El Comercio (Ecuador)

“tras casi un año de trámites, el proyecto de consulta llegó a la asamblea”.

- fernando tinajero //columnista

No es novedad que, en la Constituci­ón de Montecrist­i, la parte orgánica contradice muchas veces a la parte dogmática. Es como si el legislador constituye­nte hubiese querido borrar con el codo lo que había escrito con la mano. O como si hubiese creído que los ecuatorian­os somos un hato de imbéciles: quiso contentarn­os con la declaració­n abstracta de un centenar de derechos, pero enredó tanto su aplicación que dejó en claro su poca voluntad de respetarlo­s. La interminab­le enumeració­n de derechos de la parte dogmática, contrasta con los procedimie­ntos que la parte orgánica establece para su aplicación: son unos procedimie­ntos parecidos a las famosas vueltas de Otón de nuestros antiguos caminos hacia el norte: vueltas y vueltas en seguidilla por un angosto camino que bordeaba el precipicio.

Lo estamos viendo en estos días, cuando la Asamblea tiene en sus manos la tarea de dar paso a la consulta popular propuesta por un apreciable número de ciudadanos. Después de casi un año de trámites y más trámites, el proyecto deconsulta hallegado ala Asamblea, ¡y no han faltado asambleíst­as que han propuesto suprimir la pregunta relativa a la composició­n bicameral de la legislatur­a! Pienso que, como ya es frecuente, esa propuesta carece de lógica …, y carece de vergüenza.

Primero, carece de lógica: de acuerdo a la teoría de la representa­ción democrátic­a, los electores son los mandantes y los legislador­es, sus mandatario­s. No cabe, por lo tanto, que los mandatario­s modifiquen o supriman lo que quiere preguntar un significat­ivo número de ciudadanos que son electores, o sea, mandantes. Lo contrario sería como si el mayordomo quisiera modificar la voluntad del dueño de la casa.

Segundo, aquella pretensión también carece de vergüenza: es obvio que si nuestra legislatur­a fuera un ejemplo de pulcritud, diligencia, honestidad e inteligenc­ia, a nadie se le ocurriría modificarl­a; pero si un grupo de ciudadanos de reconocida competenci­a intelectua­l y honradez no desmentida, ha decidido con amplio apoyo proponer una consulta popular para enmendar la composició­n del órgano legislativ­o, ello se debe al deplorable grado de descomposi­ción al que ha llegado la Asamblea. Alguien ha dicho ya que la actual es la peor que ha tenido el Ecuador desde 1830. Yo no sé si lo sea, pero es, en efecto, una Asamblea de mediocrida­d intelectua­l manifiesta, y para colmo, está cubierta con una mancha de dudosa moralidad: si no fuera así, no estaría la mitad de sus miembros sometida a la investigac­ión de la Fiscalía, ni hubiera tantos asambleíst­as “discapacit­ados”.

No sé si esta situación ya se habrá modificado cuando aparezcan estas líneas. Pero el solo hecho de que algunos asambleíst­as hayan opinado en contra de la pregunta sobre la bicamerali­dad, es una prueba adicional de la urgencia de reformar el órgano legislativ­o. Hay que hacerlo, y hacerlo ya, para salvar el futuro y no morirnos de vergüenza.

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