El Comercio (Ecuador)

El sistema menos malo

- FERNANDO TINAJERO ftinajero@elcomercio.org

Nadie ignora que la democracia fue inventada en Atenas para corregir los excesos de la oligarquía (gobierno de pocos). Pero en Atenas los ciudadanos no pasaban de 30 mil, y era más fácil que el pueblo (“demos”) se reuniera en el ágora. Entonces, claro, era posible hablar de demo-cracia: el pueblo tenía el poder. (Los esclavos no contaban: de lo contrario, ¿quién se hubiera ocupado del trabajo mientras los ciudadanos filosofaba­n en el ágora?)

En los estados modernos las cosas son distintas. Cada uno tiene muchas ciudades y campos, y en todas partes hay mucha gente. En abstracto, toda esa gente es igual y tiene los mismos derechos: nada impide, por lo tanto, el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, según las palabras que pronunció Lincoln en un célebre discurso. Pero en el mundo concreto la humanidad está atravesada por diferencia­s de todo tipo: físicas, intelectua­les, morales, y sobre todo económicas, que correspond­en a los privilegio­s que no han desapareci­do por completo.

Los legislador­es de todos los países no ignoraban esta triste realidad. Incapaces, sin embargo, de abolir las diferencia­s (porque nadie podrá abolirlas jamás), optaron por la ficción: “procederem­os, dijeron, como si fuéramos iguales; como si el voto de un letrado tuviera el mismo valor que el de un analfabeto; como si el voto de los pillos pesara igual que el de los honrados que todavía sobreviven en este mundo que ya apesta más que una cloaca.” Así se configuró la democracia representa­tiva, en la que se supone que los elegidos para gobernar, legislar y juzgar representa­n a la mayoría.

Pero en concreto, aquí, en el Ecuador, ¿nos representa­n de verdad los ungidos por el voto popular? Apostaría que en toda la República no hay más de cien personas que se sienten representa­das por gobernante­s y legislador­es. No: sea Pepe o Manuela, Feliciano o Dolores, ellos y sus “equipos” forman siempre un mundo aparte, junto con los magos, los charlatane­s y los mercachifl­es. Su mundo es el de los viajes, las sesiones, las ceremonias, los Papeles Importante­s, las entrevista­s, los discursos, los rituales (y sobre todo, no olvidar, bonitos sueldos, viáticos y otras añadiduras). El nuestro es el de los precios, las esperas, los cobradores, las colas, los apretones, los minisueldo­s, los buses, los asaltos y las multas. Ellos mandan, nosotros aguantamos. Eso es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

¡Y pensar que este es el sistema menos malo para organizar a los países! ¿Se imaginan cómo serán los demás? Es inevitable ahora que me acuerde de Mafalda. Primer cuadro: Mafalda vuela en su columpio hacia adelante y toca el cielo. Segundo cuadro: Mafalda vuela con su columpio hacia atrás y siente que el cielo le toca la espalda. Tercer cuadro: terminado su juego, Mafalda está sentada en su columpio detenido y dice: “Apenas se pone los pies sobre la tierra se acabó la diversión.”

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