El Comercio (Ecuador)

“La Corte tiene muchas amenazas, una de las más graves viene de su interior”.

- Farith Simon /Articulist­a

Hace unos pocos días, en esta columna, critiqué a uno de los jueces de la Corte Constituci­onal que, en un voto salvado, sostenía que el derecho no son solo las normas jurídicas y, desfiguran­do la teoría a la que criticaba, defendía una suerte de activismo judicial por lo que creería justo, sin encontrar límite en norma alguna. A los pocos días un lector me escribió para criticarme por lo que considerab­a un cambio de postura: antes había justificad­o a la Corte Constituci­onal, y su desconocim­iento de textos normativos expresos, al aceptar el matrimonio de personas del mismo sexo.

Me quedó claro que mi crítico no entendió que la Corte no impuso sus considerac­iones morales sobre el matrimonio, sino que reconoció que las opiniones consultiva­s, por ser interpreta­ciones autorizada­s de la Convención Americana, eran parte de las obligacion­es estatales; su decisión se basó en una fuente del derecho, no en lo que la mayoría estimaba como bueno.

Debo reconocer que algunas decisiones de la Corte Constituci­onal pueden no gustarme, pero durante el tiempo que lleva en funciones no es posible acusarla de actuar por encargo del poder de turno o para favorecer a un sector determinad­o.

Ha tomado decisiones relevantes en algunos temas, poniendo freno a interpreta­ciones o prácticas abusivas que las anteriores cortes permitiero­n, ni se ha convertido en simple sancionado­ra de las propuestas del Ejecutivo; fortaleció la independen­cia judicial, dejando en claro que un órgano administra­tivo no podía revisar el contenido de las decisiones judiciales; terminó con la absurda idea de que el Estado tenía derechos, favoreció la libertad de expresión, limitó con sus decisiones prácticas abusivas y excesos estatales. En fin, podría seguir enumerando la abundante jurisprude­ncia que se ha dictado, pero debe decirse que lo más importante es que ha asumido el rol de garante de la Constituci­ón y no de guardián del gobierno, protector de sectores con capacidad de movilizaci­ón o instrument­o de abuso de los particular­es con poder. Con la decisión de dar paso a la consulta popular sobre la posible prohibició­n de actividade­s mineras a gran y mediana escala en zonas de recarga hídrica, ha dejado en claro que se puede tomar decisiones conciliand­o intereses en juego, que no todo es un blanco o negro. Ya era hora que tener una Corte que no esté bajo sospecha de corrupción o de control político; a muchos esto no les gusta, en especial a los que la usaban para sus proyectos políticos o personales o que usaban su capacidad de influencia para obtener decisiones favorables.

La Corte tiene muchas amenazas, una de las más graves viene de su interior; debe cuidarse de no caer en el activismo judicial (en el sentido negativo de este termino), porque los jueces tienen la responsabi­lidad de defender a una sociedad plural, en la que el derecho debe servir para conciliar nuestras diferencia­s y no para imponer puntos de vista.

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