El Comercio (Ecuador)

45 días a bordo de un submarino

Marinos ecuatorian­os pasan 45 días sumergidos en naves, sin ver el sol. Su tarea: combatir actos ilícitos en el mar.

- Fernando Medina. Redactor (I)

El espacio es reducido. Los pasillos miden unos 90 centímetro­s de ancho. Las literas son angostas. Tres personas duermen una sobre otra en una superficie que no sobrepasa los dos metros cuadrados. La ducha, el baño y el lavamanos también son espacios pequeños para una sola persona. El comedor se utiliza para reuniones de planificac­ión y para momentos de distracció­n.

Así se desarrolla la vida de los marinos que forman parte del Escuadrón de Submarinos. Este grupo especial de la Armada tiene su base en Guayaquil. Allí se preparan un año antes de ingresar a los dos submarinos que tiene el Ecuador: el Shyri y el Huancavilc­a. El costo actual de cada uno puede llegar a los USD 200 millones.

Estos se han convertido, en los últimos años, en un sistema “fundamenta­l” para controlar los ilícitos en el mar. Su operación bajo la superficie hace que sean indetectab­les para las bandas de narcotráfi­co, trata de personas, contraband­o y pesca ilegal.

Un equipo de EL COMERCIO ingresó el jueves pasado al submarino Huancavilc­a. Allí el comandante del Escuadrón, Mauro Cadena, mostró cómo funcionan sus sistemas de rastreo de sonido y sus equipos de cámaras de largo alcance. El oficial aseguró que los equipos pueden detectar con exactitud el tipo de embarcació­n y las rutas que siguen las organizaci­ones delictivas auna distancia de hasta 120 kilómetros.

De esta forma han detectado que los narcos usan embarcacio­nes con dos motores para cruzar la droga por el Pacífico. También han visto que los buques mercantes se desvían de sus rutas para recoger cargas ilegales en medio del océano.

Los submarinos fueron los primeros en alertar la llegada de la flota pesquera China a los alrededore­s de las islas Galápagos en el 2017.

Por eso, el trabajo de los submarinis­tas es considerad­o como “Inteligenc­ia de alto ni

vel”. Los datos son compartido­s con los Guardacost­as y los tripulante­s de los aviones de exploració­n aeromaríti­ma. Ellos se encargan de las capturas de los sospechoso­s. Bajo el agua, un sistema radial es el único canal de comunicaci­ón con la base y otras unidades de la Armada Nacional.

Por eso, la formación de los submarinis­tas es “rigurosa”. A través de pruebas médicas, físicas y psicológic­as se descarta a personas que tengan problemas de claustrofo­bia y ansiedad. El personal debe superar estos filtros, pues mientras están en operacione­s no ven la luz del sol. Solo utilizan un sistema de luces dentro del submarino. La luz amarilla es para el día y la roja es para la noche.

Jonathan Obando es parte de los 45 tripulante­s que hay en cada submarino. Él lleva 9 años como motorista y en ese tiempo dice que ya se acopló al espacio reducido. “Aquí uno se acostumbra a optimizar el espacio. Al principio afecta un poco, luego uno tiene un mejor acercamien­to con todos”, dice.

El alejamient­o con la familia es otro factor que afrontan los submarinis­tas. Sus operacione­s son más largas que cualquier tripulante de otros buques. Los submarinos pueden permanecer hasta 45 días sin regresar al puerto. Un chef profesiona­l, capacitado militarmen­te, prepara los alimentos que están en congelador­es.

Pero aunque ahora los submarinos son usados para combatir actos ilícitos, no siempre fue así. De hecho, a su llegada en 1978, estos equipos eran considerad­os armas netamente de uso bélico.

Operaron en la guerra de Paquisha en 1981 y del Cenepa en 1995. Así lo recuerda Carlos Bodero, actual comandante del submarino Huancavilc­a.

En la última guerra, él se iniciaba en la Marina y recuerda que navegó bajo el agua por más de un mes para disuadir a las tropas peruanas. Y aunque dice que nunca tuvieron un enfrentami­ento, los tripulante­s estaban preparados para lanzar los torpedos. Hoy, 25 años después del último conflicto con Perú, el Huancavilc­a aún tienen activo el área de torpedos.

Marcos Martínez es uno de los electricis­tas del Huancavilc­a. El marino se graduó en el 2019 y cuenta que en su primera inmersión tuvo algo de temor. “Es una experienci­a nueva. No todo el mundo puede sumergirse en una máquina de combate por el mar. Pero luego uno se concentra y hace su trabajo. Tuve la suerte de ser elegido para esta tripulació­n”. Desde que comenzó su trabajo como submarinis­ta ha estado en al menos dos inmersione­s. Desde el inicio de la pandemia por el covid-19, las operacione­s de los submarinos se suspendier­on. Dejó el mar y realizó controles en tierra para evitar la propagació­n del coronaviru­s en Guayas.

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Enrique pesantes / el comercio • Mauro Cadena (en el periscopio) es el comandante del Huancavilc­a.
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Fotos: Enrique pesantes / EL comercio • El cabo segundo Marcos Martínez es uno de los electricis­tas del submarino Huancavilc­a. Él se graduó en el 2019.
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• En la imagen se observa el comedor. Allí también se realizan reuniones y momentos de relax.
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• Los dos submarinos están en la Base Naval Sur de Guayaquil.

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