LA OPCIÓN QUE DECIDE LA MAYORÍAENLOSPAÍSESDEMOCRÁTICOS
con ternura por hacedoras manos, serían transformadas de suaves y blanquecinas masas, a crujientes y dorados panecillos, gracias a esos rojos carbones de inertes ramas, único combustible de aquella cocina ancestral.
Y es que cada dos de noviembre la humilde y generosa mesa de mi madre se vestía con su mejor mantel antes de recibir a la suprema mezcla, que contenía harina de los Andes, huevos de rebosantes nidos, achiote extraído de frescos cofrecillos arrancados de vecinos arbustos, más brillantes mantequillas color sol, y la infaltable cremosa leche que llegaba espumosa en aluminizados trastos desde el verde pastizal, ingredientes de mi tierra estos, que darían inicio a una amasadora ceremonia, alrededor de la cual, pequeños, jóvenes y adultos narrábamos alegres remembranzas al calor del alumbrante fuego, a la espera de que la humeante colada morada en el vecino ollón se coloreara con parameros mortiños, se endulzara con extranjeras moras, se volviera sublimemente acidita con la acorazada piña, y terminará definitivamente cocida en cuanto la harina del violeta maíz dejaba toda su espesura, y el aroma de la larguirucha hierba luisa derrame en el caldero su escandaloso olor, para luego en compañía de los calientes panes salidos hace poco de la incandescente hoguera, degustarla hasta el hartazgo en un colmado tazón, donde navegaba cual frágil barquito la fragante canela, y nadaba como redondo pececillo el inconmensurable anís. Hugo Rea Melo
Escuchamos con frecuencia que, en un país democrático gana la opción que decide la mayoría. Porque precisamente la democracia, por su significado que proviene de dos vocablos griegos -Demos = poder y Kratos = pueblo-, es el Poder del Pueblo.
Sin embargo, ¿nos hemos puesto a pensar que en América Latina y de manera puntual en el Ecuador, esa gran mayoría pertenece a los sectores más pobres de la sociedad? y que lamentablemente el poder del voto de esa gran mayoría termina en el momento de ejercer su derecho de elegir, y que está condicionado por una serie de factores que son los responsables de la sociedad que tenemos, reducida a un país subdesarrollado, con potenciales carencias que siguen en la insatisfacción.
El derecho de los ciudadanos entregado como dádiva de los gobernantes ha conllevado a que “el poder del pueblo” se transforme en caudillismo, un pueblo que elige porque agradece la tibia satisfacción de sus derechos.
Lo más grave es que no siempre la elección responde al mejor perfil, sino que se escoge a personas con nula preparación, cuyas buenas intenciones no son suficientes para cambiar la realidad del país; y en otros, simplemente se les abre la oportunidad para cumplir sus pretensiones de poder político y económico, quedando en ultimo sitial la realidad socioeconómica del país.
Ahora, escuchamos también decir que, “nunca es tarde para lograr algo” -y concuerdo con aquello-, sin embargo, me pregunto: ¿Qué estamos haciendo, para cambiar esta realidad?
Desde el punto de vista de la sociedad, se considera que poco, o nada.
Por ello, de cara a las elecciones generales del 2021 en el Ecuador, la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales, de la mano con el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, debemos empezar un trabajo desde nuestro radio de acción, que permita liderar un trabajo de territorio, para orientar a la ciudadanía en estos temas de gran relevancia, que pocos tocan y de los cuales depende no solo nuestro futuro, sino el de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Gilmer Oswaldo Acosta Pazmiño