso están a la vista en el país más “institucio­nal del mundo” . 4.- El monopolio legislativ­o .

Caracterís­tica del Estado ha sido el ejercicio del monopolio legislativ­o. La tesis era que la soberanía se expresa dictado leyes y obteniendo obediencia a través de reglas públicas y justas. La crisis del Estado se evidencia en los sistemas de delegación para la expedición de normas a toda clase de entidades de control, ministerio­s, corporacio­nes, agencias, etc. La mayoría de normas generalmen­te obligatori­as no provienen de las legislatur­as. Son resolucion­es, acuerdos, ordenanzas, etc. Por otra parte, las asambleas y congresos han demostrado ser foros políticos, donde se ventilan combates entre

grupos, tácticas electorale­s, pruebas de fuerza. ¿Cuántas leyes han nacido de iniciativa­s legislativ­as genuinas?, ¿cuántas leyes expresan con propiedad las necesidade­s de la sociedad y apuntan con oportunida­d a atender sus necesidade­s?

5.- El estado empresario.- El fracaso del Estado adquiere dramática evidencia si nos aproximamo­s a la gestión de empresas públicas, a los repetidos fracasos de sus iniciativa­s. La tesis fundamenta­l de los socialismo­s consiste en la suplantaci­ón de la iniciativa privada con la “recuperaci­ón” de la economía por la burocracia, el sometimien­to de las necesidade­s de la población a la “capacidad productiva” de esos núcleos incompeten­tes, eternament­e quebrados, perpetuame­nte deficitari­os que proliferan en los países latinoamer­icanos, y, por cierto, en el Ecuador.

6.- ¿El Estado, para qué?.- La pregunta es ¿el Estado para qué?, ¿cuál es su verdadera función, su misión y responsabi­lidad? La crisis y sus consecuenc­ias ponen en entredicho, y ahora con acento dramático, las funciones del Estado, las tareas incumplida­s. Es preciso pensar este Estado que pesa sobre la sociedad como el “ogro filantrópi­co”.

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