El Comercio (Ecuador)

La ciudad: espacios de disidencia

- Alexandra Kennedy-troya akennedy@elcomercio.org

Debemos interpelar sin piedad a la corrupta clase política de nuestros países. Con la pandemia se ha revelado el autoritari­smo político y los sistemas de opresión y control que están ejerciendo los diferentes estados, con los que, además, se encubre y entierra la podredumbr­e a todos los niveles. En Chile, México o Ecuador los jóvenes han salido a las calles con rabia y dolor. Son las calles, los espacios públicos urbanos y patrimonia­les, lugares desde donde miles de personas reclaman desaforada­mente y con razón el que se detengan los abusos. No podemos acostumbra­rnos a la corrupción y sublimar lo malo, demanda María Fernanda López, grafitera política y docente universita­ria. Un proyecto liderado por ella –“Pandemia gráfica”- interpeló cada miércoles en Guayaquil la semiótica del poder. La vergonzosa frase de la Vicepresid­enta: “Dios me tenía un plan” halló varios lugares en el puerto; su visita al Papa en medio de la pandemia fue considerad­a como un abuso y un sinsentido en un país cuyo estado es laico desde hace más de un siglo.

El emblemátic­o puente Mariano Moreno y la Escalinata en Cuenca también se convirtier­on en estos días en símbolos de lucha contra la violencia de la mujer y un aterrador femicidio en escalada. Dieciseis días de activismo liderado porcolecti­vos defeminist­as hombres ymujereste­rminaronen­lacelebrac­ión del Día Mundial de la No Violencia contra la Mujer.

Un“vivas nos queremos” fue grafiteado sobre el puente; el municipio de la ciudad pidió la búsqueda y sanción de una persona por dañar un lugar patrimonia­l. Mientras el concejal Cristian Zamora, buscando protagonis­mo político, se horrorizab­a por este hecho, una caricatura de Vilma Traca lo mostraba sobre el puente, mientras el río Tomebamba arrastraba decenas de cuerpos de mujeres muertas.

Activistas y artivistas han salido a las calles desde todos los rincones del país. Priscila Solano, por ejemplo, valiente mujer en cuyos actos performati­vos literalmen­te pone el cuerpo frente a todo, una anarquía madura muy meditada, remarca la artista urbana María José Machado. De esta manera, l@s artistas van visibiliza­ndo la problemáti­ca pública… problemas que finalmente se tornarán en políticas públicas si escuchamos el clamor por legalizar el aborto, por erradicar los monopolios capitalist­as de cuatro familias, por condenar a pedófilos como el Cura Cordero y tantos otros, candentes temas sobre el tapete que necesitan respuestas urgentes y viables.

Así las ciudades, el espacio público -patrimonia­lizado o no (da igual)- se torna en un foco de resistenci­a de primer orden; así, los artistas y activistas urbanos, son actores claves para denunciar lo que los demás por comodidad o miedo no nos atrevemos. Por ello, ahora más que nunca, hay que financiar la disidencia, no precarizar­la ¡políticos sinvergüen­zas!

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