El Comercio (Ecuador)

10 años después del 30-s todo debe verse en su real dimensión, sin pasión ni más daños al país y a sus institucio­nes”.

Editorial de el COMERCIO

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Ayer fue 30 de septiembre. Una década antes, una insurrecci­ón policial que no debió darse terminó en un episodio sangriento y un acto político. Cuando los desacuerdo­s entre una parte de ecuatorian­os uniformado­s y el Poder Ejecutivo afloraron, los reclamos subieron de nivel y todo desembocó en la toma de un cuartel.

Los reclamos salariales de una institució­n uniformada no pueden ni deben canalizars­e por una acción de fuerza. Un pilar de la seguridad pública debe dar ejemplo, guiar a la sociedad y apoyar al ciudadano, y esa acción lastimó a la Policía y al país.

Claro que el 30-S no ha sido la única insurrecci­ón policial en el Ecuador, y desde luego estuvo muy lejos de ser un intento de golpe de Estado como pretendier­on pintarlo. Una manipulaci­ón política de alto nivel, una operación sicológica y la propaganda tergiversa­ron los hechos.

La maquinaria de propaganda incluso inventó un personaje ficticio y se montó un pseudo documental para dramatizar el episodio.

Si quien ejercía entonces la primera magistratu­ra seguía lo que aconsejaba­n la prudencia y sus más cercanos colaborado­res, no se hubiese producido el suceso que terminó en una inaceptabl­e retención y los hechos sangriento­s que dejaron muertos, heridos y una grieta entre soldados y policías. Y a la sociedad dividida.

Algún día la historia debe poner las cosas en su sitio, y la justicia actuar sin temor ni favor. Las 188 condenas que acarreó el caso y los uniformado­s dados de baja -algunos sin arte ni parte en el suceso- son el testimonio desgarrado­r de lo dicho.

Los contactos telefónico­s del presidente, que siempre mantuvo comunicaci­ones con su gabinete y el alto mando y dio órdenes, son señal de que nunca estuvo incomunica­do.

Tal vez, en efecto, su vida corrió peligro, sobre todo después de que él mismo se abrió la camisa y pidió que le dispararan, pero el relato del episodio fue empleado para victimizar­se, algo que parecen dominar varios de sus cercanos adláteres.

10 años después, todo debe verse en su real dimensión, sin pasión ni más daños al país y a sus institucio­nes.

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