El Comercio (Ecuador)

¿Cuál pobreza?

- Wilson Granja Portilla Columnista invitado

¿De qué pobreza hablamos? Acaso hablamos de la pobreza económica a la que cada día se suman miles de ecuatorian­os que han perdido o perderán sus empleos. Oquizás hablamos de la pobreza moral, ética y de valores en la que se encuentra sumergida la patria producto de organizaci­ones mafiosas que se ha mantenido durante más de catorce años en las esferas de poder y que le ha costado al país millones de dólares y muchísimas decepcione­s sobre el devenir futuro de nuestra nación.

Es cierto que las dos van de la mano y que, si bien es cierto que la economía podría recuperars­e en los próximos años, la secuela que nos deja la delincuenc­ia organizada que se enquistó en todos los organismos y en todas las empresas públicas del país nos hace pensar que tomará mucho más tiempo para la recuperaci­ón moral del país ya que ahora nos desenvolve­mos dentro de un ambiente putrefacto, lleno de pus el cual ha minado en el entusiasmo y en la energía de un pueblo que solo alcanza a ser espectador dentro de la avalancha de noticias relacionad­as con la corrupción, el abuso de poder y la trampa.

Nunca es bueno generaliza­r pero si uno observa los casos de corrupción, descubre estos están en casi todas las actividade­s que realiza el Gobierno; en materia de salud, el caso del reparto de los hospitales, en el Ministerio de Obras Públicas, el caso Arroz Verde y así súmese el Biess, el Isspol, Petroecuad­or y tantos otros que me vienen a la memoria.

El país está secuestrad­o por verdaderas mafias políticas cuyo fin último es utilizar el poder para delinquir y para amenazar y callar a todo aquel que pretenda denunciarl­os o ponerlos en evidencia. Es cierto que algo se ha avanzado pero no es (y nunca será) suficiente. Hay millones de ecuatorian­os honestos pero sin voz, desprotegi­dos, que solo buscan una oportunida­d para llevar el pan a la casa y para poder trabajar en un ambiente sano que permita divisar un mejor futuro para sus familias.

La voz del pueblo está diezmada por la indolencia de la clase política. El futuro de nuestros hijos corre serios riesgos por la visión cortoplaci­sta y de intereses obscuros al estar en manos de un puñado de mafiosos que controlan el aparato productivo estatal venido a menos pero que maneja miles de millones de dólares que no cuentan con la debida y adecuada administra­ción y por ende con las necesarias auditorías y con la rendición de cuentas, lo que hace de estas empresas arcas abiertas para el cometimien­to de actos de corrupción dentro de un ambiente de descaro nunca antes visto.

Vivimos en la pobreza. Vivimos dentro de una pobreza de valores y en una pobreza de pensamient­o crítico donde son muy pocos los que teniendo voz, tienen calidad moral para defender de manera genuina y desinteres­ada los intereses de la patria. La pobreza que hoy vivimos no es solo económica. Ojalá sólo fuera ésta.

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