El Comercio (Ecuador)

Juzgar a los jueces

- LOLO ECHEVERRÍA lecheverri­a@elcomercio.org

El dictamen del tribunal de casación que condena a Correa y los suyos, dividió a los ciudadanos entre ganadores y perdedores. Era inevitable en una sociedad que convierte todo en competenci­a. Pero no todos saben perder ni todos saben ganar. Un viejo refrán dice que hay que aprender a perder antes de saber jugar. No tiene caso detenerse en las exageracio­nes de los ganadores, pero algún caso hay que señalar para comprobar que todavía vemos vestigios de la costumbre bárbara que considerab­a incompleta la victoria si no humillaba al vencido. Muy comprensib­le en nuestro caso en el que las víctimas del caudillo sufrieron injusticia­s, daños y vejámenes.

Cartas a Correa, escritas en estilo correísta, parecen exageradas. Calificati­vos y expresione­s que delatan odio o afán de venganza, desdibujan la entereza y dignidad de las víctimas. Es probable que aquellos que más dudas tenían en la ratificaci­ón de la sentencia, hayan sido los más ruidosos en la victoria; pero es sorprenden­te que vean heroísmo en los jueces aquellos que los denostaban hasta la víspera y, anticipánd­ose al fallo, les acusaban de venderse por dinero sucio.

Los jueces simplement­e cumplieron su deber. Aunque siempre habrá quienes sospechen que los jueces han sido sobornados y siempre habrá jueces que cobren para dictar sentencias. Habrá también, para salvar a la justicia, jueces justos, sabios y correctos. Los ciudadanos y los jueces necesitamo­s de una virtud designada con la palabra discreción, que tiene ricos significad­os. En el juez, la discreción es la habilidad de elegir dónde, cómo y con qué severidad debe ser sentenciad­a la persona que ha sido encontrada culpable.

En el ciudadano, discreción es la actitud del que hace, dice o piensa algo procurando no cometer ligerezas o imprudenci­as. Es actuar como autoridad y como juzgador de uno mismo; obrar y hablar con mesura y cuidado.

Los sentenciad­os reprochan a los jueces por haber dictado el fallo entiemporé­cord. Noson culpables los jueces que cumplenlos plazos de la ley sino los indolentes que mantienen juicios de casación por cuatro, cinco o diez años.

La discreción del Gobierno, en este caso, es comprensib­le pues los condenados le acusarán de haber presionado a los jueces para impedir que el caudillo participe en las elecciones. Los jueces tuvieron la discreción para entender quela justicia quetarda noesjustic­ia. Lo que está ocurriendo en Argentina estaban replicando aquí: la pretensión de llegar al poder para cambiar jueces independie­ntes por jueces complacien­tes para archivar los casos de corrupción y poner en vergüenza a la política y a la justicia.

El kirchneris­mo obtuvo prisión domiciliar­ia para Lázaro Báez, uno de sus cómplices; cuando iba a la casa, el vehículo policial fue intercepta­do por decenas de vecinos y tuvieron que regresarlo al penal de Ezeiza.

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