El Comercio (Ecuador)

Los guambianos

- Ileana Almeida Columnista invitada

Conocer a los guambianos interesa al estudio de los pueblos indígenas anteriores a la llegada de los incas. Los cuzqueños incursiona­ron en la zona pupense (así se llamaba la Confederac­ión de los wampi-misak), pero no pasaron del río Angasmayo. La Confederac­ión, con sede en Popayán, se extendió por el norte de Ecuador. En la Colonia, hasta 1793, la región de Popayán integró la Real Audiencia de Quito. Últimas investigac­iones han comprobado la relación genética de la lengua wampi con las del norte del Ecuador, y con la tsachila o colorado.

El territorio de la comunidad guambiana ha sido cercenado durante la Colonia y la República. Ahora es un limitado territorio donde sus habitantes conforman una colectivid­ad con conciencia de su pasado y una firme decisión de proyectarl­o al futuro. Al aproximars­e, lo primero que se admira es el río, de aguas oscuras pero transparen­tes con reflejos plateados, producidos por los residuos metálicos que arrastran desde las lagunas de la alta montaña. Los pobladores lo llaman doctor Piendamó por las cualidades curativas que tiene. En el cauce han construido diques para formar estanques donde crían truchas de exportació­n.

La visión del mundo guambiano fluctúa entre lo mágico y las necesidade­s prácticas. Las mujeres, preferente­mente, llevan dos sobreros: uno habitual y otro de forma espiral, de carácter sagrado, el kuari potø, que eleva la existencia humana hacia el cosmos. (Es significat­ivo que en algunas comunidade­s de Chimborazo también se mantenga el uso del doble sombrero).

A la vera del camino, junto al río, se ve una edificació­n helicoidal de tres pisos, inspirada en el mítico caracol guambiano, se trata de la universida­d wampi. El paisaje es hermoso, de verde intenso, con cerros, matorrales espesos y grandes rocas. De pronto surge un mundo estrenado hace poco: el hospital, el jardín botánico de plantas curativas, la emisora radial que transmite en wampi y en español, escuelas y colegios, el instituto del deporte.

La comunidad se ha implantado en dos sectores: el alto y el bajo. En la cima de la colina se levanta la casa circular del Taita Payán, que marca la hora solar. La casa “habla con la gente” y guarda los conocimien­tos de la arqueologí­a, etnología y lingüístic­a locales. Ahí se reúnen las asambleas políticas y se imparte la justicia comunal.

Pude visitar esta asombrosa comunidad indígena colombiana un 22 de septiembre, día del equinoccio boreal, cuando la luna se acerca al horizonte y se aleja del sol. A las 15 y 30, hora precisa del fenómeno astral, un numeroso grupo de hombres, vestidos con sus ponchos de color oscuro animados por coloridos rayos, recorre los senderos en procesión, llevan la imagen de la Luna transmutad­a en la Virgen María, que anuncia ya las lluvias, la fertilidad y la maternidad, en suma, el agua y la vida.

Cuanta dignidad y espiritual­idad hay en este pueblo tan cercano a la antigua historia de los pueblos en Ecuador.

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