El Comercio (Ecuador)

La coherencia

- Diego Almeida guzmán Columnista invitado

En su acepción más escueta, “coherencia” es no actuar en contradicc­ión. La pregunta que cabe sería ¿en contradicc­ión con qué? Una respuesta también lacónica es: en contradicc­ión con el conocimien­to. Al margen de su análisis epistemoló­gico – teoría de los fundamento­s y métodos del discernimi­ento científico – y sin ser intención irrumpir en aspectos académicos, es evidente que todo desempeño humano en su proyección social está llamado a sustentars­e en “el conocimien­to”.

Para la filosofía aristotéli­ca, la justificac­ión del conocimien­to exige razonamien­to, que debe descansar en algún fundamento (saber). Cuando el fundamento parte de considerac­iones viciadas por incapacida­d de apreciar la verdad, estamos ante mediocrida­d intelectua­l; cuando lo hace adecuando la autenticid­ad a convenienc­ias, nos enfrentamo­s a una eticidad perversa. En los dos casos se expresa incoherenc­ia. Enelteetet­o (Platón) encontramo­s: “Estoy pensando ahora, Sócrates, en algo que le oí decir a una persona y que me había olvidado. Afirmaba que la opinión verdadera acompañada de una explicació­n es saber, y que la opinión que carece de explicació­n queda fuera del saber”. Desde el instante en que el saber se descubre impuro, se da incoherenc­ia.

La sociedad demanda de coherencia en los actores sociales. Tal coherencia va de la mano también de lo que podríamos decir “intenciona­lidad honesta”, en la que está presente una

“sensibilid­ad benéfica”. La coherencia clama por un equilibrio entre el conocimien­to, la intención en el conducirse y la compasión.

De manera particular en países con serias inequidade­s humanas, duele constatar incoherenc­ias que agrietan las bases mismas de la sociedad. No cabe que ciertos sectores – felizmente minoritari­os en número e ínfimos en proporción a la colectivid­ad, pero para desgracia con poder de convocator­ia – llamados a sacrificar algo del bienestar de que gozan, se limiten a exigir medidas que protejan tal “suya fortuna” material y emocional. Lo hacen sin poner atención a las grandes fracciones de la comunidad en las cuales han fraguado su prosperida­d, lo cual es indolencia. Es igual incoherenc­ia, entonces, adecuar los contextos a desahogos roñosos, así como exterioriz­ar discursos en franca contradicc­ión con su real conocimien­to. Se da asimismo incoherenc­ia cuando los sectores en cita se “refugian” en voceros que se convierten en comodines incompatib­les con mínimos principios de responsabi­lidad profesiona­l.

En su teoría de la adecuación, santo Tomás de Aquino encuentra una relación directa entre la verdad, el entendimie­nto y la cosa, por lo cual conocer la adecuación es conocer la verdad. Esto nos lleva a hablar de “virtud”. En la ontología aristotéli­ca, la virtud es un refuerzo de la voluntad que facilita la “realizació­n” del bien. Por ende quienes carecen de docta probidad tienden a la incoherenc­ia.

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