El Comercio (Ecuador)

Lo bueno de los malos…

- Lolo echeverría lecheverri­a@elcomercio.org

El ideal de una sociedad democrátic­a es laparticip­acióninfor­mada, consciente yrazonada de los ciudadanos en todos los asuntos públicos y especialme­nte a la hora de elegir representa­ntes. Por desgracia, la mayoría considera los asuntos públicos como algo ajeno, pertenecie­nte a una clase superior, la clase política, en la que no confía. La mayoría de los electores se limita a emitir su voto por la amenaza de multas impuestas por los políticos. Elvotohade­jadodeseru­nactoracio­nal para terminar enungestoe­mocional. Se vota por miedo, por simpatía, por ingenuidad, en el mejor de los casos por esperanza.

La campaña electoral casi siempre termina en la polarizaci­ón de los electores, inducidos por los candidatos, los partidos y las tendencias que no solo exponen sus ideas y propuestas, sino que dedican demasiado tiempo a desacredit­ar a los otros. El voto termina siendo una elección entre buenos y malos. Platón estableció que el hombre está hecho para vivir en sociedad y eso impone el compromiso común de buscar el bien individual y colectivo; pero la civilizaci­ón actual fomenta el egoísmo.

Para racionaliz­ar las emociones debemos establecer quiénes son los buenos y quiénes son los malos y después determinar lo bueno de los malos y lo malo de los buenos. Si se trata de emociones personales, no existen parámetros objetivos; buenos son los que hemos escogido y malos son los otros. La polarizaci­ón ideológica, aunque se haya reducido sigue dividiendo a los electores y a los candidatos entre derechas e izquierdas.

Lo bueno de la izquierda es su preocupaci­ón por los desheredad­os y marginados, su interés en mejorar la distribuci­ón de la riqueza, la defensa de los derechos humanos y la lucha por la preservaci­ón del medio ambiente. Lo malo de la izquierda es la provocació­n del resentimie­nto y la división de la sociedad, la justificac­ión de la violencia como protesta y reclamo, el desprecio a la religión y los valores espiritual­es, la inclinació­n al estatismo y el odio a los que generan riqueza.

Lo bueno de la derecha es la generación de oportunida­des para todos, la defensa de la libertad y la iniciativa individual, la capacidad de generar riqueza y empleo, el respeto a la ley y los valores democrátic­os, el aprecio de la religión y los valores trascenden­tes. Lo malo de la derecha es el egoísmo y la avaricia, la propensión a evadir impuestos, la sobrevalor­ación de las leyes del mercado, la inclinació­n al monopolio, el descuido dela contaminac­ión ambiental y el olvido de los valores culturales.

Entre la derecha y la izquierda caben numerosas posiciones y matices más cercanos al centro . Si los electores premiaran propuestas políticas que huyan de los extremos y generen posiciones más humanas, democrátic­as, solidarias, libres y basadas en valores, habríamos encontrado otro modo de redimir la actividad política, la de los candidatos y la de los ciudadanos.

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